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Una ola de huelgas y movilizaciones atravesó a Francia la semana pasada. Reclaman un aumento del salario mínimo del 20% y la indexación de sueldos con la inflación frente al aumento de precios desatado tras la pandemia y la guerra en Ucrania. Es la primera manifestación social de esta relevancia tras la reelección de Emmanuel Macron. La inflación acumulada es del 6% anual, un número alto para Francia, donde el costo de vida ya es en sí muy elevado.
El detonante habían sido los paros de trabajadores de refinerías petroleras iniciados semanas antes que condujeron también a un faltante de combustible. Las centrales sindicales convocaron a una jornada de protesta con marchas multitudinarias en Paris (70.000 personas), Marsella, Toulouse y Nantes entre otras ciudades. Trabajadores ferroviarios y aeropuertuarios bloquearon parte del transporte y también se plegaron a la medida estudiantes secundarios y universitarios.