San Martín y Artigas

“Compatriotas: yo os dejo con el profundo sentimiento que causa la perspectiva de vuestra desgracia; vosotros me habéis acriminado aun de no haber contribuido a aumentarlas, porque éste habría sido el resultado si yo hubiese tomado parte activa en la guerra contra los federalistas. […] En tal caso era preciso renunciar a la empresa de libertar al Perú, y suponiendo que la suerte de las armas me hubiera sido favorable en la guerra civil, yo habría tenido que llorar la victoria con los mismos vencidos. No, el general San Martín jamás derramará la sangre de sus compatriotas y sólo desenvainará la espada contra los enemigos de la independencia de Sudamérica”.

El texto anterior forma parte de la proclama que San Martín dirigió el 22 de julio de 1820, desde Chile, a los habitantes rioplatenses, días antes de emprender la expedición al Perú. “Los federalistas” a los que hace referencia eran la llamada Liga de los Pueblos Libres, comandados por Artigas desde la Banda Oriental. Y a quienes reprocha es a los gobernantes porteños, que le habían ordenado volver con el Ejército de los Andes para reprimir a los federales.

Como dice en la proclama, San Martín rechazó la orden, convencido de que las disputas internas no tenían ningún sentido, y de que había que dedicarse únicamente a la tarea de derrotar el colonialismo español.

Guerra civil y guerra independentista

En 1816 el escenario rioplatense presentaba una situación sumamente compleja. Tras la restauración de Fernando VII en España, las tropas colonialistas habían aplastado las revoluciones independentistas en todo el resto continente. Desde el Alto Perú, las tropas españolas intentaban avanzar hacia el sur, solo detenidas por las montoneras dirigidas por Güemes. La Banda Oriental, Córdoba, Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos y Misiones habían conformado en 1815 la Liga de los Pueblos Libres, comandada por Artigas. Por otra parte, bajo la égida de Buenos Aires catorce provincias declararon la Independencia en 1816 en el Congreso de Tucumán, nombrando un Directorio a cargo de Pueyrredón. Desde Cuyo, San Martín organizaba la contraofensiva independentista con el Cruce de los Andes. Y, hacia fines de año, los portugueses iniciaban una ofensiva militar desde el Brasil para apropiarse de la Banda Oriental.

O sea, la guerra de independencia todavía estaba abierta, principalmente contra los españoles, pero también contra los portugueses, ambos en ofensiva. Y en el territorio rioplatense se enfrentaban dos proyectos, uno comandado desde la Banda Oriental y el otro desde Buenos Aires. ¿Cuál era el contenido de este enfrentamiento? En líneas generales, era la expresión en esas circunstancias de la lucha por la hegemonía que atravesó la revolución desde su inicio: por un lado, una corriente avanzada, con posiciones consecuentemente revolucionarias que planteaba la lucha a fondo contra España –así como contra cualquier otra potencia– y al mismo tiempo una serie de medidas que subvirtieran el régimen económico, social y político heredado de la colonia; por el otro una corriente que expresaba principalmente los intereses de aristocracia criolla de hacendados y comerciantes porteños, más vacilante en cuanto a la decisión independentista y que pretendía que el régimen heredado –del cual eran beneficiarios– no sufriera grandes modificaciones. Pero, como siempre, la realidad histórica presentaba matices y complejidades, y tanto entre los que respondían a Artigas como entre los que respondían a Pueyrredón había distintos sectores: es el caso de San Martín, que se mantenía alineado con el Directorio, pero con una posición indeclinablemente independentista, lo que incluso lo llevó a la ruptura.

¿Hacia dónde apuntar los fusiles?

Esta pregunta atravesaba a todos los actores de la revolución rioplatense. Artigas siempre había planteado la necesidad de la unidad de todas las provincias, sobre una base federal y no de subordinación al centralismo porteño. Fue la política de los gobiernos asentados en Buenos Aires lo que lo terminó llevando a conformar la Liga de los Pueblos Libres, pero aun así no abandonó sus aspiraciones de unidad. Cuando los portugueses comenzaron la invasión de la Banda Oriental, llamó a unir fuerzas contra españoles y portugueses.

