Independencia en la patria grande

“La patria grande es el mundo”, dijo hace poco el Jefe de Gabinete macrista Marcos Peña. No es una frase inocente. La alusión no sólo busca legitimar el reposicionamiento de Argentina en el escenario internacional, sino que se enlaza de manera directa con la cuestión del Bicentenario de nuestra revolución de independencia. Si hay algo que tiene el macrismo es coherencia. El rey emérito Juan Carlos el 9 de Julio y la disolución del significado de “la patria grande” apuntan a un mismo objetivo: negar el contenido revolucionario del proceso de nacimiento de nuestra nación en choque frontal contra las potencias colonialistas de le época. Y, por ende, negar la contradicción de un país dependiente como el nuestro y el resto de nuestros hermanos latinoamericanos con las potencias imperialistas de hoy.

Por eso, rescatar la historia de las revoluciones y las guerras independentistas latinoamericanas no es un mero ejercicio historiográfico, sino una necesidad política de la hora actual. En esta nota, abordaremos el proceso revolucionario desarrollado en el norte de Sudamérica, fundamentalmente en los territorios de las actuales Venezuela y Colombia, pero que además fueron el punto de partida del proceso liberador que se extendería también a Ecuador, Perú y Bolivia. En este proceso tuvo un rol destacado Simón Bolívar, uno de los principales forjadores de la idea y la práctica de la “patria grande” latinoamericana.

La sociedad colonial

Los territorios que nos ocupan durante los últimos años del período colonial conformaban el Virreinato de Nueva Granada y la Capitanía General de Caracas. Su economía era esencialmente agropecuaria, minera y comercial, con haciendas y plantaciones agrícolas (tabaco, cacao, algodón, etc.) y ganaderas destinadas a la exportación, basadas en el trabajo esclavo.

Los españoles controlaban el comercio de exportación-importación, así como los altos cargos políticos y militares. Un sector de criollos blancos y pardos (mezclas raciales) había logrado un gran poder económico, siendo propietarios de grandes latifundios, miles de esclavos y cargos menores. Eran los llamados “mantuanos”, por las finas mantas que usaban las mujeres de la alta aristocracia. Por debajo de éstos se hallaba la gran masa de esclavos traídos de África, de indígenas sometidos y los pardos pobres, que eran la población más numerosa.

Hacia el siglo 18, el sector mantuano cada vez tenía más contradicciones con el dominio colonial: pretendían romper el monopolio comercial y acceder directamente al gobierno. Pero también tenía mucho peso su contradicción con los sectores populares, a quienes temían y pretendían mantener sometidos. El ejemplo de la revolución negra de Haití era claro al respecto (ver Vamos! 68).

Antecedentes

Antes del estallido general de las revoluciones en 1810, en Venezuela se produjeron tres antecedentes importantes. El primero fue la insurrección de los negros de Coro de 1795, dirigida por el zambo José Chirino. Inspirada por los sucesos haitianos, buscaba la instauración de una república, la abolición de la esclavitud y los tributos indígenas y la eliminación de la aristocracia blanca. Pero la represión conjunta de españoles y mantuanos la selló con la derrota, siendo Chirino ahorcado y descuartizado.

El segundo antecedente fue la conspiración encabezada por Manuel Gual y José María España en 1797. Conformada por comerciantes, artesanos, militares, profesionales y otros sectores excluyendo a los mantuanos, buscaba la independencia, un sistema republicano, la abolición de la esclavitud y la libertad de comercio. Descubierta la conjura, fue abortada y sus principales líderes ejecutados.

En último lugar, la acción de Francisco de Miranda, un militar criollo venezolano de una familia de comerciantes, que había participado en las revoluciones norteamericana y francesa. Éste comenzó a proyectar planes de independencia y unidad americana, para lo que conformó la logia “Gran Reunión Americana”. Con apoyo de Inglaterra, en 1806 organizó una expedición libertadora a Venezuela, pero la indiferencia de criollos y pardos la llevaron a un rápido fracaso.

Las etapas de la revolución independentista

Con la invasión napoleónica a España y la caída de la Junta de Sevilla en 1810, en Venezuela y Nueva Granada se reunieron cabildos abiertos que destituyeron a las autoridades españolas y conformaron juntas de gobierno. La Junta venezolana, conformada íntegramente por mantuanos, convocó a Miranda para ponerse a la cabeza del movimiento.

Entre sus miembros se contaba Simón Bolívar, un joven de una rica familia mantuana propietaria de plantaciones, esclavos y minas. Éste había adquirido ideas independentistas mediante la educación de su tutor Simón Rodríguez y sus vínculos con Miranda en Europa.

