El 3 de abril fue recibida en Ushuaia por el presidente Milei, la jefa del Comando Sur de EEUU, generala Laura Richardson. Ni el gobernador ni el intendente se prestaron para agasajar a una de las principales figuras político-militar del imperialismo que acompañó a los ingleses en la guerra de 1982. Al día siguiente, Milei volvió a fotografiarse con Richardson en Aeroparque para recibir una “donación” de un avión Hércules. Toda una sobreactuación fue para graficar la “nueva doctrina de política exterior de la Argentina”, según él mismo explicitó. “Las alianzas tienen que estar ancladas en una visión común del mundo y no deben someterse a los que atentan contra los valores de Occidente”, agregó. No explicitó si los “valores de Occidente” incluyen la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas o la ocupación inglesa. Pero sí queda claro que los enemigos serían China, Rusia y sus aliados.
El lugar que ocupa Argentina en esta disputa geopolítica es por la importancia creciente como paso entre el Pacífico y el Atlántico por el estrecho de Magallanes. El canal de Panamá no da abasto para la circulación de los cargueros cada vez más grandes entre los océanos; además de lo vulnerable que es desde el punto de vista militar. Este es el motivo fundamental por el cual la OTAN sostiene su base en las Islas Malvinas con armamento nuclear. Gran Bretaña encaró en las Islas la realización de un gran puerto de asistencia a los barcos que naveguen por esa zona. El gobierno provincial de Tierra del Fuego había proyectado la realización de un puerto multipropósito en Río Grande pero con capitales chinos, cediendo soberanía, pero debió dar marcha atrás y el proyecto pasó a ser soberano 100% nacional. Por el contrario, ahora, el gobierno anunció la construcción con Estados Unidos de un puerto en Tierra del Fuego, e incluso su operación, sin dar precisión alguna.