Benetton y el origen del latifundio

En un tono algo burlesco, el administrador de Benetton en Argentina llamado Ronald Mac Donald se refirió al reclamo ancestral de territorio reclamado por los mapuches: “Mis abuelos son originarios de Gran Bretaña, de las tierras altas de Escocia. Esto es lo mismo que yo esté fuera de Escocia y queriendo reivindicar de hace 100 o 300 años quizás una parte que nos correspondiera por una cuestión familiar”(1). En el mismo sentido, un periodista hace alarde en su programa televisivo del título de propiedad de Benetton obtenido en 1991, cual si fuera una pieza sagrada de una cultura moderna.

El detalle que ocultan es el origen de esa propiedad terrateniente: el genocidio de naciones originarias, también mal llamado “Conquista del Desierto” (1878-1885) por el ex presidente J.A. Roca y sus defensores. Esta campaña también tuvo su correlato del otro lado de la cordillera: la “Pacificación de la Araucanía” (1861-1883). Ambas expediciones militares tuvieron como objetivo llevar las fronteras de los estados argentino y chileno más allá de los límites que incluso se habían llegado a acordar previamente con la nación mapuche.

Los títulos de propiedad de las 844.200 hectáreas (en Chubut, Santa Cruz, Río Negro, Neuquén y Buenos Aires) que compró Benetton a través de la Compañía de Tierras del Sud Argentino S.A. (CTSA) tienen su origen en este genocidio. Esta “sociedad” anónima fue inicialmente inglesa, llamada “The Argentinian Southern Land Company Ltd”, que fue creada para administrar los campos de varios lores ingleses que habían recibido esas tierras como parte de pago del Estado Argentino a la Corona Británica por haber financiado, 10 años antes, la campaña de Roca.(2)

Entonces, los títulos que hoy ostenta Benetton fueron escritos con sangre, con crímenes de lesa humanidad que hoy se consideran imprescriptibles. Y están reñidos también con el reconocimiento en nuestra propia Constitución de los pueblos pre-existentes. ¿Es válido un título originado en un delito?

En conclusión, el análisis jurídico interesadamente sesgado por Benetton y sus periodistas amigos es la reafirmación de ese genocidio. Y, desde el punto de vista del pueblo, no aporta soluciones a los conflictos que hoy persisten, atravesados por cuestiones nacionales e intereses de clase.

La otra cuestión es el interés social que se puede aplicar a toda propiedad y también a este territorio. El administrador Mac Donald se jacta emplear a 130 personas de manera directa y “dar trabajo a unas 200 personas con una economía sustentable” en Argentina. Esta “economía sustentable” equivale aproximadamente ¡a un trabajador por cada 4 mil hectáreas! Nadie niega las difíciles condiciones en la Patagonia, pero… ¿no sería posible un mejor aprovechamiento del territorio?

Otra parte de esta supuesta “economía sustentable” –pero que se ha puesto en debate en los últimos años– es la megaminería, de oro particularmente. El Grupo Benetton es dueño de la megaminera Minsud Resources Corp, la cual posee 180.000 hectáreas de concesiones mineras en las provincias de San Juan, Río Negro, Chubut y Santa Cruz con distintos grados de avance. Por eso Benetton tuvo un revés con el plebiscito de 2003 que prohibió la minería de oro en Chubut, plebiscito en que la unidad de mapuches y criollos fue determinante.

Entonces, cuando el gobierno estigmatiza a los mapuches no es en defensa de la “patria argentina” sino de los intereses de terratenientes y monopolios, antagónica con los originarios y con el conjunto del pueblo argentino. En cambio, es necesario reconocer efectivamente las naciones pre-existentes para la búsqueda de soluciones. Es un tema complejo. Pero hoy este debate está cerrado para el gobierno. Mientras tanto, urge la prórroga de Ley 26.160 que suspende los desalojos a comunidades originarias.

(1) elpais.com, “Benetton y los mapuches, batalla sin fin en la Patagonia argentina “, 2017.

(2) federico-soria.blogspot.com.ar, “Benetton: el mayor terrateniente de Argentina”, 15/8/2017.