Hacía ya varios años que los conflictos diplomáticos con Francia e Inglaterra estaban a la orden del día. Las dos potencias, en plena expansión ultramarina, buscaban hacer pie en los recientemente independizados territorios de América. En 1833, Inglaterra había ocupado militarmente las Islas Malvinas, origen de la usurpación territorial que hoy continúa. El primer gran conflicto contra Francia ocurrió en 1838, cuando una escuadra francesa llegó a bloquear el puerto de Buenos Aires y todo el litoral del Río de la Plata y, en octubre de ese año, ocupó la Isla Martín García. Todos estos enfrentamientos estaban teñidos por la guerra civil entre unitarios y federales, que las potencias buscaban explotar a su favor.
En 1845, el gobierno de Buenos Aires recibió un ultimátum en el que se le exigía la libre navegación de los ríos. El río Paraná, en particular, era el foco de la discordia, ya que a través de él se podía acceder a una vasta zona que incluía Paraguay y el sur de Brasil. Ante la negativa, comenzó el bloqueo anglo-francés y las fuerzas enemigas se dispusieron a remontar el río Paraná. El gobernador bonaerense Juan Manuel de Rosas dispuso que se cortara el paso a las naves extranjeras y, dando cumplimiento a la orden, el 20 de aquel mes Lucio N. Mansilla preparó el escenario.
La batalla
En la Batalla de la Vuelta de Obligado, en la zona de San Pedro, unos dos mil soldados apenas armados con 30 cañones, más un bergantín y dos cañoneros sobre río Paraná, enfrentaron a los 22 buques de guerra de la flota anglo-francesa, armada con 418 cañones. La tenaz resistencia, que incluyó unas cadenas cruzando el río para impedir el paso, duró toda la jornada.
En la batalla participaron numerosos soldados que provenían del “bajo pueblo” como mestizos y afrodescendientes. También fueron parte de la gesta un grupo de mujeres, como Petrona Simonino, las hermanas Ruiz Moreno o Faustina Pereira, cuya participación fue invisibilizada por décadas y ahora fue reconocida con la colocación de una placa por parte del gobierno de la Provincia.
Finalmente, las bajas de las tropas nacionales fueron diez veces mayores (300 muertos frente a 25 de las potencias) y las fuerzas invasoras lograron pasar, pero tuvieron un alto costo en daños sobre las embarcaciones de guerra y buques mercantes que pretendían comerciar sin respetar la soberanía sobre la navegación del río. Se sumaron luego otros ataques a la flota a lo largo de su trayecto y tampoco sus productos fueron bien recibidos, por lo que terminaron desistiendo en sus planes.
En este caso, Rosas tuvo una posición de defensa de la soberanía, que le valió el apoyo de José de San Martín que vivía en Francia. En una carta a Rosas, el padre de la Independencia calificó a la intervención de “injustísima agresión y abuso de la fuerza de la Inglaterra y Francia” y manifestó su apoyo al gobernador de Buenos Aires, lamentando ya no poder ofrecer sus servicios por su deteriorado estado de salud.
Implicancias
El resultado final, más allá de los conflictos que había hacia adentro de las Provincias Unidas del Sud, es que las principales potencias colonialistas de ese momento debieron desistir de imponer su control sobre los ríos Paraná y Uruguay y aceptar la soberanía de la Nación Argentina en conformación. Para las potencias fue un triunfo “pírrico” que no les permitió seguir con este tipo de incursiones.
Cabe señalar que no estaba dicho de antemano cómo iba a terminar el conflicto ni cuál sería el resultado en términos de soberanía. Por ejemplo, en esta época también se produjeron las Guerras del Opio en China, y ocupaciones en otros países, como las intervenciones de Francia en México. En el caso de China, siguió como semicolonia hasta la Revolución de 1949. Es decir, no estaba dicho que semejante incursión en el Paraná no pudiera terminar de un modo semejante. La resistencia patriótica, aún en condiciones muy desfavorables, fue la que garantizó la soberanía nacional.






