La FUA por la universidad del pueblo liberado

Los días 9 y 10 de noviembre de 1968, burlando el aparato represivo de la dictadura de Onganía, los delegados de más de 50 centros de estudiantes de todo el país se reunieron clandestinamente en el Consejo Nacional de Centros (CNC) de la Federación Universitaria Argentina (FUA) para discutir las tareas del movimiento estudiantil.

Una de las primeras medidas “antisubversivas” del gobierno de la autodenominada “Revolución Argentina” instaurada en 1966 había sido la intervención de la Universidades, suprimiendo el cogobierno y la autonomía, y prohibiendo las organizaciones estudiantiles. De este modo, el estudiantado fue desde el primer momento un bastión de oposición y resistencia antidictatorial, lo que le valió mártires como el cordobés Santiago Pampillón.

Tras un período de repliegue, el movimiento estudiantil comenzó su reactivación en 1968, al calor de acontecimientos mundiales como la revolución vietnamita, el ejemplo del Che y el Mayo Francés, y de las luchas obreras que se plasmaron en la conformación de la CGT de los Argentinos. El 8° Congreso de la FUA había sancionado la hegemonía del Frente de Agrupaciones Universitarias de Izquierda (FAUDI), ligado al recientemente conformado PCR, con Jorge Rocha como presidente de la Federación. Así, el 14 de junio la FUA llevó a cabo un paro estudiantil nacional en conmemoración del 50° Aniversario de la Reforma Universitaria de 1918, el 28 de junio realizó una gran movilización conjunta con la CGT-A y el 12 de septiembre un nuevo paro a dos años del asesinato de Pampillón.

En esas condiciones las organizaciones estudiantiles convocaron el Consejo Nacional de Centros. Bajo la presidencia honoraria de “los petroleros en lucha, el pueblo vietnamita y el Che Guevara”, los delegados discutieron arduamente acerca de la caracterización de la etapa abierta en el país, la política universitaria de la Intervención dictatorial, y el rol y los objetivos que debía impulsar el movimiento estudiantil, tomando y actualizando los contenidos de la Reforma del 18. Uno de los aportes más significativos del CNC fue la sustitución de la consigna de “una universidad abierta al pueblo” por la de “la universidad del pueblo liberado”, situando al estudiantado como uno de los aliados fundamentales de la clase obrera en un proceso de liberación dirigido por esta. Fue con estas definiciones que la FUA encaró el año 1969, cuando se desataron las luchas obreras y estudiantiles que hirieron de muerte a la Dictadura y desataron un profundo auge revolucionario en la Argentina.

A continuación, reproducimos parte del Informe Complementario rendido por Jorge Rocha ante el CNC en representación de la Junta Ejecutiva de la FUA.

La FUA en las calles contra la Dictadura de Onganía.

Jorge Rocha, Presidente de la Federación Universitaria Argentina 1968-69.

“Encaramos este CNC en momentos en que la intervención Universitaria apresura, a partir de la reunión de Alta Gracia, su etapa “constructiva” en la universidad argentina. Etapa en que todo indica que multiplicarán sus esfuerzos para conformar una Universidad empresarial, elitizada y con una estructura vertical y represiva. Todo ello bajo el manto de los subsidios imperialistas, y acompañada paralelamente de una identificación mayor con los objetivos de las universidades privadas y confesionales. […]

Hoy día aparecen distintas teorías del intervencionismo, sobre el camino a seguir; sin embargo, nos parece que sigue siendo dominante a nivel nacional la política de reducción de la población universitaria para reorientarla tras los planes educacionales del gran empresariado y el imperialismo, y para ello la acentuación de la represión ante los hechos de lucha estudiantiles. Sería erróneo analizar este plan superficialmente. Responde al plan general de la dictadura y actualmente a lo que entiende esta por “tiempo social”. El interventor de UTN, Sobrevilla, en un folleto de reciente aparición, lo explica sin cortapisas; se trata de adecuar la universidad al proceso de “industrialización” y ubicar a sus egresados, en su mayoría en relación de dependencia, pero siempre con adecuada mentalidad empresaria. Para ello buscan reorganizar la universidad e impulsar el departamentalismo tecnocrático y otras medidas de ese carácter.

