Cuando no hay prevención para la salud

Estamos cursando otra vez una epidemia de dengue en nuestro país y países vecinos. Según los datos del Ministerio de Salud de la Nación hasta fines de enero 2016 había 1166 casos confirmados entre los considerados autóctonos e importados (que se contagiaron en países vecinos), a lo que se suman cerca de 500 casos en estudio y 160 probables. Sin embargo, se sospecha que los casos son muchos más de los declarados. Una vez establecido el brote, a la mayoría de los pacientes con síntomas sospechosos no se les hace serología sino que directamente se los trata. Además, las autoridades nacionales reconocieron que la situación va a empeorar, que la epidemia está en progresión y que se espera que afecte a todas las provincias argentinas (Télam, 26/1/2016).

Más de la mitad de los casos se encuentran en las provincias de Formosa y Misiones, seguidas por Córdoba y Buenos Aires; pero se han confirmado casos en casi todas las provincias, incluso más 50 casos en la Ciudad de Buenos Aires. La epidemia afecta a países hermanos como Brasil (donde se han registrado más de 1,5 millones de casos y más de 800 muertes por dengue) y Paraguay (con más de 60 mil casos), entre otros países de Latinoamérica.(1)

Las causas de la epidemia

El virus del dengue, al igual que el zika y la chicungunya, es transmitido por el mosquito Aedes Aegypti. Produce un cuadro de fiebre alta, dolores musculares y erupción cutánea. En caso de una segunda infección por un serotipio diferente puede desencadenar un cuadro de dengue grave, que puede ser mortal. Por suerte, hasta ahora, en Argentina se ha detectado un solo serotipo (el DEN 1). El mosquito es de hábito domiciliario y se reproduce donde hay agua acumulada. Si conocemos todo acerca de la enfermedad, ¿por qué no se pudo prevenir la epidemia?

La respuesta tiene múltiples factores. Incluso la Organización Panamericana de la Salud (OPS) reconoce que la proliferación del mosquito y la reaparición de enfermedades transmitidas como el dengue “se asocia fuertemente a las urbanizaciones no planificadas y las densidades de asentamientos elevados, las malas condiciones de las viviendas [en criollo: villas, asentamientos y hacinamiento], desagües obstruidos; las dificultades con las fuentes de acceso al agua que obliga a almacenar la misma, la inadecuada recolección de los desechos sólidos, el estado socioeconómico asociado a la pobreza y a los programas de salud no priorizados”.(2)

Tanto el kirchnerismo, en la epidemia pasada, como el macrismo, en la actual, han respondido de la misma manera: campañas publicitarias promoviendo medidas domiciliarias como el “descacharreo” y fumigar las zonas más afectadas. Estas medidas pueden ser algo útiles en la urgencia, pero para nada resuelven el problema. La fumigación es tóxica para la salud humana y además se han encontrado mosquitos resistentes a la misma. La propaganda del “descacharreo” está basada en poner la responsabilidad de la epidemia en las víctimas de la misma (la población), sin tener en cuenta las condiciones de vida. Muchas veces el “cacharro” es la forma de guardar agua cuando no hay agua corriente. Además, el impacto se ve limitado si se vive cerca de baldíos, basurales, pozos sépticos precarios, etc. Según esta concepción, el estilo de vida que cada persona adopta es condicionante de su enfermedad y el individuo es culpable de lo que le aqueja. Nada dicen los responsables de las políticas públicas del impacto de la deforestación indiscriminada y la sojización, que han hecho menos permeables los suelos y han favorecido las inundaciones.

Por otro lado, la epidemia desnuda el estado de carencias crónicas en el que se encuentra el sistema público de salud. Los hospitales y centros de salud en los lugares más afectados están sobrepasados, con déficit de insumos y personal, que además tiene salarios bajos y precarizados. Esto se debe a que este Estado no tiene verdaderamente como objetivo sostener un sistema público de salud para resolver la salud del pueblo. En cambio, es más bien un sistema de contención social mientras se busca favorecer el sistema privado de salud. En esto el actual ministro de Salud, Jorge Lemus, también tiene mucha experiencia.

Aun luego de la epidemia anterior, el Estado no ha tenido un plan de prevención y promoción de la salud organizado territorialmente para evitar la proliferación del mosquito, que entre otras medidas incluye resolver el saneamiento de residuos, las cloacas y la provisión de agua corriente. Recién una vez aparecida la epidemia se comenzó con las medidas de fumigación, el reparto de reactivos y analgésicos y campañas publicitarias. Pero se ocultan las causas sociales y la falta de prevención pública.

Problema social,  respuesta social

“Frente a la miseria y la incertidumbre social, los microbios como causa de enfermedad son unas pobres causas”. Esta frase de Ramón Carrillo, primer ministro de Salud de la Nación, bajo la presidencia de Perón, sigue teniendo vigencia. Tomando medidas tanto médicas como sociales es que durante su gestión prácticamente se erradicó el paludismo en el norte de nuestro país, demostrando así también que las condiciones de vida y la estructura social deben ser consideradas cuando se analizan las causas de la enfermedad.

También la experiencia de la China socialista demostró que se puede dar respuesta a la necesidad de salud del pueblo si el Estado –en este caso dirigido por la clase obrera– pasa a ser parte de la solución y se promueve la organización popular. Poniendo énfasis en la prevención y en la atención primaria de la salud, como hicieron en los ‘60 y ’70, prácticamente erradicaron enfermedades como la schistosomiasis, de transmisión sexual y diarreas que azotaban la nación oriental. También lograron la cobertura universal y el índice de expectativa de vida se duplicó en tan sólo 15 años. Lamentablemente, luego de la restauración capitalista, la consecuente privatización del sistema de salud volvió a mostrar su cara más cruda.

Hoy en nuestro país, la movilización y participación del pueblo es fundamental para resolver todo lo que concierne a su salud. Esta movilización social necesita formas de organización específicas y principalmente exigir el sostenimiento del sistema público de salud por parte del Estado, para que sirva a la salud de todo el pueblo.

(1) Informe del Ministerio de Salud (enero 2016), disponible en nuestro blog.

(2) OPS, Dengue y dengue hemorrágico en las Américas: Guías para su prevención y control, 2º ed., 1995.