Sin cepo a los despidos

Según publicó el propio diario La Nación, hubo 107.000 despidos en lo que va del año (8/3/16). La cifra es impactante y además llama la atención que el sinceramiento venga de este diario oligarca. Desde ya, lo que no hace el diario es responsabilizar en lo más mínimo al Macri.

Es evidente que las empresas privadas aprovecharon el momento de despidos siguiendo el claro ejemplo que se da desde el Estado. Pero el problema es más profundo aun.

Los sectores más afectados

Según la UOCRA, en la construcción se perdieron 54.000 puestos de trabajo entre noviembre a fines de enero. Analizan que los despidos provienen mayoritariamente de retrasos y parálisis en la obra pública, especialmente en planes de vivienda. (No llama la atención, sin embargo, la tibieza de la conducción de este sindicato frente a esta realidad.)

Otro sector muy afectado es la metalurgia: Antonio Caló, de la UOM y secretario de una de las CGT’s, admitió 3.000 despidos e incluso aceptó que podrían llegar a 10.000. Esto en parte tiene que ver con la crisis brasilera, gran demandante de nuestras exportaciones. Pero también influyen las medidas de liberación de las importaciones.
La crisis y la apertura a las importaciones también han afectado particularmente a la industria textil, otro de los sectores más afectados.

Las cifras muestran la realidad de las consecuencias de la economía macrista, mientras favorece a monopolios y terratenientes en nombre de una “revolución productiva” (¡?!). Si bien el gobierno señala que no llegaron las inversiones que esperaba, en última instancia los despidos son parte de su táctica de negociación paritaria para bajar los reclamos salariales. Liberales ortodoxos y desarrollistas heterodoxos se parecen mucho en tiempo de crisis.

Desarrollismos…

Las Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación (DJAI, que implementó el kirchnerismo y derogó el macrismo) obligaban a autorizar pedido a pedido determinadas importaciones, constituyendo una traba burocrática. La política de “intercambio compensado” del gobierno K –que establecía que cada empresa pueda importar a lo sumo un monto equivalente a lo que exporta– sumaba una traba contable. Desde la visión kirchnerista, eran “lo posible” sin tocar la dependencia estructural de nuestro país. Pero evidentemente no podían resolver ni reemplazar una verdadera política de desarrollo industrial nacional independiente, e incluso en determinadas situaciones eran contraproducentes con la producción nacional.

Un ejemplo para ilustrar lo limitado de la “defensa de la industria nacional” al estilo K: Una empresa que se dedicaba a fabricar transformadores para el mercado interno no podía importar un insumo básico como el cobre (que se extrae pero no se refina en Argentina). Una empresa como Techint, que se dedica principalmente a la exportación de caños sin costura, no tenía problemas en importar un transformador o cualquier otra maquinaria que en realidad se podría fabricar acá (con otra política económica). Tal es así que incluso en Página/12 se admite que los obstáculos a las importaciones se concentraron en las ramas industriales que mostraban “menor capacidad sustitutiva” (suplemento Cash, 28/2/16).

Entonces, a Prat Gay le fue relativamente fácil plantear que las DJAI y el “intercambio compensado” trababan la economía. Pero evidentemente el ajuste que implementan tampoco tiene nada de beneficioso para el pueblo y la Nación. Siembran ilusorias expectativas en que vendrán inversiones salvadoras de imperialismos. Pero en este mundo nadie invierte si no es para llevarse “sus” ganancias, más aun en un mundo en crisis.

La crisis económica no se resuelve ni con burocracia ni con ajuste. Claramente la Argentina poco podrá hacer para evitar la crisis mundial. Lo que sí puede hacer es confiar en su propia liberación como medio para resolver su situación económica y social. El acuerdo con los fondos buitres van, en cambio, en sentido opuesto. Las consecuencias ya las conocemos… porque ya las venimos sufriendo.