Argentinazo: la pesadilla de los gobiernos antipopulares

Desde los medios de comunicación del gobierno y las clases dominantes se recuerda el 2001 como uno de los peores momentos para el pueblo, que sufrío como pocas veces hambre, desocupación y represión. Sin embargo, buscan ocultar lo fundamental: la gigantesca respuesta popular a esta situación al grito de “¡que se vayan todos!”.

El 19 y 20 de diciembre fue estallido de rebeldía popular que sacudió la Argentina. En medio de una fuerte crisis económica y social, por primera vez el pueblo en las calles volteó un gobierno. Fue detonado por la declaración del Estado de Sitio el día 19 de diciembre.

Desde hace años el hambre y la desocupación hacían estragos y se generalizaban las luchas de las organizaciones de desocupados, los “piqueteros”, con puebladas en distintos puntos del país. El 13 de diciembre se realizó un paro nacional de las dos CGT y la CTA. El corralito bancario, declarado el 1 de diciembre, afectaba a amplios sectores de capas medias y asalariados. En el interior, campesinos se organizaban contra el remate de sus tierras. En octubre de 2001, el “voto bronca” había sido la primera fuerza electoral.

La crisis económica y social encendió la crisis política. Se iba produciendo una fractura dentro de las clases dominantes, que buscaban un recambio por arriba. Sectores alentados por Duhalde y Alfonsín promovieron saqueos en la provincia de Buenos Aires, aprovechando la desesperante situación social. Sin embargo, la envergadura de la rebelión popular desbordó los planes de un golpe institucional, imprimiendo su sello al Argentinazo.
Entrevistamos a Sergio Párraga, uno de los miles de protagonistas de aquellas jornadas. En 2001 militaba en la Juventud Comunista Revolucionaria (JCR); hoy integra el Comité de Reconstrucción del Comunismo Revolucionario (CR) y es parte de la Agrupación Clasista Lucha y Trabajo.

– ¿Qué hiciste durante el Argentinazo?

–El 19 de diciembre, frente a la declaración del Estado de Sitio, los compañeros se juntaron en Ingeniería de la UBA y salieron a las calles. La respuesta popular fue inmediata, esa noche en pocas horas desbordó la Plaza de Mayo, fue un Porteñazo. Me acuerdo yendo en el tren era impresionante escuchar a la gente que salía a la calle, golpeando los postes de luz, encendiendo fogatas, estaba todo cortado. Esa misma noche renunció Cavallo, el Ministro de Economía.

A la mañana temprano en Ingeniería fuimos sumando a los compañeros y distribuyendo tareas para ver cómo organizar una columna para avanzar sobre Plaza de Mayo. Avanzamos por Paseo Colón, después Bolivar, por el Colegio Buenos Aires y cuando llegamos ahí ya era irrespirable el aire por los gases. En la Plaza estaba la caballería montada repartiendo a palo limpio, tratando de desalojar a gente que estaba sentada, que levantaba los brazos en una actitud pacífica pero de protesta, como diciendo “de acá no me vas a sacar”. En un momento aparecen las Madres de Plaza de Mayo y les reparten palazos también desde los caballos.

Entonces volvemos y nos ubicamos sobre la Diagonal Sur. Al mediodía empezamos a armar unas barricadas, sobre todo para generar humo y fuego que se lleven los gases, porque no se podía respirar. Un montón de gente se suma cuando empezamos a sacar los paneles de madera de una obra en la Legislatura y armar las fogatas, muchos que salían de trabajar, de camisa y corbata. A partir de ahí con las gomeras y los elementos que teníamos ahí empezamos a tratar de parapetarnos para enfrentar los disparos de balas de goma que venían desde la Plaza, porque la esquina de la Plaza la había tomado la Infantería.

– Esta respuesta del pueblo a la represión, ¿qué grado de organización tuvo?

–En la Diagonal Sur había mínimo 2000 o 3000 personas. Había un grupo de 400 o 600 que iba y venía: tiraban a la Policía, volvían porque eran gaseados o repelidos con balas de goma. Se volvían sobre el monumento a Roca, donde había 1000 o 2000 personas más, que te traían cosas para enfrentar la represión: agua, pañuelos, limones. Gente que vivía por ahí o que se había acercado. Entonces tenías en el monumento como una retaguardia que te abastecía a esos 400 o 600 que iban hacia el Cabildo al enfrentamiento. Y cuando se te agotaban las cosas volvías. A su vez otro grupo tenía que mantener prendido el fuego, la barricada para que el calor se llevara los gases lacrimógenos. Había una organización del trabajo casi espontánea en esa gran masa que estaba participando. A la vez, nosotros habremos sido alrededor de 80 compañeros que estábamos organizados siendo parte de todo eso.

