La rebelión chilena no para

Con disimulado nerviosismo, el presidente chileno Sebastián Piñera volvió a dar un discurso el domingo 17, a poco de cumplirse un mes de masivas movilizaciones ininterrumpidas. Dos días antes, diputados de casi todos los partidos habían anunciado un acuerdo para reformar la Constitución, como un intento de calmar los ánimos (aunque los constituyentes recién se elegirían en octubre de 2020). Era parte de los “tres grandes acuerdos” que había propuesto Piñera, que incluía la reforma constitucional, la paz social y reformas sociales. Pero las movilizaciones –y la represión– no sólo no dieron respiro sino que además reapareció aquella consigna tan conocida de este lado de la cordillera: “¡que se vayan todos!”.

Desde hace un mes que la rutina diaria consiste en reunirse por la tarde para concentrarse, marchar y enfrentar la represión. Las imágenes muestran por un lado una represión descarnada, que no respeta ni ambulancias. Y por el otro, un pueblo cada vez más preparado frente a los gases, camiones cisternas, balas de goma… Y, especialmente, un pueblo hastiado y que dice basta. Es así que, según una encuesta de la Universidad de Chile, la protesta tiene un respaldo del 83% de la población.

En este nuevo intento, ahora Piñera pasó a reconocer que “en algunos casos se cometieron abusos y delitos, y no se respetaron los derechos de todos”, explicitando que hay en curso sumarios y denuncias en las fiscalías contra carabineros. Y hasta expresó su “condolencia” con los familiares de “aquellos compatriotas que perdieron su vida”. Es que desde el 18 de octubre en que estalló Chile, ya se suman al menos 23 muertos y más de 2.300 heridos, entre ellos al menos 230 con lesiones oculares. Y es que ese mismo domingo llegaba a Chile el secretario ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Paulo Abrão.

El lunes y martes, al cierre de esta edición, los trabajadores públicos convocaron a un nuevo paro nacional y seguía la lucha callejera. “El desenlace de estas últimas cuatro semanas aún no está escrito”, admitió (¿o amenazó?) Piñera.
¿Qué exige el pueblo chileno?

El estallido arrancó con el boleto y las “evasivas” masivas de los estudiantes. Piñera dio marcha atrás. El conflicto siguió. Entonces, a los pocos días, el presidente atinó a lanzar algunas medidas sociales: dio de baja el aumento del boleto, un aumento del 20% para pensiones, un proyecto de ley para crear un “Seguro de Enfermedades Catastróficas”, un ingreso mínimo garantizado de 482 dólares, un impuesto para ricos, reducción de sueldos de parlamentarios y la modificación de las tarifas para retrotraer el último aumento en electricidad. Y ahora sumó sus “tres grandes acuerdos”. Las concesiones logradas, y su último discurso, evidencian que el presidente conoce bastante bien los sufrimientos del pueblo. Sólo que siempre ha elegido garantizar las ganancias de los que más tienen. Chile es el país con más millonarios en Latinoamérica, según un estudio del banco Credit Suisse. Pero el pueblo se endeuda para estudiar. Se endeuda para tener acceso a la salud. Tiene una de las más altas tasas de rotación de los empleos. Y sus jubilaciones son de miseria. Por eso insisten en que “no son 30 pesos, son 30 años”. 30 años de una estructura económica y social impuesta por la dictadura de Pinochet.

Debiéramos agregar también el reclamo de la nación mapuche, cuyas banderas han flameado todo este mes junto a las banderas chilenas. Su reclamo de tierras claramente no fue incluido entre los anuncios de Piñera, aunque éste no es su único reclamo. Para empezar, basta por recordar el asesinato de Camilo Catrillanca para verificar que los delitos de los carabineros no es cosa del último mes. También hay que destacar los actos de repudio a los conquistadores y asesinos de indígenas, que incluyó el derribo de la estatua de Pedro Valdivia en la Plaza Independencia de Concepción, como así también de la de García Hurtado de Mendoza o Francisco de Aguirre. Constituye una resignificación de la historia para el conjunto del pueblo chileno.

Así, con todo, no alcanza con sufrir la explotación y la opresión para darse la respuesta que venimos viendo desde hace un mes. En Chile hizo eclosión un proceso de acumulación que comenzó a hacerse notorio a partir de 2006 con las movilizaciones estudiantiles. También había habido, antes del estallido, enormes movilizaciones por las pensiones y de las mujeres el pasado 8 de Marzo. El boleto fue apenas un detonante del polvorín. Ahora se exige tirar abajo la estructura de décadas de educación, salud y servicios públicos privatizados. Y un reclamo político más inmediato que esperar a octubre de 2020 para elegir constituyentes: ¡que renuncie Piñera!