RIGI es colonialismo monopolista

El Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) –incluido en la Ley Bases– es una clara expresión de la cosmovisión de Milei: todo lo que beneficie a sus “héroes” los monopolios sería positivo (y si son extranjeros, mejor aún); todo lo que limite sus abusos sería negativo (porque trabaría el mercado). Así, desde este fanatismo pro-monopolista, el gobierno impulsa un entreguismo sin límites, al punto de perjudicar al resto de empresas que ya están radicadas en el país. En definitiva, éste es el fundamentalismo libertario que nos ha hundido en la recesión brutal y el empobrecimiento generalizado.

Los escandalosos beneficios

Entre los puntos del proyecto podemos citar: reducción generalizada de impuestos; eliminación de retenciones a la exportación o importación; libre disponibilidad del 100% de las divisas a partir del tercer año; posibilidad de importar cualquier insumo o maquinaria, nueva o usada; prohibición a las provincias de crear otros impuestos; omisión de cualquier tipo de condición que involucre transferencia tecnológica, contratación de mano de obra local o compra a proveedores locales; omisión de verificar el origen de los fondos; aceptar como parte de la “inversión” a la compra de empresas locales; mantenimiento del beneficio por 30 años; definición de un juzgado extranjero como ámbito de resolución judicial. Esto último ataca particularmente las legislaciones provinciales no sólo desde el punto de vista impositivo, sino también de cuidado del medio ambiente.

Todo esto por la módica suma de 200 millones de dólares: cifra grande para una pyme argentina, pero no tanto para los monopolistas que Milei busca complacer. Como parte del proyecto, el gobierno se reserva la potestad de aprobar o no cada proyecto en particular.

El plan de Milei

Según describió el propio Milei, su apuesta es al desarrollo del litio, gas, petróleo y minería metalífera. El gobierno dice que las exportaciones de litio, cobre, oro y plata se elevarían desde los 4.500 millones de dólares actuales hasta 24.400 millones de dólares en 2030.

Una cifra similar a la exportación actual del complejo sojero. Sin embargo, aún dando por válida esta estimación, no veríamos muchos de esos dólares porque el RIGI les garantizaría a los monopolios mineros la libre disponibilidad del 100% de las divisas generadas por esas exportaciones a partir del tercer año.

Es decir, los beneficios que pretende entregar Milei profundizará de forma más brutal los problemas que ya tenemos como país dependiente: monopolios de países imperialistas se llevarían nuestros recursos naturales, como así también las ganancias.

En el caso del RIGI ni siquiera hay algún condicionamiento para promover el desarrollo nacional. Peor aún, como la “inversión” podría incluir la compra de empresas locales, emprendimientos que están actualmente en funcionamiento podrían pasar no sólo a pagar menos impuestos, sino incluso a dejar de comprarle a proveedores nacionales. Y recordemos que la apuesta del gobierno son todas actividades que pueden ser netamente extractivistas y con escasa mano de obra local. Esto ha generado inclusive una reciente y tardía postura crítica de la UIA.

La casi única condición que plantea el gobierno en el RIGI es que la libre disponibilidad de divisas sea “sólo” del 20% en el primer año y 40% en el segundo. Es decir, su apuesta es aumentar en el corto plazo las reservas de divisas con inversiones de monopolios entregando vergonzosamente nuestros recursos naturales, con garantías por 30 años y un juzgado extranjero. Y reforzando en el mediano plazo la falta de divisas internacionales debido a la libre disponibilidad que propone el RIGI. En el camino, perderíamos soberanía jurídica, monetaria y sobre nuestros propios recursos naturales.

Colonialismo monopolista

Hoy, podemos afirmar que es completamente acertado lo que Vladimir Lenin aseguró hace ya poco más de un siglo: “El capitalismo se ha transformado en un sistema universal de opresión colonial y de estrangulación financiera de la inmensa mayoría de la población del planeta por un puñado de países “avanzados”. Este “botín” se reparte entre dos o tres potencias rapaces de poderío mundial, armadas hasta los dientes (…), que, por el reparto de su botín, arrastran a su guerra a todo el mundo.” Habiendo pasado ya dos guerras mundiales desde que Lenin escribió esto en El imperialismo, fase superior del capitalismo (1916), el plan Milei no hace más que corroborarlo. Por eso es plenamente justo caracterizar como “colonialista” la política del gobierno.

Sin embargo, no es correcto analizar el proyecto Milei como “pre-capitalista”. No sabemos (y tampoco nos interesa saber) si Milei es plenamente conciente de la fuerza social y política que puede tener la clase obrera a la cual pretende negarle todos sus derechos. Pero sí es evidente que Milei se ofrece como fiel ejecutor para lo que necesiten los monopolios que dominan la geopolítica y ha tomado partido por los imperialismos “occidentales” dentro de la disputa interimperialista. Debe reconocerse que Milei tiene claro su lugar en la confrontación histórica que se está librando.

Pero ni el bienestar social se alcanzará con el entreguismo escandaloso de Milei, ni la liberación nacional y social se logrará atándose a algún otro imperialismo. La lucha obrera y popular necesita abrirse paso en cambios más profundos. La clase obrera es la fuerza social capaz de unir al conjunto del pueblo en esta batalla. En la política actual, esto implica rechazar el RIGI y defender la fructífera experiencia nacional de empresas estatales que han podido desarrollar ramas fundamentales de la producción.