Salud sigue siendo Ministerio pero, viendo la pésima campaña contra el dengue, debemos concluir que el «ministro» Mario Russo no se ha dedicado precisamente a las políticas de salud pública. Aunque tal vez sí viene sirviendo a las prepagas y los laboratorios, que han más que duplicado sus precios con la venia del gobierno. Ni que hablar de los monopolios como Johnson & Johnson, que fabrican los repelentes cuyo precios se han multiplicado por diez… si se consigue. Mientras tanto, ya van 161 fallecidos por el dengue y la acción más decidida del ministro fantasma fue cuestionar la vacuna, que había sido aprobada por ANMAT en abril de 2023.
¿Qué debería haber hecho el ministro designado por Milei?
Desde un punto de vista del interés general, primeramente Russo debería haber realizado una fuerte campaña de promoción de la salud, convocando campañas de limpieza o «descacharrear» para evitar acumulaciones de agua, dando recomendaciones a la población sobre qué hacer y qué no hacer ante los síntomas, etc. Debería pensar e implementar estrategias de fumigación. Garantizar los insumos en los hospitales y salas de atención primaria. Y promover la vacuna, empezando lógicamente por la población de mayor riesgo.
Sin embargo, el gobierno por ahora sólo inició una tibia campaña de promoción con más de tres meses de retraso (¡asumió el 10 de diciembre!), tras quedar expuesto por su inacción y tras negar el cambio climático –que tiene relación directa con el crecimiento del dengue–. También tuvo algunas reuniones con los fabricantes locales de repelente, que sirvieron para confirmar que estaremos con faltante al menos durante la próxima quincena. Y como siga haciendo campaña contra la vacuna del laboratorio japonés Takeda, nos quedaremos sin dosis. Mientras tanto, el gobierno “colectivista” de Brasil ya está vacunando masivamente y ha garantizado los repelentes a su población.
¿Qué “resuelve” el mercado?
Lo que queda de relieve es que el mercado, endiosado por el gobierno, no sólo no resuelve las necesidades sanitarias del pueblo sino que nos dejó unos repelentes a más de 20 mil pesos el pomito. Lo que sí “resuelve”, evidentemente, son las superganancias de los monopolios que lo fabrican. Porque hace más de un siglo que el capitalismo ha dejado de ser librecambista y ha entrado en su fase monopolista. Es decir, en cada rubro un puñado de monopolios se reparten el mercado mundial, apuntalados por sus estados imperialistas.
Cuando Milei y sus funcionarios insisten en “liberar” el mercado, en realidad están dando vía libre a los precios abusivos de estos monopolios –que son los “héroes” de Milei–. Las consecuencias las vemos no sólo en los repelentes, sino también en los medicamentos, las cuotas de las prepagas, los alimentos, el combustible, etc. Para Milei no existe ni el interés general ni las políticas públicas, porque reivindica aquella idea de su ídola Margaret Tatcher que decía que “la sociedad no existe, sólo existen individuos”. Desde ahí, ataca cualquier organización colectiva –como un sindicato o un centro de estudiantes– porque esa organización limita el poder de estos monopolios –que en verdad son también una forma de organización colectiva, aunque de otra clase social–.
Doctrina Milei
Entonces, según la doctrina Milei, lanzar una campaña pública sería pecar de “colectivista”. La falta de campaña de promoción de la salud es un resultado de esta concepción reaccionaria, que responde a determinados intereses económicos. La falta de control y regulación sobre los repelentes también es un resultado de la política del gobierno y, más particularmente, del mega DNU 70/2023 que por ejemplo derogó la Ley de Abastecimiento. Afirmar que “hubo un shock de demanda”, como dijo el ministro de Economía Caputo, pretende justificar a los monopolios pero no resuelve nada.
Por otra parte, un adecuado manejo de la pandemia de dengue implicaría romper con el fundamentalismo mileísta de déficit cero (tema aparte es la mentira de que todo el problema de la inflación se reduciría a este punto). No sólo para garantizar insumos sanitarios, sino para invertir en la necesaria campaña que, a su vez, implicaría pauta publicitaria. En definitiva, la desastrosa campaña del gobierno nacional contra el dengue no es un error de un ministro sino un resultado propio de su política. El déficit cero no sería negociable… ¿pero las muertes sí?
Afortunadamente, algunos gobiernos provinciales tienen una política activa contra el dengue. Muy a pesar de Milei, Buenos Aires, Formosa, Santa Fe, Tucumán y Chaco tienen laboratorios estatales que fabrican repelente. Y se hacen campañas territoriales de promoción (ver aparte). Pero nada de esto es suficiente frente a la deserción sanitaria del gobierno nacional y a su ajuste infernal, que afecta al sistema de salud en la peor epidemia de dengue.