Nuestro Programa: La necesidad del Partido

Publicamos un extracto de nuestro Programa, aprobado a fines del año pasado. En este número reproducimos el capítulo “La necesidad del partido revolucionario del proletariado”.

 No rompimos con el PTP-PCR para retroceder y mutar en un movimiento de mera lucha reivindicativa, quedando dispersos en tal o cual sindicato, o cuerpo de delegados, o centro de estudiantes, sino para conformar un partido revolucionario de la clase obrera. Rompimos porque denunciamos que una línea antagónica con los objetivos históricos del proletariado ganó la mayoría de la dirección de ese Partido. Y que esa organización, que otrora fuera un orgullo para los revolucionarios, se había convertido en una organización socialdemócrata, donde conviven fracciones y tendencias que se mantienen dentro con el solo propósito de “mostrar un partido unido”.

Así, inmediatamente después de la ruptura a inicios de enero de 2013, se constituyó el Comité de Reconstrucción del Comunismo Revolucionario con los zonales de Bahía Blanca, Capital Federal y Córdoba, integrantes del Comité Central y responsables y miembros de Comisiones Nacionales, que elaboró el 8 y 9 de marzo de ese año su documento de ruptura y fundó el periódico quincenal Vamos por la liberación!, como su órgano regular orgánico, con el objetivo de dar forma y nombre al instrumento de propaganda y organizador nacional. Y luego, casi paralelamente, se constituyó en Tierra del Fuego el Partido Marxista Leninista Maoísta.

Durante 2013 y 2014 se produjeron nuevas rupturas en el PCR, en zonas que se incorporaron al CR del Comunismo Revolucionario: La Plata, Santiago del Estero, Chascomús, se constituyó la Zona Norte del conurbano, y se inició trabajo en Zona Oeste del conurbano y en Río Negro.

A nivel de masas, en este período batallamos contra concepciones que sostienen interrogantes sobre “si construir un verdadero partido político de vanguardia del proletariado es la tarea de la hora”. O con las que se preguntan sí no será el “formato de partido” el problema que en realidad lleva a la derrota de las revoluciones, alimentando un “movimientismo” que cuestiona la necesidad del partido de vanguardia y el carácter de clase del Estado.

Otras concepciones plantean la necesidad de “armar” movimientos de masas y recién desde allí construir el Partido. Esa idea en realidad no construye nunca el Partido, porque en definitiva lo considera en sí mismo, por su sola existencia, sectario o dogmático, equivocando el camino en cuanto a la verdadera polémica con el dogmatismo, y relegando la dirección de los procesos de masas en aras de la “amplitud”.

Estas concepciones, en definitiva, cuestionan la época del imperialismo y las revoluciones proletarias, y cuestionan la esencia, el carácter del Estado opresor y la complejidad de la lucha para destruirlo y construir un Estado revolucionario. Es imposible que la revolución triunfe sin un partido político del proletariado, formado por miembros de la clase obrera y el pueblo que asuman consecuentemente sus principios revolucionarios, su programa y estatuto; poderoso en su formación teórico-política, capaz de fusionar el socialismo científico con el movimiento obrero y de integrarlo con las particularidades de cada país; poderoso en su organización revolucionaria, capaz de ponerse a la cabeza de las luchas de la clase obrera y de todas las clases y sectores interesados en la revolución para que la clase obrera pueda cumplir ese papel motriz y directriz. Esta es una polémica de plena vigencia en el presente y hacia el futuro con posiciones revisionistas, que consideran en realidad que la actual etapa de la revolución democrática y antiimperialista que tenemos planteada, puede ser desarrollada sin la hegemonía del proletariado. O que la revolución en nuestro país oprimido por el imperialismo es directamente socialista, lo que está reñido con la estructura de nuestro país dependiente y en disputa entre los imperialismos, cambiando así la contradicción fundamental que hoy tenemos planteada, y el camino principal de acumulación de fuerzas revolucionarias. Dado que tener en claro la contradicción fundamental es esencial para ubicar los blancos de la revolución. Cuando esta concepción se cambia política y teóricamente, en forma “confusa”, o se pretende cambiarla en los hechos, se cambian las alianzas, los amigos y los enemigos.

Se transforma al Partido en un mero instrumento que “habla de la revolución” y el socialismo, pero que en la práctica gira alrededor de la lucha por la hegemonía de algún sector de las clases dominantes, que puede permitirle llegar al “poder”, “de alguna forma”. O que conciben el camino parlamentario como el único posible para realizar “al menos” algunos cambios, y llaman a esto en definitiva “aproximación al poder”. Estas posiciones vacían poco a poco el contenido revolucionario del Partido hasta degenerarlo por completo.

Porque una cosa es aprovechar momentos y procesos para abrir el camino revolucionario para conquistar la liberación nacional y social, y otra cosa es “hablar” de revolución mientras se apuntala la línea de “conquistar el poder” sin destruir el Estado opresor, abonando la “salida intermedia” al mejor estilo del revisionismo moderno.

Pero proclamar la necesidad de construir un partido de vanguardia no quiere decir que la tarea esté resuelta. Apenas es el primer paso.

Sostenemos la construcción del partido político revolucionario del proletariado como la forma superior de su organización de clase, asentado fundamentalmente en el proletariado industrial, y cuya misión es dirigir al proletariado y a las masas populares en la lucha revolucionaria por el poder contra sus enemigos. La teoría que guía su acción es la teoría revolucionaria del proletariado: el marxismo-leninismo-maoísmo.

El objetivo final es el triunfo mundial de la sociedad sin explotadores ni explotados, el comunismo. Sociedad en la que en toda la tierra hayan sido eliminadas todas las clases, los privilegios y opresión. Sociedad en la que desaparecerá la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo y con ella la oposición y subordinación entre el trabajo manual e intelectual, entre el campo y la ciudad, entre el hombre y la mujer y las desigualdades sociales que acarrea. Sociedad en la que el trabajo no será solamente un medio de vida sino el medio principal de realización humana y en la que, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crecerán también las fuerzas productivas. Sociedad en la que fluirán abundantemente los manantiales de la riqueza colectiva y se habrá logrado una nueva conciencia. Esto hará realidad el lema: “de cada cual según su capacidad, a cada cual según sus necesidades”.

Nuestra época es la época del imperialismo y las revoluciones proletarias. En la época actual existen tres grandes contradicciones: la primera contradicción es entre la burguesía y el proletariado; la segunda es la contradicción entre un puñado de naciones imperialistas y los países, naciones y pueblos oprimidos por el imperialismo (dependientes, semicoloniales y coloniales); la tercera contradicción es la que existe entre las diferentes potencias imperialistas y entre los distintos monopolios y grupos de monopolios imperialistas; contradicciones que se influencian recíprocamente. La crisis del sistema capitalista imperialista en curso agudiza estas contradicciones.