“La rebeldía estalla ahora en Córdoba y es violenta, porque aquí los tiranos se habían ensoberbecido y porque era necesario borrar para siempre el recuerdo de los contra-revolucionarios de Mayo. Las universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalización segura de los inválidos y -lo que es peor aún- el lugar en donde todas las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que las dictara.” (Manifiesto Liminar de la Reforma, 21 de junio de 1918)
Tras un año y medio de gobierno de Yrigoyen, el régimen universitario continuaba con su sello oligárquico: en las tres universidades nacionales (Buenos Aires, Córdoba y La Plata) solo accedían los hijos de las elites y el sistema era obsoleto y reaccionario. En Córdoba se sumaba la fuerte influencia de la Iglesia.
Al calor de los vientos de la Revolución Rusa, en 1818 estalló en Córdoba el movimiento por la reforma. Los estudiantes se declararon en huelga, ocuparon las facultades y realizaron multitudinarias concentraciones y movilizaciones. Se constituyó la Federación Universitaria de Córdoba y la de Argentina.
Finalmente, el gobierno radical intervino la Universidad y se dictó un nuevo estatuto. Así se implantó el cogobierno de docentes, estudiantes y graduados, la libertad de cátedra, la autonomía universitaria, se renovaron los programas de estudio y se abrieron las puertas de la universidad a más estudiantes. La reforma marcó un antes y un después para el movimiento estudiantil y el sistema universitario de nuestro país, y sus ecos se extendieron por toda América Latina.
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