¡Pobre Pinedo!

“Gano $ 83.000 y con una inflación del 35 %, es difícil”. Así trató de justificar el presidente provisional del Senado, Federico Pinedo, el repudiado dietazo que aumentó 47% la remuneración de los Senadores nacionales. Para completar, se quejó porque le cobran impuesto a las ganancias: “Se dijo que había aumentado el 47 por ciento y la verdad es que aumentó 18 por ciento en el bolsillo, porque todo se lo lleva el impuesto a las ganancias”.

El acosado por la inflación Pinedo no muestra la misma sensibilidad frente a la jubilación mínima de apenas $ 5660 con la que tienen que vivir 16 millones de personas, o con respecto al salario mínimo vital y móvil de $ 7560, o a la continuidad del impuesto a las ganancias sobre los salarios de miles de trabajadores. Todo lo que su gobierno a determinado.

Tampoco parece en este caso valer la preocupación por el déficit fiscal. Los monopolios, bancos y terratenientes que aplaudieron y reclamaron más ajuste en el coloquio de Idea tampoco verán escandalizados este gasto en las dietas: los senadores como Pindeo no trabajarán de sol a sol, pero están siempre listos a votar dócilmente las leyes que ellos necesitan. Es parte del costo –la parte en blanco, sin contabilizar los montos que fluyen en negro bajo diversas formas de corrupción- del funcionamiento del Estado argentino controlado por los imperialismos y las clases dominantes locales.