Entrando a una catástrofe industrial

Según el INDEC, a marzo de 2025 la actividad económica total creció un 0,3% en comparación con enero de 2023. Los sectores que la impulsan son Petróleo y Minería, el Agro –gracias a una buena cosecha– y los Servicios. Sin embargo, han caído la Construcción en un -14,8%, la Industria en un -8,9% y el Comercio en un -0,8%. Esto tiene un correlato directo con el ajuste estatal –particularmente en obra pública– pero también con la fuerte caída del consumo interno y la indiscriminada apertura importadora. Desde que asumió Milei, se ha producido el cierre de 13 mil empresas hasta febrero de este año, según un informe de CEPA basado en datos oficiales. A todo esto debemos sumar las últimas novedades de virtual cierre de alimenticias como Verónica, Inca y Sancor; los despidos de 235 trabajadores en Ledesma o siderúrgicas como Acindar. Es decir, las perspectivas inmediatas muestran el agravamiento de la desocupación y destrucción de producción local y nacional.

Esta realidad es consecuencia de la política económica del gobierno, que ha puesto como eje electoral la contención de la inflación con un dólar barato sostenido por el FMI y su nuevo préstamo. Hacia el mismo objetivo van la destructiva apertura importadora –incluso de maquinaria usada que se fabrica en el país– y el cepo salarial con que el gobierno sí regula las paritarias, mientras ha dado a los monopolios “libertad” de sobreprecios. Evidentemente, los culpables de la inflación no serían sólo los trabajadores estatales, jubilados y el déficit fiscal, sino todo aquel que reclame un salario digno. Así y todo, la inflación sigue en niveles mensuales de alrededor del 2%.

Como contrapartida, no sólo ya se está sintiendo cada vez más el aumento de la desocupación y los cierres de fábricas, sino que tampoco se muestra sostenible la aparente estabilidad financiera, que en verdad es de prestado. En abril hubo un leve aumento de +2,3% en las exportaciones, pero aumentaron las importaciones de +37,3% (comparado con igual mes de 2024). De esta manera, el superávit fue de apenas 204 millones de dólares, cuando se esperaba que fuera de 1.000 millones. Peor aún, la cuenta corriente nacional dio un déficit de 4.654 millones de dólares en el primer trimestre del año (este rubro incluye, además del comercio, la salida de dólares por remisión de utilidades y otras formas de fuga). 

A largo plazo, el plan del gobierno descansa en la idea de que Vaca Muerta y la minería de litio, oro y otros metales traerán los dólares que paguen el endeudamiento. Pero ni siquiera el “generoso” RIGI ha logrado las inversiones que esperaban. Además, estos sectores no resuelven empleo con la calidad y cantidad que ofrece la industria y que la Argentina necesita. Ya vivimos la “plata dulce” de la dictadura; y durante el menemismo, la inflación controlada con la convertibilidad del 1 a 1 (dólar-peso), pero que desembocaron en altísimos niveles de desempleo, pobreza, marginalidad y el estallido del 2001. Entonces, plan de Milei no es sustentable a mediano plazo, aunque en lo inmediato haya logrado el financiamiento del FMI. En este contexto está abierta la disputa política por el futuro argentino.