San Martín: Libertador y Protector del Perú

José de San Martín fue uno de los líderes más importantes de la guerra de independencia rioplatense y de toda Latinoamérica. Tras llegar a Buenos Aires en 1812, se puso a la cabeza de la preparación militar y la guerra contra los españoles, organizando los Granaderos a Caballo, reorganizando el Ejército del Norte y llevando adelante la campaña de los Andes. Tras la liberación de Chile, organizó la expedición libertadora al Perú, el principal foco realista que quedaba en América. En este número de Vamos! analizaremos esta campaña, la liberación del Perú y la obra de gobierno que llevó adelante San Martín.

La campaña libertadora al Perú

En abril de 1918, con la Batalla de Maipú, el Ejército de los Andes había sellado la liberación de Chile. A partir de ese momento, los esfuerzos de San Martín estuvieron destinados a organizar una nueva expedición hacia el núcleo de la contrarrevolución realista en América: el Virreinato del Perú. Allí, los españoles se habían hecho fuertes desde el inicio de la gesta independentista americana, recibiendo a los españoles exiliados de Buenos Aires y Chile y merced al apoyo de una aristocracia peruana fuertemente conservadora. Ésta se aterrorizaba por la posibilidad de un proceso revolucionario que levantara a las masas populares, como había pasado con la rebelión de Tupac Amaru, y prefería abogar por moderadas reformas liberales dentro del régimen colonial.

En medio de esto, en el Río de la Plata el enfrentamiento entre la oligarquía porteña y la Liga de los Pueblos Libres conducida por Artigas llegó a su punto culminante. San Martín no vio el contenido real de esta disputa, considerando que lo único que hacía era debilitar la lucha contra los españoles, pero, aun así, cuando Pueyrredón le ordenó volver con su ejército a reprimir a los federales lo desobedeció. La Batalla de Cepeda de 1820 produjo la caída del gobierno central y la disgregación provincial, por lo que San Martín quedaba sin un Estado rioplatense que lo respalde.

Con el apoyo de O’Higgins en Chile y del Ejército de los Andes, San Martín decidió seguir adelante. La expedición al Perú se inició en agosto de 1820 desde Valdivia, desde donde zarpó una escuadra de 25 buques con 1.600 tripulantes y unos 4.500 soldados chilenos y argentinos. Estos debían ser el puntal para enfrentar a los 23.000 hombres que tenía el ejército español en Perú.

Llegado a tierras peruanas, el ejército libertador se engrosó con el apoyo local y bloqueó el puerto de Lima. Al compás de los triunfos militares, en muchas regiones del Perú comenzaron a producirse levantamientos independentistas con la participación de criollos, mestizos e indígenas. Un sector de la aristocracia peruana, e incluso de españoles, decidió optar por el bando independentista, en el que confiaba para mantener el orden social.

Ese mismo año en España se producía la Revolución liberal de Riego, que obligó a Fernando VII a jurar una Constitución liberal. El ejército realista en Perú quedó dividido y la oficialidad liberal se amotinó destituyendo al Virrey Pezuela y reemplazándolo por De la Serna. Aun así, con todo el norte del Perú a favor de la independencia, el dominio del mar perdido y fracasadas las negociaciones, el nuevo virrey optó por abandonar Lima, retirándose al interior y estableciendo su cuartel general en el Cuzco.

El 12 de julio de 1821 el ejército de San Martín entró victorioso en la capital virreinal de Lima. El 28 de julio proclamó la Independencia del Perú: “El Perú es desde este momento libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende, ¡Viva la patria!, ¡Viva la libertad!, ¡Viva la independencia!”. Un cabildo de las elites limeñas conformó un gobierno provisorio, nombrando a San Martín “Protector del Perú” con plena autoridad política y militar.

Protector del Perú

San Martín decidió aceptar el puesto hasta tanto se lograra derrotar a los españoles y estabilizar la situación para realizar un Congreso Constituyente. En su labor contaría con la importante colaboración del morenista Bernardo de Monteagudo. El panorama no era sencillo: los españoles seguían controlando la mayoría del territorio peruano y el nuevo gobierno sufría la falta de recursos financieros.

Entre las medidas más importantes del Protectorado estuvo la expropiación de los bienes de los españoles y americanos ubicados del lado realista: “Todos los bienes de españoles residentes en Europa y los que hayan emigrado a los lugares ocupados por las armas del rey deben ser secuestrados comprendiéndoles la misma ley a los americanos que abandonando los intereses de su patria, hayan seguido el ejército enemigo o estén con las armas en la mano al servicio de él”. Los españoles que permanecieron en Perú fueron mantenidos bajo constante vigilancia, y muchos serían expulsados más tarde.

