Reseña: “De cadenas y de hombres”

“La cadena no se parece a la imagen que me había hecho de ella. Me representaba la cosa a ritmo rápido: el de las ‘cadencias infernales’ de las que hablan los panfletos. La primera impresión es, por el contrario, la de un movimiento lento pero continuo de todos los coches. […] Tres sensaciones delimitan este nuevo universo. El olor: un olor áspero de hierro quemado, de polvo de hierro. El ruido: los taladros, los zumbidos de los sopletes, los martillos sobre las láminas. Y el gris, todo es gris: los muros del taller, las armazones metálicas de los 2 CV, las ropas de trabajo de los obreros. Hasta sus rostros parecen grises, como si el reflejo opaco de las carrocerías que desfilan ante ellos se les hubiera quedado pegado”.

A fines de 1968, tras recibirse de la universidad, Robert Linhart ingresa como operario a la Citroën de la Porte de Choisy, en París, una fábrica de 1.200 obreros. Como militante de un grupo maoísta francés, y al calor de los acontecimientos del Mayo Francés, decide “establecerse” o, como se conoce en nuestro país, “proletarizarse”, para realizar un trabajo político y organizativo entre la clase obrera. Esta experiencia es la que más tarde recogerá en “De cadenas y de hombres”, publicada por primera vez en 1978.

El relato se inicia con el choque que produce en el recién establecido la entrada al mundo fabril y su incorporación como un eslabón más de “la gran cadena”. Así, lo veremos transitar por distintos puestos – soldadura, vidrios, asientos, balancines– intentando superar su ineptitud para el trabajo manual, y conoceremos junto con él la diversidad de actores que pueblan “lo que a primera vista me había parecido una maquinaria humana homogénea”: el soldador argelino Mouloud, que intenta sin éxito enseñarle a soldar; el capataz Huguet, que controla las asistencias; el yugoslavo Georges, que le brinda un socorro inesperado para cumplir su cuota; Simón, el viejo francés con sueños de revolución; Primo, el combativo siciliano del taller de pintura, y muchos otros. “Un vertiginoso torbellino de nacionalidades, de culturas, de sociedades destruidas, atomizadas, saqueadas, que la miseria y la expansión mundial del capitalismo arrojan, en migajas, a los múltiples canales de drenaje de la fuerza de trabajo”. Un nuevo universo cuyo centro de gravedad está siempre ocupado por los objetos, por las mercancías, que ejercen una constante dictadura sobre los seres humanos que los crean: “Las carrocerías, los guardafangos, los capós, son lisos, relucientes, multicolores. Nosotros, los obreros, somos grises, sucios, gastados. El objeto se ha chupado todo el color y no queda nada para nosotros”.

Durante los primeros cuatro meses de trabajo, el cansancio, el miedo y la vigilancia irán evidenciando que el trabajo político no era tan fácil ni tan rápido como pensaba: “Soñaba con ser un ardiente agitador y heme aquí obrero pasivo, prisionero del puesto”. A lo que se suma la desorganización sindical, con un sindicato amarillo directamente al servicio de la patronal (la CFT), y una seccional de la CGT sin fuerza ni decisión de lucha. La resistencia solo la adivinará oculta en pequeños gestos de ayuda entre los obreros, en una escaramuza por el robo de un minuto de descanso o en algún misterioso accidente que detiene por unos minutos los engranajes.

Pero la calma finalmente se quebrará cuando la Citroën resuelve imponerles una “recuperación”, ampliando la jornada en 45 minutos, la mitad de los cuales serían gratis en retorno por las jornadas perdidas durante las huelgas de 1968. A partir de allí veremos activarse un nuevo engranaje: el de la organización clandestina y la lucha obrera. Bajo la consigna de defender la “dignidad” de los trabajadores, asistiremos a la organización del “comité de base de Citroën- Choisy”, que se pondrá al hombro la lucha contra la “recuperación”, proponiéndose detener el incesante ritmo de la cadena y enfrentando la brutal maquinaria disciplinadora y anti-huelga de la empresa: “Es así como se producen automóviles. Unas máquinas moldean la lámina y otras el material humano”.

Testimonio de una experiencia, estudio sociológico y ensayo literario, “De cadenas y de hombres” nos interna en el corazón mismo del capitalismo, la condición obrera y la lucha revolucionaria. “Intenta olvidar la lucha de clases cuando eres obrero de fábrica: el patrón no la olvida, puedes contar con él para que te recuerde su existencia”.