Pero el Directorio porteño tenía otros planes. Si bien Pueyrredón había apoyado la campaña de Los Andes de San Martín, ahora su objetivo era imponerse sobre las provincias que dirigía Artigas. Así, fueron cómplices de la invasión portuguesa a la Banda Oriental, que veían como la posibilidad de destruir finalmente al caudillo oriental, y se lanzaron a dividir y someter al resto de las provincias. Fue en estas circunstancias que el Directorio ordenó a San Martín, cuyo Ejército de los Andes había concretado la epopeya del cruce de la cordillera, derrotando a los españoles en Chacabuco y Maipú y liberando Chile, y que estaba preparando la expedición al Perú, que volviera con sus tropas para reprimir y someter a los federales.

San Martín se negó. Y el 13 de marzo de 1819 envió una carta a Artigas en la que le proponía una mediación para que cese la guerra civil y unirse contra los españoles: “Cada gota de sangre americana que se vierte por nuestros disgustos me llega al corazón. Paisano mío, hagamos un esfuerzo, transemos todo, y dediquémonos únicamente a la destrucción de los enemigos que quieran atacar nuestra libertad”. Y agregaba: “No puedo, ni debo analizar las causas de esta guerra entre hermanos […], pero sean cuales fueren las causas creo que debemos cortar toda diferencia y dedicarnos a la destrucción de nuestros crueles enemigos, los españoles”. San Martín no veía el contenido real del enfrentamiento y equivocaba quiénes eran los principales responsables de este, pero no se presó a ser un peón del Directorio “derramando la sangre de sus compatriotas”. Como era previsible, fue el propio Pueyrredón el que se opuso y frustró la mediación ofrecida por San Martín, al que envió una carta recriminándole su intervención: “lejos de necesitar padrinos, estamos en el caso de imponer la ley a la anarquía”.

Caminos bifurcados

La negativa de San Martín rompió sus relaciones con el gobierno porteño, y la guerra civil continuó. La sanción de una constitución centralista en Buenos Aires en mayo de 1819, que generó un gran rechazo en el interior, decidió a los federales a marchar sobre Buenos Aires, al mando de Francisco Ramírez de Entre Ríos y Estanislao López de Santa Fe. El 1 de febrero de 1820, con la Batalla de Cepeda, caía finalmente el Directorio, abriéndose la posibilidad de imponer una organización nacional federal y enfrentar a españoles y portugueses. Pero, pocos días antes, Artigas había sufrido una fuerte derrota en manos de los portugueses en Tacuarembó. Con su peso debilitado, los caudillos federales decidieron abandonarlo, pactando con Buenos Aires y dejando la Banda Oriental librada a su suerte. Perseguido por el propio Ramírez, Artigas finalmente acabaría exiliándose en el Paraguay, del que ya no volvería a su tierra natal.

La caída del Directorio también tuvo un fuerte impacto en San Martín. De ahí la proclama citada al principio, donde lamentaba la situación rioplatense y planteaba los riesgos para la Independencia: “Si dóciles a la experiencia de diez años de conflictos no dais a vuestros deseos una dirección más prudente, temo que cansados de la anarquía suspiréis al fin por la opresión y recibáis el yugo del primer aventurero feliz que se presente”. Ya sin el respaldo de un gobierno rioplatense, solo con el apoyo de su ejército y del gobierno de Chile, decidió seguir adelante con la lucha contra los españoles. En julio de 1821 lograba la independencia del Perú, pero poco después terminaría retirándose y dejando el mando a Simón Bolívar. Odiado, difamado y amenazado por la oligarquía porteña, ahora dirigida por Rivadavia, tendría que embarcarse rumbo al exilio en Europa. Tampoco él pisaría nuevamente las tierras que tanto había hecho por liberar del yugo colonial.

Fue la hegemonía de las elites de terratenientes y comerciantes porteños la que terminó condenando a San Martín y Artigas a finalizar sus vidas en el abandono y el ostracismo. Pero para quienes, en las nuevas circunstancias, seguimos luchando por la revolución y una verdadera independencia, son dos figuras fundamentales de la historia de luchas del pueblo latinoamericano.