En cuanto a medidas sociales, se declaró la libertad de vientres para los esclavos nacidos desde la independencia: “Cuando la humildad ha sido altamente ultrajada y por largo tiempo violados sus derechos, es un gran acto de justicia, si no resarcirlos enteramente, al menos dar los primero pasos al cumplimiento del más santo de todos los deberes. Una porción numerosa de nuestra especie ha sido hasta hoy mirada como un efecto permutable, y sujeto a los cálculos de un tráfico criminal: los hombres han comprado a los hombres […]. Las instituciones de los pueblos han establecido el derecho de propiedad en contradicción al más augusto que la naturaleza ha concedido”. Esto se sumaba a la liberación de los esclavos que se unieron al ejército libertador. Se eliminaron los tributos y se otorgó ciudadanía a los indígenas, que constituían el 58% de la población: “Sería un crimen consentir que los aborígenes permanecieses sumidos en la desgracia moral a que los tenía reducidos el gobierno español y continuasen pagando la vergonzosa exacción que con el nombre de tributo fue impuesta por la tiranía como signo de señorío. […] En adelante no se denominarán los aborígenes, indios o naturales; ellos son hijos y ciudadanos del Perú, y con el nombre de Peruanos deben ser conocidos”.

Se fomentó la creación de escuelas y bibliotecas, se sancionó la libertad de imprenta, se ordenó quitar de los edificios y plazas los monumentos y placas en homenaje a los conquistadores y a España, se crearon los primeros símbolos patrios del Perú y se avanzó en conformar y fortalecer un ejército y una Marina peruana. A su vez, San Martín convocó a la elección de representantes para la conformación de un Congreso Constituyente que decidiera sobre la forma de gobierno a adoptar.

Mientras tanto, proseguía la guerra contra los españoles en el Perú, y San Martín envió a Guayaquil 1.400 soldados en apoyo del ejército de la Gran Colombia comandado por Antonio José de Sucre.

La retirada

Pasado un año, las dificultades seguían siendo acuciantes. Las elites peruanas no perdonaban a San Martín las medidas sociales que había tomado para con los esclavos e indígenas, las que se negaban a aplicar. Y el ala liberal de éstas, hasta hace poco defensora del régimen colonial, se oponía furibundamente a las ideas de San Martín y Monteagudo, que para evitar la disgregación y las guerras civiles, eran partidarios de la instalación de una monarquía constitucional.

La guerra contra los realistas, asentados en el interior del Perú y en el Alto Perú (Bolivia) con unos 15.000 soldados, continuaba siendo una importante amenaza. Ante la solicitud de apoyo a Buenos Aires, el gobierno porteño de Martín Rodríguez y Rivadavia negó toda colaboración. Además, los conflictos con el jefe de las fuerzas navales, el marino escocés Thomas Cochrane, llevaron a la expulsión de su escuadra. La única opción que quedaba para derrotar definitivamente a los españoles era Simón Bolívar, que venía avanzando desde el norte.

En julio de 1822 se produjo la entrevista de los dos libertadores en Guayaquil. Bolívar venía de la victoria de Quito, y estaba respaldado por el poderoso Estado de la Gran Colombia, mientras que San Martín no tenía un Estado que lo respalde y enfrentaba fuertes dificultades en el Perú. Así, la finalización de la campaña libertadora quedaría al mando del venezolano.

San Martín decidió retirarse dejándole sus tropas a Bolívar y renunció a todos sus cargos: “Mis promesas para con los pueblos en que he hecho la guerra están cumplidas: hacer su independencia y dejar a su voluntad la elección de sus gobiernos: por otra parte, ya estoy aburrido de oír decir que quiero hacerme soberano. Sin embargo, siempre estaré pronto a hacer el último sacrificio por la libertad del país, pero en clase de simple particular y no más”.

Emprendió su regreso a Buenos Aires y, mientras Rivadavia le negaba la entrada, falleció su esposa Remedios. Difamado y amenazado por el gobierno porteño, decidió abandonar el país rumbo a Europa, donde viviría hasta su muerte en 1850.

Tras la retirada del Libertador, el Perú entró en una escalada de conflictos producto de las disputas entre distintas facciones de las elites, que oscilaban entre la autonomía, apoyar a Bolívar y pasarse al bando español. Incluso Lima fue reconquistada por los realistas en dos ocasiones. Finalmente, solo la intervención de Bolívar y Sucre permitiría expulsar definitivamente a los españoles del Perú, triunfado el 8 de diciembre de 1824 en la Batalla de Ayacucho.