“Llegamos al punto de normalizar que en muchos países supuestamente civilizados si uno mata a la mujer se llama femicidio, y eso conlleva una pena más grave que si uno mata a un hombre solo por el sexo de la víctima. Legalizando, de hecho, que la vida de una mujer vale más que la de un hombre”, dijo Milei en el discurso de Davos. Al día siguiente, el ministro de Justicia de la Nación, Mariano Cúneo Libarona dijo en su cuenta oficial de X: “Vamos a eliminar la figura del femicidio del Código Penal argentino. Porque esta administración defiende la igualdad ante la Ley consagrada en nuestra Constitución Nacional. Ninguna vida vale más que otra”.
En primer lugar cabe una aclaración elemental: no es –como afirman los alardeadores de ignorancia del gobierno– que el agravante de la pena existe para cualquier caso de asesinatos a mujeres. La pena se agrava por “femicidio” cuando el asesinato es perpetrado por la pareja, ex pareja –haya o no convivencia– o cuando el crimen es cometido de un hombre “y mediare violencia de género”. Antes, la ley solo contemplaba a las parejas que convivían y no era representativa de los casos reales que llegaban a la Justicia.
Un informe de la Corte Suprema de Justicia de la Nación afirma que “Aproximadamente el 56% de todos los homicidios de mujeres son cometidos por sus parejas íntimas u otros miembros de la familia, mientras que sólo el 11% de todos los homicidios de hombres se cometen en el ámbito privado”. Entonces, el término “femicidio” fue imprescindible para reconocer esta forma más extrema de violencia contra las mujeres, que existe socialmente producto de las relaciones históricas desiguales entre los géneros. Detrás de una supuesta igualdad formal jurídica, Milei y sus séquitos niegan precisamente esta desigual social e histórica entre géneros. A nivel judicial, la figurade “femicidio” permitió castigar con mayor severidad esos hechos y contribuye, además, al debate social necesario para lograr una igualdad real.