El desembozado intervencionismo imperialista en Venezuela hace temer, cada vez más, una agresión militar de los yanquis y sus aliados en la región para voltear al presidente Nicolás Maduro e instalar como títere al autoproclamado Juan Guaidó. Frustrada la ofensiva de fines de febrero para forzar la renuncia de Maduro, Guaidó inició una gira latinoamericana tratando de recabar apoyos a su autoproclamación, alentada y respaldada por el Departamento de Estado yanqui. El núcleo de esos apoyos fue el Grupo de Lima, creado en 2017 por los gobiernos conservadores y neoliberales de América Latina para ese fin y al que Washington “instruye” desde afuera, y el aval de presidentes como Mauricio Macri, el colombiano Iván Duque, el chileno Sebastián Piñera y el brasileño Jair Bolsonaro, además del Secretario General de la OEA, el rastrero ex frenteamplista uruguayo Luis Almagro. En el caso de Macri, no sorprende demasiado su servilismo proimperialista respaldando y recibiendo el sábado 2 al golpista Guaidó como prueba de amor ofrecida a Washington a cambio de improbables caricias políticas y monetarias.
Guaidó se autoproclamó en una plaza como “presidente encargado” de Venezuela, y en apenas media hora fue oficialmente reconocido por Washington y otros gobiernos. Su reconocimiento como Presidente interino abre vías a una posible invasión militar extranjera contra Venezuela. Sin embargo, el pasado 24 de febrero el propio Grupo de Lima se pronunció en favor de una solución pacífica y descartando una intervención extranjera, probablemente porque la posición divergente, en defensa de la autodeterminación del pueblo venezolano, del nuevo gobierno mexicano de Andrés Manuel López Obrador (conocido como AMLO), resaltó el rastrerismo intervencionista proyanqui de los gobiernos de Colombia, Perú y Chile. También quedó girando en el aire el fascista Bolsonaro, arrinconado por la posición por ahora cautelosa de los jefes militares brasileños.





