Haití es escenario de una gigantesca rebelión popular. Multitudes de manifestantes se lanzaron el último mes a las calles en la capital Puerto Príncipe y otras ciudades en repudio al gobierno del proyanqui Michel Martelly, y especialmente a su decisión de mantener a rajatabla la fecha del 24 de enero para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, con el único objetivo de ratificar allí el descarado fraude realizado en la primera vuelta del 25 de octubre.
El levantamiento popular recoge la heroica tradición combativa y revolucionaria del pueblo negro haitiano, que en 1804 fue la avanzada latinoamericana de las luchas antiesclavistas e independentistas, que desde principios del siglo 20 buscó una y otra vez hacer oír sus reclamos de democracia y de liberación, y que en el último medio siglo luchó incesantemente por sacudirse la brutal dictadura de los Duvalier y el dominio imperialista yanqui.
“¡Nosotros somos el gobierno!”
A fines de enero, pese a las evidencias del fraude y a las protestas populares, Martelly y sus secuaces quisieron imponer por todos los medios la realización de la segunda vuelta. Pero, pasando por encima de la reacción más que tibia de los partidos opositores, masas de jóvenes ganaron las calles exigiendo la renuncia del presidente y denunciando la complicidad del Consejo Electoral. Lo que recibieron en respuesta fueron gases y balas de la policía y de las tropas de la “Misión de Estabilización” de la ONU (Minustah), que desde hace doce años mantiene a Haití como un país ocupado.
El fraude en favor del candidato oficialista, Jovenel Moise (“ganador” de la primera ronda con el 32%), era tan evidente y escandaloso que no sólo se negó a presentarse el candidato de la oposición Jude Celestin (a quien le dieron el 25%) sino que también lo hizo el tercero más votado. Siete de los nueve miembros del Consejo Electoral debieron renunciar. Ya en las elecciones legislativas de agosto, bandas armadas por el gobierno cerraron los centros de votación y casi el 25% de los votos no se escrutó. Así es la farsa de “democracia” que la Minustah viene garantizando desde hace más de una década.
Del mismo tenor fue la “elección” de Michel Martelly. En 2011 al término del período del presidente anterior René Preval –ex ministro de Aristide–, el fraude en las elecciones fue tan desembozado que la OEA, el Departamento de Estado yanqui, la ONU y la Minustah intervinieron para “rectificar” el resultado de la primera vuelta: Martelly, que había salido tercero, fue “reubicado” como segundo y así se abrió paso a su participación en el balotaje, que “ganó” asumiendo en mayo de 2011.
Ahora el pueblo dijo ¡basta!: barricadas, neumáticos encendidos en las esquinas, bombas molotov, piedras, coches incendiados, locales del partido de Martelly destruidos, fueron la respuesta popular al nuevo fraude. Estudiantes, trabajadores y gente del pueblo salieron al grito de “¡Que se vaya Martelly! ¡Nosotros somos el gobierno!”. Cuando el 22 de enero corrió la noticia de que el gobierno había decidido finalmente no realizar el balotaje del 24, la alegría duró sólo unas horas. La brutal oleada policial con gases lacrimógenos y disparos al aire volvió a desatar la rebelión.
“Misiones” internacionales para acallar al pueblo
El levantamiento popular abrió una profunda crisis política. Al suspenderse sin fecha la segunda vuelta electoral, el presidente Martelly –que no cayó pese a la masiva demanda de renuncia– cesó su mandato el domingo 7 sin que haya sido elegido su sucesor.
Al cierre de esta edición de Vamos! la oposición burguesa habría aceptado –aparentemente a instancias de Washington y con el apoyo de la Iglesia– un acuerdo con Martelly para establecer un “gobierno de transición”: un arreglo a espaldas del pueblo y con participación y poder de decisión de miembros del gobierno fraudulento y represor. Incluso, ex miembros del Ejército de Haití (disuelto en 1994 por ser heredero de la dictadura asesina del duvalierismo) salieron el viernes 5/2 en motos y con armas a poner “orden” en las calles de Puerto Príncipe. Uno de sus jefes, Guy Philippe –que fue parte del golpe de Estado que los yanquis promovieron en 2004 contra el entonces presidente Jean Bertrand Aristide y es probablemente miembro secreto de las actuales fuerzas de seguridad gubernamentales–, amenazó a los manifestantes clamando que “si quieren guerra”, estaba listo para luchar “contra la anarquía”. Es decir, una poco disimulada advertencia sobre su disposición a dar un golpe de Estado y establecer una nueva dictadura.
Diversos organismos internacionales se mostraron preocupados por la “situación” de Haití. Lo que los desvela no es tanto la antigua opresión y explotación que sufre su pueblo, sino que la indignación popular desborde en situación revolucionaria. Tanto la “misión” proimperialista enviada por la OEA como la constituida por la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) se muestran apáticos a la heroica lucha del pueblo haitiano por democracia y contra la dominación imperialista.
Estos momentos, de eclosión social y política, son propicios para forjar y fortalecer la organización revolucionaria necesaria para abrir el cauce liberador. El pueblo haitiano se niega a aceptar “elecciones” fraguadas: no sólo embate contra el fraude sino que, después de décadas de burla electoral a la voluntad popular de terminar con las políticas de saqueo imperialista, dependencia, explotación y miseria, exige verdaderos cambios democráticos.