Continuamos con la publicación de un capítulo de nuestro Programa, aprobado a fines del año pasado. En este número reproducimos extractos del capítulo “La revolución en Argentina”
La Argentina es un país dependiente, oprimido por el imperialismo, disputado por varias potencias, en el que predominan las relaciones de producción capitalistas. Relaciones de producción trabadas y deformadas históricamente por la dominación imperialista en alianza con la clase terrateniente y con la burguesía intermediaria, El imperialismo, al penetrar, no destruyó el latifundio terrateniente de origen precapitalista ampliamente desarrollado, sino que lo mantuvo como base inicial de su alianza, desarrollándose posteriormente procesos que llevaron al desarrollo actual de latifundios capitalistas. Y por otra parte, en ese proceso, en el campo argentino pasaron también a predominar las relaciones capitalistas de producción (campesinos ricos, burguesía agraria, terratenientes por vía prusiana, monopolios, todos con explotación de obreros rurales), subsistiendo no obstante los resabios del antiguo modo de producción, con campesinos pobres y medios, y con la existencia, además, de latifundios donde predominan relaciones de producción pre-capitalistas.
Lo que está planteado en la Argentina es la necesidad de la revolución ininterrumpida y por etapas. La contradicción fundamental que hay que resolver en la actual etapa histórica y que determina el carácter de la revolución argentina, es la que opone: Por un lado al imperialismo, los terratenientes, la burguesía intermediaria y todos los reaccionarios que se alían y subordinan a ellos. Y por otro lado, a la clase obrera y demás asalariados, los campesinos pobres y medios, los pueblos originarios, la pequeña burguesía, la mayoría de los estudiantes e intelectuales.
La burguesía nacional es una fuerza intermedia. La base objetiva de su doble carácter es que es una clase explotadora y a la vez es oprimida por el imperialismo en un país dependiente. Se distingue de la burguesía intermediaria asociada y lacaya del imperialismo, justamente en esto; ya que el desarrollo de la burguesía nacional no está determinado por su asociación al imperialismo. La burguesía nacional no es monopolista. Lo que exige una política activa para neutralizarla como clase, ganando a los sectores antiimperialistas y democráticos, enfrentando a los sectores reaccionarios que se unen a los enemigos de la revolución.
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Por tanto, lo que está planteado en la Argentina es la realización de la revolución democrático-popular, agraria, antiimperialista y antimonopolista en marcha ininterrumpida al socialismo. El proletariado es la fuerza dirigente y el contingente principal de las fuerzas motrices de la revolución argentina. Su triunfo sólo es posible a condición de que el frente único del pueblo, basado en la alianza obrera-campesina y hegemonizado por el proletariado, destruya a través de la insurrección armada del pueblo al Estado opresor y lo sustituya por un poder popular revolucionario.
El Estado popular revolucionario es el Estado de los obreros, del campesinado pobre y medio, de la pequeña burguesía urbana, de la mayoría del estudiantado y de la intelectualidad, de los pueblos y naciones originarias, y de los sectores antiimperialistas y democráticos de la burguesía nacional. El bloque de clases que conforman el Estado popular revolucionario estará basado en la alianza obrero-campesina y será hegemonizado por la clase obrera. Este Estado ejercerá la dictadura popular revolucionaria sobre el imperialismo, los terratenientes y la burguesía intermediaria; y garantizará la más amplia democracia para las masas populares.
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Para llevar hasta el triunfo la lucha revolucionaria es necesario desarrollar la línea de frente único, que incluye golpear juntos y marchar separados con determinadas fuerzas sociales y políticas de acuerdo al carácter de la revolución en nuestro país, así como aprovechar las contradicciones en el campo del enemigo. Y es el Partido, como instrumento de vanguardia del proletariado, el que debe impulsar y dirigir el frente único social y político y la lucha revolucionaria para que las masas obreras y populares conquisten el poder.
En esta perspectiva, el camino principal de acumulación de fuerzas revolucionarias en el periodo actual es: partiendo de nuestra táctica política en cada momento concreto, impulsar y encabezar la lucha económica, social, política e ideológica de la clase obrera con una justa línea de frente único social y político y de construcción del Partido, para barrer a los enemigos de clase y cambiar la correlación de fuerzas, recuperando y ganando para una línea de hegemonía proletaria de la revolución a los cuerpos de delegados, comisiones internas, sindicatos y CGT regionales, así como otros organismos de masas populares. Principalmente, en el actual período, a los cuerpos de delegados y comisiones internas de las grandes empresas de concentración del proletariado industrial. Esto creará condiciones a su vez para dirigir al conjunto de la clase obrera y para que ésta dirija a las masas populares en la lucha por la revolución. Lo que exige articular correctamente, en cada momento concreto, las diversas formas de lucha, incluyendo la electoral, y estar preparados para los cambios de situación. Esta estrategia debe presidir toda nuestra táctica.
Y como parte de nuestra táctica política, impulsar la lucha con una justa línea de frente único y de construcción del Partido, para ganar para una línea de hegemonía proletaria a los organismos de masas del proletariado y demás asalariados, del campesinado pobre y medio, de los pueblos originarios, de las barriadas populares, de las mujeres, de los estudiantes, de la mayoría de los intelectuales, profesionales, técnicos y trabajadores de la cultura, de la pequeña burguesía urbana y demás sectores populares.
Todo ello en la perspectiva de que se transformen, en una situación revolucionaria, en organismos de poder, base del gobierno revolucionario, de las milicias y del ejército popular de liberación. Posibilidad que bocetaron el Cordobazo, los levantamientos y las puebladas de fines de la décadas del 60 y principio del 70, y nuevamente las grandes luchas y puebladas de la década del 90 y el Argentinazo del 2001.
La situación revolucionaria, como analizó Lenin en 1915, se caracteriza por tres signos distintivos principales: los de arriba ya no pueden seguir gobernando como hasta entonces; un agravamiento superior al habitual de la miseria y de los sufrimientos de las clases oprimidas; una intensificación considerable de la lucha de masas, empujadas a la misma por el conjunto de dicha situación a una acción histórica independiente. La experiencia histórica ha demostrado que el papel del Partido de vanguardia es imprescindible para transformar una situación revolucionaria en una revolución triunfante. Es en este terreno en el que se sitúa la principal responsabilidad histórica del Partido, y es en relación con esta responsabilidad que está planteada la necesidad de su crecimiento numérico, orgánico, político e ideológico. Y también su preparación para dominar todas las formas de lucha y poder pasar así de una a otra forma en el momento en que esto fuese necesario.
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Concebimos al Comunismo Revolucionario-PMLM como destacamento nacional del proletariado internacional. Defendemos el principio del internacionalismo proletario, que tiene como una de sus principales tareas la solidaridad con las luchas de la clase obrera mundial y los pueblos y naciones oprimidos. Consideramos una tarea prioritaria en el terreno internacional la lucha contra el revisionismo moderno y trabajamos para fortalecer la unidad de los partidos marxistas-leninistas-maoístas. Y para fortalecer las iniciativas y la unidad de acción con las organizaciones marxistas-leninistas y revolucionarias. Nos proponemos unirnos con el proletariado y los pueblos y naciones oprimidas en la lucha contra el imperialismo y la reacción.



