Los 25 de Mayo de Juana Azurduy

Juana Azurduy nació en 1780 cerca de Chuquisaca (Sucre en la actual Bolivia), parte entonces del Alto Perú, en el Virreinato del Río de la Plata. Su madre era indígena y su padre criollo. Ambos murieron jóvenes y la familia de Juana decidió mandarla a un convento para hacerla monja. Pero a los 17 años la expulsaron. Luego se casó con Manuel Ascencio Padilla, con quien compartía los ideales independentistas y con quien tendría cinco hijos.

El 25 de mayo de 1809, exactamente un año antes de la Revolución de Mayo, estalló la Revolución en Chuquisaca, que destituyó al gobernador español e instauró una junta de gobierno. En La Paz, Pedro Murillo dirigió otro alzamiento. Ambos fueron hitos fundamentales en los inicios de la lucha por la independencia. Azurduy y Padilla se sumaron a la Revolución en Chiquisaca, que se sostuvo varios meses hasta que fue derrotada por las tropas españolas.

Después de la Revolución de Mayo, se sumaron al Ejército del Norte que lideraba Manuel Belgrano. Juana consiguió reclutar a 10 mil originarios, comandó tropas, colaboró con Juan Martín de Güemes y libró más de treinta batallas. En 1816, a pedido de Güemes,  el Directorio en Buenos Aires la distinguió con el grado de teniente coronel y Belgrano le dio su propio sable. Pero la guerra en el Alto Perú fue cruenta y Juana perdió todo: su casa, su tierra y a cuatro de sus hijos que murieron por diversas enfermedades. Al poco tiempo, el propio Manuel Padilla fue herido de muerte. Juana siguió combatiendo hasta 1821, cuando Güemes fue asesinado.

En 1825, de regreso en su tierra y sumida en la pobreza, recibió una visita sorpresiva: era Simón Bolívar, que quería conocerla. Bolívar dijo entonces: “Este país no debería llamarse Bolivia en mi homenaje sino Padilla o Azurduy, porque son ellos los que lo hicieron libre”. Al ver las condiciones en las que vivía, Bolívar le otorgó una módica pensión, que en 1857 le quitaron. Casi como una ironía, Juana murió un 25 de mayo de 1862, sola, pobre y olvidada. Sin embargo, en las últimas décadas, las luchas de los pueblos latinoamericanos, y en particular de las mujeres, volvieron a poner a Juana Azurduy en el lugar que siempre le correspondió como una de las grandes heroínas de nuestra independencia.