Defensores de la Independencia

El norte del actual territorio argentino, y dentro de este la provincia de Salta, desde 1811 eran uno de los principales escenarios de la guerra independentista, con constantes avances y retrocesos. En 1812 el territorio salteño había estado directamente ocupado por los realistas, pero con la Batalla de Salta en febrero 1813, Belgrano había conseguido expulsarlos.

Tras la derrota de Belgrano y su reemplazo en el mando del Ejército del Norte por San Martín en 1814, los ejércitos independentistas recibieron una importante incorporación: Martín Miguel de Güemes, salteño y miembro del Ejército revolucionario desde sus inicios, se puso a la cabeza de una partida de gauchos que, mediante la guerra de guerrillas, se habían levantado contra los españoles, obligándolos nuevamente a retirarse de Salta. El nuevo comandante del Ejército patriota, Rondeau, designó a Güemes jefe militar de la zona comprendida entre Tucumán y Tarija (Bolivia) y lo incorporó junto a unos 1.000 gauchos a la vanguardia de sus tropas.

Guerra de guerrillas y tercera expedición al Norte

A principios de 1815 Rondeau emprendió una tercera campaña con el objetivo de liberar el Alto Perú; pero pronto se hicieron evidentes los conflictos con Güemes. Rondeau venía de haber sido el encargado de disputar con Artigas el control de la Banda Oriental, en lo cual había fracasado. Probablemente por eso desconfiaba de Güemes, que aunque provenía de una familia de la elite local, tenía la misma inclinación de Artigas a rodearse de gauchos y gente del pueblo, quienes lo llamaban “el Padre de los Pobres”.

Es que en las tropas del caudillo salteño, los llamados “infernales” (para disgusto también de la Iglesia) no había leva forzosa, todos eran voluntarios. Era el mismo pueblo en armas, arrendatarios, pequeños campesinos, peones, incluso algunos indígenas, que ante la falta de apoyo financiero desde Buenos Aires, estaba armado con machetes, lanzas, azadas, boleadoras y unos pocos fusiles y carabinas. Así describía el comandante de las fuerzas españolas, Pezuela, a las tropas de Salta: “de tres a cuatro mil gauchos, o gente de campaña, armados de arma blanca. Descubro que su plan es de no dar ni recibir batalla decisiva en parte alguna, y sí de hostilizarnos en nuestras posiciones y movimientos. […] nos hacen casi con impunidad una guerra lenta pero fatigosa y perjudicial”.

El 14 de abril, en su avance hacia el norte, las tropas a cargo de Güemes lograron una victoria aplastante en Puesto de Márquez (Jujuy). Pero las diferencias con Rondeau llevaron a que el caudillo salteño se retirara del Ejército del Norte, tras lo cual fue designado gobernador de la provincia por el cabildo local en reemplazo del designado por Buenos Aires.

El 29 de noviembre, en la Batalla de Sipe-Sipe, Rondeau fue dura y definitivamente derrotado, sellando la pérdida del Alto Perú. Vale citar una anécdota que ilustra de cuerpo entero a Rondeau: la noche anterior a la batalla, mientras los soldados vivían en la miseria, éste recibía en su tienda de campaña a visitantes extranjeros agasajándolos con mujeres, dulces y con toda ostentación. Rondeau emprendió la retirada hasta Tucumán, al mismo tiempo que declaró a Güemes traidor y desertor. Tras algunas semanas de enfrentamientos, en marzo de 1816 se llegó a un acuerdo: Güemes quedaría como comandante de la frontera norte y continuaría con sus métodos de guerra gaucha, auxiliando al Ejército del Norte ahora a cargo de Belgrano.

Defensores y vendedores de la independencia

1816 fue un momento difícil y de definiciones para la gesta independentista. Con Fernando VII nuevamente en el trono español, los ejércitos realistas habían aplastado los procesos revolucionarios en el resto de Latinoamérica. San Martín se encontraba en Cuyo preparando la expedición libertadora a través de los Andes. Y desde la Banda Oriental, la figura de Artigas emergía como el líder de un proyecto independentista, federal y popular, lo que se había reafirmado con la realización del Congreso de los Pueblos Libres.

En este turbulento escenario es que el Directorio encabezado por Álvarez Thomas convocó al Congreso de Tucumán. Recordemos que tras la derrota de Sipe-Sipe, la garantía de la defensa de la frontera norte, y por lo tanto de la realización del Congreso, era la acción conjunta del Ejército del Norte y las guerrillas gauchas de Güemes.

Tras la Declaración de Independencia el 9 de Julio, Güemes instó a sus gauchos a prestar juramento a ésta, aclarando que a quien “quisiera aún seguir la dura dominación del Rey de España […] se le franquearía libre pasaporte para su retiro a los dominios de Europa”. Dada la efectividad de la táctica guerrillera en Salta, el nuevo Director Juan Martín de Pueyrredón, con el apoyo de San Martín, ordenó que el ejército se retirara hasta Tucumán y ascendió al caudillo a coronel mayor. Éste y sus gauchos se mantuvieron hostigando y repeliendo a los invasores en el norte, coordinando por carta con San Martín para posibilitar la campaña de este a través de Los Andes.

Pero no todos los salteños tenían la misma decisión independentista de Güemes. La oligarquía salteña tenía otros planes: protestaba porque Güemes había suspendido el comercio con el Alto Perú y por los impuestos y préstamos forzosos que les aplicaban a sus propiedades y fortunas para sostener la guerra, y le retaceaba todo apoyo, desconfiando de las masas de gauchos armados que seguían al gobernador. También se le oponía el gobernador de Tucumán, Bernabé Aráoz. En 1821, aprovechando su ausencia, intentarían derrocarlo, acusándolo de “engañar a la muchedumbre, fomentar los vicios, despreciar al honrado ciudadano, quitarle sus bienes hasta arruinarlo y constituirlo en la miseria, disponer de las propiedades a su antojo”, etc. Gráficamente, a este golpe se lo llamó “La revolución del Comercio”. Cuando Güemes y sus gauchos regresaron a Salta, los golpistas habían huido, muchos uniéndose directamente a los españoles.

Unos meses después, miembros de la oligarquía salteña guiaron a las tropas españolas en una nueva invasión, ocupando Salta. En su retirada, Güemes resultó herido con un balazo en la espalda. En sus últimos días de vida, rechazó continuos sobornos de los españoles y ordenó al coronel Vidt: “¡No me descanse hasta no arrojar fuera de la Patria al enemigo!”. El 17 de junio de 1821 el caudillo salteño fallecía. El pueblo de Salta concurrió en masa a su entierro. Por el contrario, en la Gaceta de Buenos Aires se informaba: “Murió el abominable Güemes al huir de la sorpresa que le hicieron los enemigos. ¡Ya tenemos un cacique menos!”. Güemes fue el único general argentino caído en acción de guerra exterior. Diez días después, los españoles fueron definitivamente expulsados de Salta y del Norte argentino.