Lo mismo que estábamos viendo sobre Diagonal Sur lo veíamos sobre Av. de Mayo, Diagonal Norte, la 9 de Julio, eran decenas de miles en total. Entonces nos íbamos enterando que pasaban los autos de civil disparando, que se habían producido las muertes a pocas cuadras sobre Av. de Mayo y Maipú. Para ver la masividad, hay que tener en cuenta que este estallido se dio en todas las ciudades del país. De los 38 muertos que tuvieron esas jornadas, 6 fueron en Capital y los otros en diferentes ciudades.

Hacia las 4 o 5 de la tarde decidimos volver a Ingeniería para ver cuál era en general la situación. Cuando vamos caminando por Independencia se oyen una cantidad enorme de gritos de la gente de los balcones, así como cuando se mete un gol en un partido de Boca-River: era que De la Rúa había renunciado. Me acuerdo que los combates seguían por la Av. Independencia cuando nos retirábamos. Pasó una patrulla tirando balas de goma con una escopeta desde las ventanas. Tratamos de hacer un movimiento de bloquearle el paso porque había una barricada. Los combates eran generalizados.

-¿Sobre qué experiencias se basó la respuesta popular?

–Estaba muy presente todo lo de las puebladas anteriores. El Santiagueñazo en 1993, Cutral-Co, donde hubo dos puebladas en ´96 y ´97, Tartagal, puebladas en ciudades petroleras porque la privatización de YPF del menemismo había dejado a miles de trabajadores en la calle y los pueblos se habían transformado en ciudades fantasma. Fantasma porque no había laburo, no porque no había gente.

De esas puebladas se masificó la idea del piquete, el corte de ruta. Se utilizaron las gomeras, con las que se defendían los piquetes. Después empezaron a aparecer las Molotov… Y fueron todas las cosas que nosotros íbamos implementando en ese momento. Después cuando en el ´97 se dio el Jujeñazo; aparecieron los baldes de agua para enfrentar los gases, la división del trabajo en la gente que protagonizaba las puebladas: los balderos, los gomeros… Es los que iba surgiendo como una organización casi miliciana para enfrentar la represión. Acá en la ciudad el tema de los balderos no existió, pero sí quienes se dedicaban a patear los gases a las bocas de alcantarillas para que se apaguen.

Un antes y un después

El Argentinazo marcó un antes y un después en la historia de nuestro país. Se abrió un profundo cuestionamiento a las instituciones del Estado: el gobierno, el Congreso, los jueces, los partidos del sistema, la policía, etc. Esto es lo que expresó el cantito de “Que se vayan todos”, que no deja de retumbar como una pesadilla para las clases dominantes.
No es casual que, a pesar de sus diferencias, cuando murió Néstor Kirchner todos los medios del sistema hayan destacado su “mérito” en “recomponer la gobernabilidad”.

Aunque no logró imponer una salida popular, el Argentinazo dejó huellas muy profundas que se expresan a través de múltiples vías: hoy frente a cualquier reclamo se corta la calle o se realiza un escrache, siguen en marcha muchas fábricas recuperadas, se generalizó el método asambleario que retoma la experiencia de las asambleas populares del 2001, se profundiza la recuperación de organismos de masas en el movimiento obrero y popular. El descrédito hacia las instituciones del Estado sigue latente y vuelve a emerger una y otra vez. Ese es el gran drama de los distintos sectores dominantes en este momento cuando se debaten cómo descargar la crisis sobre las espaldas del pueblo y a la vez evitar un nuevo estallido.

Entonces, a 12 años, sigue vigente el camino que marco el pueblo con el Argentinazo, en el que decide su propio destino independiente de las clases dominantes. Hoy el desafío es reconstruir el frente popular, continuar en la recuperación de cuerpos de delegados y comisiones internas en el movimiento obrero, y enfrentar las medidas antipopulares que se preparan. Así será posible avanzar por un camino liberador.