El “Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política”

En 1859 Carlos Marx publicó Contribución a la crítica de la Economía Política, obra que constituye una etapa importante en la economía política marxista. Previamente, Marx había dedicado quince años a investigaciones científicas y al estudio de infinidad de publicaciones para elaborar los fundamentos de su teoría económica. En agosto-septiembre de 1857 comenzó a sistematizar los datos recogidos e hizo el primer borrador de una extensa obra que buscaba publicar. Luego decidió publicar el trabajo por partes. Firmó un contrato con el editor berlinés F. Dunker y publicó el primer fascículo de esta obra en junio de 1859.

Inmediatamente, Marx se dispuso a publicar el segundo. Pero terminó girando hacia la publicación del primer tomo de El Capital en 1867. En esta obra –publicada doce años después– incluyó las tesis fundamentales del libro Contribución…, tras volver a redactarlas y desarrollarlas en mayor profundidad. Aunque el prólogo de Contribución…, sin embargo, contiene algunas síntesis fundamentales de lo que sería su obra intelectual tanto en relación a la economía política como a la filosofía y lo metodológico. Reproducimos algunos extractos, centrados en la relación entre la base económica y la superestructura político-ideológica. (Prólogo completo aquí.)

“(…) En 1842-43, siendo redactor de la Gaceta del Rin(1) me vi por vez primera en el trance difícil de tener que opinar acerca de los llamados intereses materiales. Los debates de la Dieta renana sobre la tala furtiva y la parcelación de la propiedad del suelo, la polémica oficial mantenida entre el señor von Schaper, a la sazón gobernador de la provincia renana, y la Gaceta del Rin acerca de la situación de los campesinos del Mosela, y, finalmente, los debates sobre el libre cambio y el proteccionismo, fue lo que me movió a ocuparme por vez primera de cuestiones económicas. Por otra parte, en aquellos tiempos en que el buen deseo de «marchar adelante» superaba con mucho el conocimiento de la materia, la Gaceta del Rin dejaba traslucir un eco del socialismo y del comunismo francés, teñido de un tenue matiz filosófico. Yo me declaré en contra de aquellas chapucerías, pero confesando al mismo tiempo redondamente, en una controversia con la Gaceta general de Augsburgo(2), que mis estudios hasta entonces no me permitían aventurar ningún juicio acerca del contenido propiamente dicho de las tendencias francesas. (…)

Mi primer trabajo, emprendido para resolver las dudas que me asaltaban, fue una revisión crítica de la filosofía hegeliana del derecho, trabajo cuya introducción vio la luz en 1844 en los Anales franco-alemanes, que se publicaban en París. Mi investigación desembocaba en el resultado de que, tanto las relaciones jurídicas como las formas de Estado no pueden comprenderse por sí mismas ni por la llamada evolución general del espíritu humano, sino que radican, por el contrario, en las condiciones materiales de vida cuyo conjunto resume Hegel, siguiendo el precedente de los ingleses y franceses del siglo XVIII, bajo el nombre de «sociedad civil», y que la anatomía de la sociedad civil hay que buscarla en la Economía Política. En Bruselas, a donde me trasladé en virtud de una orden de destierro dictada por el señor Guizot, hube de proseguir mis estudios de Economía Política, comenzados en París. El resultado general a que llegué y que, una vez obtenido, sirvió de hilo conductor a mis estudios, puede resumirse así: en la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas revoluciones, hay que distinguir siempre entre los cambios materia¬les ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra, las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de revolución por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta con¬ciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. A grandes rasgos, podemos designar como otras tantas épocas de progreso, en la formación económica de la sociedad, el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués. Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de producción; antagó¬nica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un anta¬gonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los indi¬viduos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por tanto, la prehistoria de la sociedad humana. (…)”


(1) La Nueva Gaceta del Rin. Órgano de la Democracia (Neue Rheinische Zeitung. Organ der Demokratie) se publicó diariamente en Colonia bajo la redacción de Carlos Marx del 1 de junio de 1848 al 19 de mayo de 1849; F. Engels formaba parte de la redacción.

(2) Allgemeine Zeitung (Gaceta general): diario alemán reaccionario fundado en 1798; desde 1810 hasta 1882 se editaba en Augsburgo. En 1842 publicó una falsificación de las ideas del comunismo y del socialismo utópicos y Marx lo denunció en su, artículo El comunismo y el «Allgemeine Zeitung de Augsburgo».