En marzo de 1811, un Congreso de las Provincias Venezolanas declaró la independencia: “Nosotros, a nombre y con voluntad y autoridad que tenemos del virtuoso pueblo de Venezuela, declaramos solemnemente al mundo que sus Provincias Unidas son y deben ser, de hoy en más, de hecho y derecho, estados libres, soberanos e independientes, y que están absueltos de toda sumisión y dependencia de la corona de España”.

Pero la denominada Primera República duraría poco: la falta de medidas para obtener el apoyo de los sectores populares haría que éstos se unieran a los españoles en la contrarrevolución. Así, en julio de 1812 caía la República y Miranda fue entregado por los mantuanos a los españoles, en una de cuyas cárceles moriría años después.

Esta primera derrota dio paso a un segundo movimiento, ahora liderado por Bolívar, que en su el Manifiesto de Cartagena sostenía: “soy de sentir que mientras no centralicemos nuestros gobiernos americanos, los enemigos obtendrán las más completas ventajas”. Desde Nueva Granda, que no había caído, lanzó en 1813 la “Campaña Admirable”, una invasión que en solo cuatro meses logró llegar hasta Caracas derrotando a los españoles. Bolívar fue designado Libertador y nació la Segunda República.

Pero nuevamente la revolución chocaría con los mismos límites: el gobierno, controlado por los mantuanos, se resistía a hacer concesiones a los pardos y a los esclavos. De esta manera, el comerciante español Tomás Boves organizó un ejército de “llaneros” pardos (trabajadores de las haciendas ganaderas del interior) a los que les ofreció repartirles los bienes de los mantuanos, y restauró un gobierno español. Luego se sumarían las tropas de Pablo Morillo, enviadas por la restituida monarquía de Fernando VII en España, que derrotarán la revolución en Nueva Granada.

Bolívar hizo un balance de la derrota: “Nuestros propios hermanos, unidos por siglos de esclavitud a nuestros tiranos, dilatan, Dios sabe por cuánto tiempo, la época de la libertad”. Comenzaba a ver que sin el apoyo popular, lo que implicaba tomar ciertas reivindicaciones sociales de los esclavos y pardos, era imposible triunfar. Tras una estancia en la colonia inglesa de Jamaica, donde Inglaterra le negó el apoyo para una nueva expedición, Bolívar se trasladó a la República negra de Haití, gobernada por Alexandre Petión. Este le ofreció apoyo con barcos, armas y voluntarios, a cambio del compromiso de liberar a los esclavos de Venezuela. Bolívar aceptó, y empezó por liberar a sus propios esclavos.

Así se inició la nueva expedición libertadora de 1816, ahora con Bolívar encabezando una nueva coalición que incluía mantuanos, los llaneros comandados por José Antonio Páez, a los que se les prometieron tierras, y esclavos negros a los que se les ofreció la libertad a cambio de sumarse al ejército revolucionario. Un nuevo Congreso en Angostura en 1919 sancionó una constitución y nombró Presidente a Bolívar. Pero si bien decretó la igualdad de derechos, los diputados rechazaron abolir la esclavitud, mostrando que las contradicciones sociales estaban lejos de haberse resuelto en el bando independentista.

Tras esto, la campaña liberadora fue imparable. Así, se conformó la Gran Colombia (que abarcaba los actuales territorios de Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá) y en 1821 un nuevo Congreso en Cúcuta sancionó una constitución que incluyó la manumisión de los esclavos desde los 18 años. El 24 de junio de 1821, con la Batalla de Carabobo, los españoles serían definitivamente expulsados del norte de Sudamérica.

Fuera los españoles de la patria grande

Bolívar sostenía que mientras el poder realista continuara en la zona del viejo Virreinato del Perú, la independencia no estaría garantizada, por lo que junto a José Antonio de Sucre proyectó una nueva campaña libertadora hacia ese territorio.

Esta confluiría con la campaña encabezada por José de San Martín desde Chile, que en 1821 había proclamado la independencia peruana. En julio de 1822, en la famosa entrevista en Guayaquil, al sur de Ecuador, ambos libertadores se reunieron, dando como resultado la retirada de San Martín, que dejó parte de su ejército al mando de Bolívar.

La última ofensiva del ejército bolivariano culminará con las batallas de Junín el 7 de agosto y de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824, sellando la liberación del Perú y el Alto Perú, que se convirtió en la nación de Bolivia. Los españoles habían sido definitivamente expulsados de la patria grande latinoamericana.