Por el momento, los jefes del imperialismo yanqui debieron frenar en seco la agresión armada que estaban a punto de desencadenar contra Siria. El repudio mundial y del propio pueblo norteamericano, la falta de apoyo de sus aliados imperialistas, y una jugada diplomática del presidente ruso Putin, obligaron a Obama a suspender el ataque. Siria entregó detalles de su arsenal de armas químicas a la organización internacional que promueve la prohibición de ese tipo de armas. Washington y sus secuaces —entre ellos el presidente socialdemócrata francés, François Hollande— subrayaron, sin embargo, que la “opción militar” contra Siria sigue abierta.
Peón en un tablero estratégico.
La nación y el pueblo sirios vuelven a ser jugados como peones en el tablero de las grandes potencias, que deciden cínicamente sobre su soberanía y sus destinos. Putin propuso que el gobierno sirio —que habría bombardeado con gas sarín un suburbio de Damasco causando más de mil muertos— entregue sus armas químicas bajo control internacional. Así, de hecho, posibilitaron una salida “elegante” no sólo a su aliado sirio, sino al mismo gobierno norteamericano de Obama, comprometido por sus propias amenazas de guerra contra Siria pero debilitado y aislado internacionalmente.
Washington y Moscú acordaron exigir que el gobierno sirio informara en apenas una semana todo el arsenal químico que posee, el que debería ser destruido para mediados de 2014. Obviamente nadie “recordó” que los mayores fabricantes y proveedores mundiales de esas armas “de destrucción masiva” son los países imperialistas “occidentales” (principalmente Alemania y Francia), y que Rusia —aliado de Siria desde hace cuatro décadas y que tiene en ese país su única base militar en el exterior— es quien arma al régimen de Damasco. El canciller chino, Wang Yi, sumó sus aplausos al acuerdo ruso-yanqui; para él “permite abrir perspectivas para solucionar el conflicto en Siria por medios pacíficos”.
Como demostración concluyente de que las Naciones Unidas constituyen apenas un foro de negociación entre los imperialistas, EE.UU. y Rusia convertirán este acuerdo en un proyecto de resolución del Consejo de Seguridad de la ONU. Ya en mayo ambos habían decidido convocar la Conferencia Internacional Ginebra II sobre Siria, como continuación de la primera que se efectuó en junio de 2012.
Los yanquis contra Assad, y detrás de Assad… los rusos.
La suspensión del ataque yanqui a Siria es un triunfo diplomático para el imperialista Putin y un alivio temporal para el régimen sirio de Bashar Al-Assad. Si bien el incumplimiento de las condiciones por Siria podría abrir paso al “uso de la fuerza”, Moscú pudo imponer en el acuerdo que cualquier uso de armas químicas en el conflicto interno de ese país “deberá ser probado fehacientemente en el Consejo de Seguridad de la ONU”. Precisamente en ese organismo es donde Rusia y China interpusieron permanentemente su veto a toda acción militar de los yanquis y sus aliados contra Siria.
Los líderes imperialistas declaman fines “humanitarios” y dicen que su objetivo es crear una zona en Oriente Medio libre de armas de destrucción masiva. Pero ninguno habla de las que Israel ha venido acumulando desde hace décadas. Según Foreign Policy, que cita documentos secretos de la CIA, el régimen israelí construyó clandestinamente su propio almacenaje de armas químicas y biológicas —agente nervioso y gas mostaza, entre otros— en la zona de Dimona, en el desierto de Negev.
Los grupos opositores sirios —muy heterogéneos, donde convergen también grupos organizados, financiados y armados por distintos imperialismos, incluido un núcleo afín a Al Qaeda— rechazaron el acuerdo alcanzado entre Rusia y Estados Unidos. El jefe del autoproclamado Ejército Libre Sirio (ELS), Salim Idris, aseguró que seguirán los combates contra Bashar Al-Assad.
La CIA ya está enviando ayuda militar a esos rebeldes, básicamente armas ligeras, munición, equipos de comunicación y raciones de combate. Según algunos comentaristas, lo que los EE.UU. no envían son armas antitanque y antiaéreas que permitirían a esos grupos compensar la superioridad del Ejército sirio: otra muestra de que los imperialistas “occidentales” atizan la rebelión contra Al Assad y arman a los rebeldes estrictamente en la medida de su disputa y de sus acuerdos con Rusia por esa área estratégica del Oriente Medio.
El posible ataque de EE.UU. contra Siria causaría más víctimas y una escalada de la guerra, extendiendo el conflicto más allá de las fronteras de Siria. Un ataque podría volver a tensar el conflicto alrededor del “problema nuclear” de Irán y del conflicto palestino-israelí, desestabilizando aún más la región. Es preciso impedir definitivamente la agresión y la injerencia de todos los imperialismos en Siria, pugnando por que el propio pueblo sirio pueda dirimir sus conflictos.