La Argentina y nuestra línea revolucionaria

La Argentina es un país oprimido por el imperialismo, un país dependiente, disputado por varias potencias. Un país en el que durante el siglo XX pasaron a predominar las relaciones de producción capitalistas, aunque subsisten relaciones de producción y formas de origen pre-capitalista. Políticamente la Argentina es una República y esta es la forma del Estado nuevamente vigente desde la salida de la última dictadura en 1983.

La historia de nuestro país desde la constitución del Estado Nacional, e incluso más claramente con el inicio de la fase imperialista del capitalismo mundial, ha mostrado el carácter de la etapa revolucionaria actual: la revolución democrático-popular antiimperialista, antimonopolista y antiterrateniente, en marcha ininterrumpida al socialismo y el comunismo como objetivo histórico.

Así en nuestra historia, los alzamientos de la UCR de finales del siglo XIX, la primera huelga nacional de 1902, el Grito de Alcorta en 1912, la Reforma Universitaria de 1918, la Semana de Enero de 1919, la Patagonia Rebelde, la YPF de Yrigoyen, el 17 de Octubre de 1945 y el ascenso del peronismo, el Cordobazo y los levantamientos obreros y populares de los ´60 y ´70, las puebladas de los ´90 y el Argentinazo del 2001, muestran una y otra vez el arco de unidad obrera y popular  que enfrenta la reacción de los enemigos imperialistas, monopolistas y terratenientes.

La contradicción principal que identifica la etapa revolucionaria actual es la que opone a las clases dominantes, la burguesía monopolista imperialista, la burguesía intermediaria y la clase terrateniente, por un lado, contra las clases dominadas, la clase obrera, el campesinado pobre y medio, y la pequeña burguesía urbana y rural, por otro. La burguesía nacional (urbana y rural) y el campesinado rico constituyen en la actual etapa fuerzas intermedias: tienen doble carácter, dado que son clases explotadoras y a la vez oprimidas por la dominación imperialista y del resto de las clases dominantes.

Las vías de aproximación posibles a una situación revolucionaria pueden ser variadas, de acuerdo a la situación concreta que se presente. La propia historia y el peso de la clase obrera y de las ciudades, hacen de la huelga general revolucionaria y la insurrección la forma más probable en la Argentina para la toma del poder.

El triunfo del frente revolucionario implica la toma del poder por parte de la clase obrera y el pueblo, y su consolidación. Esto exige la constitución de un ejército popular revolucionario como pilar del nuevo Estado popular, surgidas del triunfo sobre la reacción del viejo Estado y de sus Fuerzas Armadas, tras su fractura revolucionaria. Y sobre esta base, con un gobierno de frente único se podrán llevar adelante las tareas populares, democráticas-antimperialistas y antimonopolistas-antiterratenientes que exige la resolución de la actual etapa para destrabar el desarrollo de las fuerzas productivas, revolucionarizando las relaciones de producción y de propiedad, y mejorar las condiciones de vida de las masas. En esto reside el desarrollo revolucionario por etapas e ininterrumpido en marcha al socialismo y al comunismo como objetivo histórico.

Para esto es imprescindible desarrollar un partido marxista leninista maoísta, centralista-democrático con práctica de masas, como parte de la lucha por construir el partido revolucionario de vanguardia de la clase obrera en la disputa por la hegemonía del frente popular como condición para el triunfo revolucionario. Un Partido que integre la realidad nacional, en cada período y momento, en cada zona, localidad y proceso para la lucha de las masas con una justa política de frente único. Esto exige, en cada período político y momento, identificar la contradicción principal a resolver: es decir los enemigos políticos del pueblo (la reacción) a ser enfrentados con la lucha. “No podemos concebir la relación de la táctica y la estrategia como una relación mecánica de parte a todo. En política la estrategia preside y reside en la táctica”[i]. Asumimos la concepción maoísta del pueblo y su análisis de las contradicciones en su seno. Como así también la concepción marxista de la sociedad, identificando la contradicción entre la base económica y la superestructura político ideológica.

