La independencia del Paraguay

Continuando con el ciclo de notas sobre las independencias latinoamericanas, en esta ocasión analizamos el caso del Paraguay. Allí la independencia se afirmó en un enfrentamiento contra España, el centralismo porteño y la propia oligarquía paraguaya, y se expresó en el régimen dirigido por Gaspar Francia, con una base social campesina y pequeño-burguesa, y la edificación de una nación soberana y económicamente autónoma.

El Paraguay colonial

El territorio paraguayo durante la dominación colonial española tuvo una serie de peculiaridades. Muy tempranamente, allí se instalaron las Misiones de los Jesuitas, con enormes extensiones de tierras y miles de indígenas bajo su dominio, controlando casi toda la producción agropecuaria y el comercio de la región, y transformándose en un factor político determinante junto con los funcionarios españoles. Así, la clase de los terratenientes criollos solo lograría un desarrollo significativo recién tras la expulsión de la orden jesuítica de los dominios españoles en 1767. Esta circunstancia, junto a la presencia de una importante cantidad de pequeñas propiedades campesinas, generó que el poder de los latifundistas fuera menor que en otras regiones de Hispanoamérica.

A inicios del Siglo XIX, Paraguay era una provincia del Virreinato del Río de la Plata con capital en Buenos Aires, y contaba con unos 120.000 habitantes. Económicamente atrasado, se dedicaba centralmente a la producción de tabaco en las chacras, y yerba mate y cueros en los latifundios, donde eran forzados a trabajar indígenas, mestizos y esclavos negros. El comercio se realizaba principalmente con Buenos Aires, controlado por comerciantes monopolistas españoles, y gravado con altos aranceles desde la capital del Virreinato. Esto situaba al Paraguay en una relación de subordinación con la ciudad rioplatense, lo que generaba un descontento y resentimiento fuertemente arraigado en la población. Los españoles además controlaban los altos cargos del Estado y del clero.

De esta manera, el Paraguay se encontraba bajo el yugo español y porteño, y mientras los terratenientes querían terminar con esta situación para afianzar el libre comercio con Inglaterra, también había un importante grupo de chacareros y de pequeña burguesía que quería proteger la pequeña producción de la voracidad latifundista y las artesanías locales de la libre importación de manufacturas extranjeras. Junto a estos últimos se ubicaría un sector de la intelectualidad influida por las ideas de la burguesía revolucionaria europea y norteamericana, entre ellos Gaspar Rodríguez de Francia.

Paraguay ante la Junta porteña

Cuando en mayo de 1810 triunfó la revolución en Buenos Aires y se conformó la Primera Junta, Paraguay fue uno de los territorios que la rechazaron. Allí, sobre la base de que la Junta no había derogado los altos impuestos sobre las producciones paraguayas, españoles y criollos se alinearon tras la figura del gobernador colonial Bernardo Velasco. Este convocó un Cabildo Abierto con predominio de los sectores realistas y de las elites criollas conservadoras, pero ya allí apareció la figura de Francia, que proclamó objetivos diferentes: “El Paraguay no es patrimonio de España, ni provincia de Buenos Aires. El Paraguay es Independiente y es República. La única cuestión que debe debatirse en esta asamblea y decidirse por mayoría de votos es cómo debemos defender y mantener nuestra independencia contra España, contra Lima, contra Buenos Aires y contra el Brasil”. Siendo minoritaria la posición de Rodríguez de Francia, el Cabildo resolvió reconocer la soberanía de Fernando VII.

Ante esta declaración pro-realista, la Primera Junta porteña decidió enviar una expedición militar al mando de Manuel Belgrano a inicios de 1811. Así, incurrió en el error de querer imponer la revolución mediante la ocupación militar desde Buenos Aires en vez de apoyarse en las masas populares locales. Las milicias paraguayas, con oficiales de la elite criolla pero integradas en su mayor parte por miles de campesinos, derrotaron completamente al ejército porteño. Pero estos hechos tendrían un efecto contradictorio, afianzando el poder militar de los criollos por sobre los españoles. A su vez, el derrotado Belgrano entraría en negociaciones con los oficiales criollos ofreciéndoles que, si destituían a Velasco, Buenos Aires eliminaría los gravámenes sobre el comercio.

El 14 de mayo de 1811 los terratenientes criollos encabezaron una sublevación que instauró un Triunvirato: allí, junto a Velasco se incorporaron el militar criollo Zevallos y Francia. El Cabildo realista fue reemplazado por otro compuesto principalmente por campesinos y, ante el descubrimiento de una conspiración realista en junio, Velasco sería finalmente destituido.

