¿Qué es el Estado?

Los actuales planteos “anti-Estado” de Javier Milei ponen en debate justamente qué es el Estado y cuál es su papel en una sociedad de clases. En su obra El Estado y la Revolución, Vladimir Lenin –el gran dirigente de la Revolución Rusa– cita varios pasajes de Federico Engels, donde este explica de forma muy precisa que el Estado “no es de ningún modo un poder impuesto desde afuera de la sociedad”. En cambio, el Estado surge en un proceso histórico cuando la sociedad quedó dividida en clases. Señala Engels que “a fin de que estos antagonistas, estas clases con intereses económicos en pugna, no se devoren a sí mismos y a la sociedad en una lucha estéril, se hace necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el choque, a mantenerlo en los límites del «orden»”. Por eso el Estado, señala Lenin, es “manifestación y producto del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase”.

¿Cómo hace el Estado para “amortiguar” los choques entre clases y garantizar, de este modo, el dominio de las clases dominantes sobre las clases dominadas? Uno de los aspectos fundamentales de todo Estado, según Engels, es “la institución de una «fuerza pública» que ya no es el pueblo armado. Esta fuerza pública especial se hace necesaria porque, desde la división de la sociedad en clases, es imposible una organización armada espontánea de la población”. Por eso, agrega Lenin: “El ejercito permanente y la policía son los instrumentos fundamentales de la fuerza del poder estatal”.

A esos destacamentos se añaden toda una serie de instituciones como el aparato jurídico, las cárceles y otros, que forman parte del “corazón” del Estado. Y, a la vez, “para mantener un poder público especial, situado por encima de la sociedad, son necesarios los impuestos y la deuda pública”. A modo de síntesis, Engels señala que “como el Estado nació de la necesidad de refrenar los antagonismos de clase, y como, al mismo tiempo, nació en medio del conflicto de esas clases, es, por regla general, el Estado de la clase más poderosa, de la clase económicamente dominante, que, con ayuda de él, se convierte también en la clase políticamente dominante, adquiriendo con ello nuevos medios para la represión y la explotación de la clase oprimida”.

Por este motivo, es totalmente falaz la argumentación de Milei que contrapone el “libre mercado capitalista” al Estado. El capitalismo, como todo sistema de dominación de clase, necesita indefectiblemente al Estado para reproducir la explotación de las clases dominadas. Todo esto Milei lo sabe muy bien. Por eso la motosierra puede afectar a las universidades, a la salud y a los jubilados, pero difícilmente escuchemos que se hayan despedido coroneles, prefectos, policías y jueces. Por el contrario, muchos de ellos son parte de una verdadera casta –alevosa en sectores como el Poder Judicial– pero que escapa selectivamente los ataques del actual presidente. Es que en Argentina, el Estado también se conformó como instrumento de las clases dominantes, los terratenientes, la burguesía intermediaria y el imperialismo, en un proceso en el que se llevaron a cabo tres genocidios: la guerra del Paraguay, la “conquista del desierto” y el exterminio de las rebeliones federales. Todos en la segunda mitad del siglo XIX, que tanto gusta al libertario.

Al mismo tiempo, en un complejo proceso en el que se combinaron las necesidades de reproducción ideológica y social de las clases dominantes con los reclamos obreros y populares de más de un siglo, el Estado se fue haciendo cargo de áreas como la educación, la salud o la seguridad social. En estas áreas Milei concentra más su ataque. A la inversa, son las que destaca la retórica del “Estado presente” del kirchnerismo. La idea del “Estado presente” absolutiza esta segunda cuestión sin observar lo primero y fundamental que señalamos más arriba: la esencia del Estado es su carácter de instrumento de dominación de las clases oprimidas. Sin esta perspectiva, que implica la acumulación de fuerzas para una revolución que destruya ese Estado opresor y lo sustituya por un Estado popular, es muy complicado enfrentar de manera consecuente a las fuerzas reaccionarias.