Nuestro método para motorizar lucha y disputar la dirección de las masas es la línea de masas, sintetizada por Mao Tse-tung. “En todo el trabajo práctico de nuestro Partido, toda dirección justa es necesariamente ‘de las masas, a las masas’. Esto significa: recoger las ideas (dispersas y no sistemáticas) de las masas y resumirlas (transformarlas en ideas sintetizadas y sistematizarlas mediante el estudio) para luego llevarlas a las masas, propagarlas y explicarlas, de modo que las masas se apropien de ellas, perseveren en ellas y las traduzcan en acción; al mismo tiempo, comprobar en la acción la justeza de esas ideas; luego, volver a resumir las ideas de las masas y llevarlas a las masas para que perseveren en ellas. Esto se repite infinitamente, y las ideas se tornan cada vez más justas, más vivas y más ricas de contenido. Tal es la teoría marxista del conocimiento.”[ii] Así elevar el nivel de conciencia de las masas partiendo de su nivel. A la vez, “en cualquier lugar, las masas están integradas, en general, por tres categorías de personas: las relativamente activas, las intermedias y las relativamente atrasadas. Por eso, los dirigentes deben saber unir al pequeño número de activistas en torno a la dirección y, apoyándose en ellos, elevar el entusiasmo de los elementos intermedios y ganarse a los atrasados.” Para esto partimos de las necesidades y deseos de las masas, entendiendo esas necesidades como políticas, económicas, productiva, cultural, ideológica, social y en todas sus formas; incluyendo la lucha por la liberación de las mujeres, por el respeto a las diversidades, contra la discriminación, contra la impunidad y por cárcel a los genocidas, por el medio ambiente, etc.

Motorizar la lucha obrera y popular exige establecer por zona centros de concentración proletarios y de trabajadores, campesinos, estudiantiles, barriales, etc., donde centramos la lucha por ganar la dirección de sus organizaciones de masas. Y en esto determinar por zona un centro de concentración proletario, desde donde el movimiento obrero, en la historia de esa zona, en general incide sobre el conjunto de los trabajadores y pueblo.

En las elecciones presidenciales, el pueblo derrotó al gobierno de Macri y Cambiemos. Concientes de la disputa política que se libraba, hemos tomado protagonismo en este terreno a través de Liberación Popular, una fuerza política de frente único motorizada por el CR, e integrando el Frente de Todxs, que asumió el gobierno en diciembre de 2019. Y que sigue enfrentando hoy durante la pandemia los embates de la reacción concentrada desde Cambiemos y el macrismo, junto a los condicionamientos que busca imponer el FMI, ambos como expresión de sectores de las fuerzas imperialistas, monopolistas y terratenientes.

La vigencia desde 1983 de la forma republicana del Estado argentino, con elecciones parlamentarias periódicas cada dos años y presidenciales cada cuatro desde la Constitución de 1994, ha reforzado la importancia que tiene el plano electoral en la disputa política. Es por esto que la acumulación de fuerzas exige disponer de herramientas electorales legales y adquirir desenvolvimiento y habilidad en esta forma de lucha, aunque no sea la única forma de lucha por el gobierno.

Como señala Mao “el pueblo, y sólo el pueblo, es la fuerza motriz que hace la historia mundial.” Por ello lo principal de la acumulación de fuerzas revolucionarias reside en la lucha por las necesidades inmediatas de las masas obreras y populares, presididas objetivamente por la lucha política, hacia la resolución de sus necesidades históricas. Y esto exige el desarrollo de un Partido de vanguardia y una justa línea de frente único.

Comunismo Revolucionario – Al Frente
12/11/2020


[i] Jorge Rocha, “Problemas de organización”, abril de 1990.
[ii] Mao Tse-tung, “Algunas cuestiones sobre los métodos de dirección”, 1942, en Obras Escogidas, t. III, pg. 117.