Contra la oligarquía paraguaya y el centralismo porteño

A partir de este momento, la disputa principal fue entre los sectores de la oligarquía paraguaya y los representantes del campesinado y la pequeña burguesía. Un Congreso General reunido en junio de 1811, con mayoría terrateniente, mantuvo la aceptación de la soberanía de Fernando VII y adoptó la libertad de comercio, aunque proclamó la autonomía del Paraguay y procuró mantener buenas relaciones con Buenos Aires. Se conformó una nueva Junta conducida por el hacendado criollo Fulgencio Yegros e integrada por Francia, que ante su posición minoritaria optaría por renunciar.

Por intermedio de Gaspar Francia, que había sido designado negociador por el Congreso, Paraguay logró un acuerdo con Belgrano para reducir los aranceles a la yerba y otros productos, pero este se vería malogrado como consecuencia de la política del Primer Triunvirato porteño controlado por Rivadavia, que en septiembre de 1812 aumentó unilateralmente los impuestos a los productos del Paraguay.

El Paraguay de Gaspar Francia

Antes que subordinarse a Buenos Aires, los hacendados optaron por apelar nuevamente a Francia para ampliar su base de apoyo contra el centralismo porteño. Pero este tenía su propio proyecto. El Congreso de Vecinos reunido en septiembre de 1813 se conformó con una mayoría de representantes campesinos. Se estableció la República del Paraguay y se conformó un Consulado integrado por Francia y Yegros.

Paraguay no envió diputados a la Asamblea del Año XIII y se declaró prescindente en los conflictos de las provincias del Río de la Plata. A diferencia de Artigas, Francia rechazó pelear por la hegemonía en el territorio rioplatense, optando por un proyecto de total autonomía. Incluso le negaría apoyo a la Liga de los Pueblos Libres, aunque una vez derrotado le dio refugio al caudillo de la Banda Oriental. En el mismo sentido, Paraguay tampoco tomó parte en la finalización de la guerra de independencia contra los españoles que se desarrolló en el Perú y el Alto Perú.

El gobierno porteño sancionó un estricto bloqueo comercial al Paraguay, lo que lo dejó prácticamente aislado. En estas condiciones, Francia se concentró en llevar adelante su proyecto. Arremetió contra los españoles, la Iglesia y la oligarquía paraguaya, ya fuertemente afectada por la paralización del comercio: expropió los bienes de los españoles que fallecieran en Paraguay, apartó a los latifundistas de los altos cargos políticos y militares, expropió las posesiones de la Iglesia y reprimió sin miramientos todo intento contrarrevolucionario. Para esto, fortaleció la centralización política: en octubre de 1814 un Congreso lo designó Dictador unipersonal por cuatro años, y en 1816 otro Congreso estableció la Dictadura Perpetua. El régimen de Francia, autoritario y paternalista, posibilitó la ofensiva contra la oligarquía, pero, si bien se basó en un fuerte apoyo popular, limitó la participación democrática de las masas.

En una situación muy compleja producto del bloqueo comercial y el atraso económico, Paraguay llevó adelante un desarrollo nacional independiente de toda dominación extranjera, y con un fuerte rol del Estado. Se diversificó la agricultura orientándola al mercado interno sobre la base de la planificación estatal, se entregaron tierras a los campesinos limitando su concentración, se crearon las “Estancias de la Patria” bajo propiedad directa del Estado, se promovió la industria artesanal, se fortalecieron las finanzas públicas y las fuerzas militares, se estableció un estricto control del reducido comercio exterior y se impidió toda penetración extranjera.

Gaspar Francia gobernó hasta su muerte en 1840, tras lo cual su proyecto sería continuado en lo esencial por los gobiernos de Carlos Antonio y Francisco Solano López. En 1842 un Congreso declararía formalmente la independencia que, como la misma acta decía, “es un hecho solemne e incontestable en el espacio de más de treinta años”.

Solo la Guerra de la Triple Alianza de 1864-70, encabezada por Brasil, Uruguay y la Argentina de Mitre, lograría finalmente destruir los logros del Paraguay, condenándolo a la pobreza y la dependencia, y eliminando del escenario latinoamericano un proyecto de desarrollo económico soberano que contrastaba diametralmente con el proyecto oligárquico, liberal, dependiente y opresivo para las grandes mayorías que se había afirmado en el resto de los países latinoamericanos.