CFK, el capitalismo y los límites de la República

En la apertura de la 14 Sesión de EuroLat que inauguró Cristina Fernández de Kirchner en el CCNK bajo la consigna “Una recuperación económica con justicia, inclusiva y en paz” el pasadp 13 de abril planteó varios temas. Uno de ellos fue su análisis sobre la “insatisfacción en las democracias”, que se está expresando en muchas elecciones y que en parte ha sido captado por candidatos de impronta ultra liberal-conservadora.

CFK abrió su discurso señalando “que vivimos en un mundo cada vez más desigual”, rasgo que la pandemia “no ha hecho más que acentuar, trágicamente”. Se refirió entonces al estado de bienestar, “que había tenido precisamente en Europa a un gran protagonista”, y recordó “la irrupción del neoliberalismo, allá por la caída del muro de Berlín”. Entonces puntualizó que “el estado de bienestar y el neoliberalismo son construcciones políticas, no son proyectos ni modelos económicos”, porque –en cuanto a lo económico– según ella “el capitalismo se ha demostrado cómo el sistema más eficiente y eficaz para la producción de bienes y servicios”. Y agregó que “la gran discusión que se va a dar es si este proceso, proceso capitalista que se da en todo el mundo, desde China a EEUU, lo conducen las leyes del mercado o las leyes de los Estados“.

En relación a las “leyes de los Estados”, recordó que “todos nuestros estados están construidos sobre la famosa división tripartita (…) de Poder Ejecutivo, Poder Legislativo y Poder Judicial, que viene de la Revolución francesa de 1789”. “Hoy nuestras Constituciones son un reglamento de cómo tiene que funcionar el Ejecutivo, (…) el Legislativo y eventualmente el Judicial”.

Apuntó entonces al “otro poder, que está afuera: mercados, monopolios, oligopolios, poder financiero internacional” y que no figura en nuestras constituciones. “Y lo peor de todo es que cuando las sociedades cada cuatro años o cada dos años eligen a sus representantes, no juzgan a ninguno de esos poderes, los juzgan a ustedes, a los que están sentados en las bancas, que mucho, mucho, mucho tampoco pueden hacer”, exclamó. Concluyó entonces que “esto es algo que se está trasluciendo en muchas elecciones, en todos lados, que es la insatisfacción de la democracia”. Exhortó entonces a “replantear a todos la necesidad de repensar nuestra ingeniería institucional donde se invista de poder a las instituciones, éstas o las que haya que crear”.

Nuestra polémica
En primer lugar, hay que poner a foco que una de las desigualdades determinantes dentro del capitalismo actual es el que el mundo está dividido entre un puñado de potencias imperialistas y un conjunto de países oprimidos como lo son Argentina y los países sudamericanos.

En segundo lugar, junto con esto, el Estado Nacional se fundó en 1880 justamente bajo el carácter de tres guerras oligárquicas: contra los caudillos del interior, contra el indio en la Campaña del “Desierto” y contra el Paraguay en la Guerra de la Triple Alianza, motorizada por el imperialismo inglés. Que mediante el voto popular pueda imponerse un gobierno popular (como el del propio Frente de Todos en 2019) no significa que el carácter oligárquico del Estado cambie. Esa contradicción es la que en el caso del gobierno de Perón, vino a resolver en un sentido reaccionario el golpe de la Libertadora en 1955, como también en 1976, como antes contra Yrigoyen…

Por lo que, en tercer lugar, previo al debate entre el modo de producción socialista y capitalista que ella plantea, vale afirmar que no hay posibilidad de que perduren los gobiernos populares frente a un Estado oligárquico; ni que las necesidades populares sean sostenidamente resueltas sin un proceso politico de liberacion que rompa la dependencia, expropiando los monopolios y los grandes latifundios. El peronismo pre-menemista aspiraba a una liberación de la dependencia para imponer una supuesta tercera vía (ni capitalista, ni socialista). Programa que CFK da por superado e intenta reemplazar por “repensar nuestra ingeniería institucional”, limitando el cambio estrictamente a las cuestiones superestructurales.

Pero, precisamente, lo que está haciendo agua es la concepción dominante dentro del Frente de Todxs sobre un “Estado que va otorgando derechos” al pueblo sin cambiar el poder económico. Durante el periodo 2002-2012, tras la crisis del 2001 y boom sojero mediante, hubo un típico ciclo de crecimiento que a partir de allí fue entrando cada vez más en crisis. La ilusión de “vamos a volver” a esa condición, justamente negó que el capitalismo inexorablemente tiene ciclos de crecimiento y crisis. Es simplemente así como funciona. Parte de la desilusión está allí. Y es justamente con los sectores de las clases dominantes que consolidaron su hegemonía económica con la sojización desindustrializadora, y con quienes los expresan políticamente como Macri y Cambiemos, con quienes está planteada la confrontación principal desde el 2008.

Otros desilusionados apuntan a vincular el proceso inflacionario y la crisis a la emisión monetaria y el kirchnerismo, para salvar en su cabeza al capitalismo. Eso es captado por Milei con su abstracta y doctrinaria defensa de un capitalismo “puro”, tan puro que para serlo ridículamente no necesitaría Estado.

El Estado que puede intervenir en favor del pueblo es necesariamente un Estado de nueva democracia, de frente único popular, surgido de un proceso revolucionario antiimperialista, antiterrateniente y antimonopólico. O sea, que revolucione la base económica y la superestructura de la sociedad. No es posible revolucionar uno sin el otro. La polémica da para mucho más, hoy llegamos hasta aquí. Pero es imprescindible abordarla porque ha entrado en el debate de amplios sectores, particularmente de la juventud.