El pasado 15 de julio se produjo un intento de golpe de estado en Turquía por parte de un sector de las fuerzas armadas, que fue sofocado por el gobierno del presidente Erdogan, del partido AKP.
Anulado el golpe, Erdogan declaró el “estado de emergencia”, por un lapso de al menos tres meses en todo el territorio turco. Fueron detenidos un tercio de los generales del ejército, entre un total de 14.000 detenciones y arrestos. Se otorgan facultades especiales a la policía, se podrá prohibir reuniones y manifestaciones, declarar el toque de queda, y avanzar sobre la libertad de prensa. Se les revocó la licencia a más de 20 radios. Comenzó una purga de funcionarios del Estado con 20.000 despidos. Además deberán renunciar 1500 decanos y rectores de la educación superior, y a 21.000 profesores se les quitó su permiso de trabajo. También suspendió la Convención Europea de Derechos Humanos, lo que podría preanunciar el restablecimiento de la pena de muerte.
El gobierno turco acusa a los golpistas de estar vinculados con Fethullah Gullen, líder de un movimiento opositor integrista islámico que actúa desde su exilio en EEUU, donde se encuentra desde 1999.
Por su parte, el presidente norteamericano Barack Obama negó cualquier implicación o conocimiento previo alrededor del fallido golpe de Estado, descartando por “completamente falsas” las teorías de un apoyo yanqui, y condenó formalmente el levantamiento militar contra el gobierno turco. Por su parte, su vicepresidente de Estados Unidos, Joseph Biden, reclamó al primer ministro turco que respete el “debido proceso” en contra de los responsables del fallido golpe y la democracia.
Turquía es miembro de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), a la que ingresó en 1952 y garantizó como tal la presencia de las tropas de Estados Unidos en la región, incluyendo la instalación de bases militares estadounidense en su territorio. En el transcurso del intento golpista, las autoridades turcas “sellaron” y dejaron sin energía eléctrica la base militar de Incirlik en el sur de Turquía, donde operan contingentes militares y cazas estadounidenses y europeos. Esta base se ubica cerca de la zona dominada por el Estado Islámico, por lo que es estratégica y el Pentágono debió suspender temporalmente los vuelos de su misión contra EI porque las el gobierno turco había cerrado el espacio aéreo en la zona tras el fallido golpe de Estado.
El AKP llegó al poder en 2002. En noviembre de 2015 el gobierno de Erdogan derribó un avión Su24 ruso en la frontera con Siria. Pero siete meses después ha pedido disculpas a Putin por aquel incidente, quien incluso habría contemplado la posibilidad de otorgarle asilo en el transcurso del golpe de estado. Se inició así un período de “reconciliación” con el imperialismo ruso; incluso ahora Erdogan ha manifestado su apoyo al pueblo de Siria y la intención de colaborar con Rusia contra el terrorismo en el país vecino. Hasta el propio Papa Francisco, muy interesado en la región, saludó el acercamiento. Desde el gobierno ruso no descartan que el golpe haya venido de militares descontento con esta realidad. Al mismo tiempo, Europa y EEUU no desearían desprenderse de Turquía como aliado necesario en el escenario de la región.
En este nuevo escenario abierto tras el golpe fallido y la avanzada represiva de Erdogan, el 24 de julio se realizó una movilización de miles de personas con la consigna “Ni golpe de Estado ni Dictadura”.