Uno de los aspectos esenciales de la política intervencionista, un aspecto que se torna indispensable para que ellos puedan avanzar, es el de lograr un estudiantado entregado, sujeto pasivo de sus planes, con mentalidad genuflexa. Ellos necesitan un estudiantado que desde su ingreso se entregue como materia prima para ser moldeado como futuro tornillo del engranaje empresario e imperialista. A lo sumo un tornillo con cierta jerarquización y unos pocos pesos más por mes que un trabajador no especializado. Y desde ya también, materia pasiva en los planes más generales del país, en su vida política, etc. Ellos pretenden una universidad que barra política, cultural y socialmente el rol del movimiento estudiantil.

Pero tales planes no responden a los intereses de nuestro pueblo sino a los de una ínfima minoría que lucra con el trabajo de la gran mayoría de los argentinos. Esa universidad no es la que necesita construir nuestro pueblo, que por otra parte solo podrá concretarla en forma definitiva a partir de realizar cambios de fondo en lo político, en lo económico y en lo social. A esa universidad de los monopolios y el imperialismo, le oponemos la universidad del pueblo liberado, la universidad que en su estructura, contenido y composición tenga una sola meta, la de contribuir al desarrollo de una sociedad popular sin dependencia extranjera ni minorías usufructuarias. A la universidad elitizada y con el estudiantado como sujeto pasivo le oponemos la universidad del pueblo liberado con incidencia protagónica estudiantil. […]

La incidencia estudiantil en la universidad irrumpe con fuerza en 1918 en Córdoba y hoy transita el continente y varios países del mundo; no la podrá liquidar la dictadura con decretos y leyes. Claro que hoy el protagonismo es objetivo e instrumento de nuevos contenidos liberadores universitarios y generales, distintos a los que fueron los marcos de la reforma de 1918. Incluyendo aquellos postulados del ‘18 aún vigentes, emergen hoy los principios de una nueva universidad, la universidad del pueblo liberado, por la que tenemos que luchar desde ya como parte de la programática de liberación social y nacional del pueblo argentino. No se trata de negar lo progresivo del hecho histórico del’ 18, pero tampoco postular la vuelta a una etapa que hoy la realidad nos impone como superada. Se trata de integrar la nueva realidad socioeconómica y cultural en los marcos de la liberación social y cultural del pueblo.

Construir la universidad del pueblo liberado no será espontánea tarea de futuras generaciones, sino lucha actual cotidiana de un estudiantado incidiendo en la vida universitaria y junto al pueblo en el país. Y será tarea desplegada, sin trabas que impidan su concreción definitiva y creadora, cuando se concrete la emancipación social y nacional y la derrota de los equipos de la minoría dominante como la actual dictadura de Onganía. Por ello es que el movimiento estudiantil debe oponer su orientación en cada práctica, en cada programa de estudio, en cada concurso, en torno a la estructuración universitaria, a la permanencia de la policía en las aulas, en torno a la problemática que aqueja al pueblo argentino y batir asimismo la teoría del “sujeto pasivo” a través de la actividad masiva, con decisión de victoria y con una organización consecuente con tales postulados. Oponer simplemente objetivos de “reconquista democrática” a quienes nos imponen un plan global, es no comprender la etapa que vive el país; de más está aclarar que entendemos lo democrático integrado en lo liberador. Y oponer sólo consignas políticas generales al intervencionismo es no comprender el carácter de la contradicción que afecta a la sociedad argentina, es regalarle a la reacción el campo de batalla en el que deben procesar a miles de estudiantes hacia la conjunción de esfuerzos con los trabajadores y el pueblo tras los postulados de una universidad nueva, creadora, del pueblo y a su entero servicio, integrante de las pautas programáticas de una verdadera revolución argentina.

Esta es nuestra programática de lucha en la universidad argentina de 1968. A cincuenta años del estallido reformista nos proponemos nuevos contenidos universitarios y generales; ningún Astigueta, ningún decreto o estatuto vertical concebirá luchar por imponer una Universidad con un movimiento estudiantil activo y protagónico, que parte de los nuevos entornos nacionales, latinoamericanos y mundiales.”