El 26 de junio de 1985 los 4.500 obreros del turno mañana tomaban sorpresivamente Ford. ¿Cómo pudo ocurrir esto, que descolocó a la empresa, al gobierno y a la dirección del Smata, trío que actuaría esencialmente de acuerdo durante la lucha (independientemente de la pugna real existente entre los diversos sectores imperialistas que representaban)? No sólo porque la consideraban improbable, sino por la forma en que se llevó a cabo.
Dada la grave situación inflacionaria, el descontento y las luchas que empezaban a desatarse desde abajo, que se sintetizaban en “¡Si no resuelven los problemas que se vayan!”, gritado masivamente en el gigantesco acto del 23 de mayo, el 14 de junio Alfonsín lanzó el Plan Austral bajo la forma de shock antiinflacionario. En esencia continuaba el anterior plan económico con centro en las exportaciones y de espaldas al mercado interno, así como en seguir pagando los intereses de la deuda pública externa. Un plan entreguista y antipopular.
El Plan Austral. El erróneo cálculo de Ford
El Plan se montaba en los deseos de las masas de terminar con el robo inflacionario, sobre la base de un operativo publicitario gigantesco que había logrado crear expectativas en parte importante de la clase obrera, y en la gran mayoría del pueblo.
La Comisión Interna de Ford había sí analizado y discutido la esencia del Plan Austral, acordado con los monopolios imperialistas de todos los colores: congelamiento salarial, “racionalización” (despidos y suspensiones), el apoyo al Plan Lacerca (secretario de Industria), que en Ford implicaba 1.300 despidos (esto no se publicaba, desde ya). Y había pedido al Smata la inmediata realización de un Congreso de Delegados para tratarlo. En el Cuerpo de Delegados se había iniciado el debate sobre el Plan Austral, para polemizar con toda posible expectativa. La rapidez con que se había hecho esto fue decisiva, y permitió enfrentar con una gran unidad el Plan y la maniobra que se realizaba a sólo 11 días de lanzado.
Ford conocía la decisión tomada en abril en el Cuerpo de Delegados y llevada a discusión a las secciones, de no permitir despidos. Y la posición de que la única medida posible, dada las condiciones de caída de la producción, no podían ser marchas, ni quites de colaboración, ni medidas por el estilo. Sólo se podía intentar frenarlos con la ocupación. Como señalamos en la nota anterior, el 17 de mayo la empresa firmó el Acta-Acuerdo con los trabajadores, donde se comprometía “a no producir los despidos y las suspensiones que originalmente se programaron para el periodo del 1° de mayo hasta el 31 de julio de este año”, y a que ambas partes se sentarían a discutir antes de tomar medida alguna. La dirección obrera sin embargo alertó a sus compañeros que había que mantenerse alertas y vigilantes ante cualquier maniobra imprevista de la empresa. “No confiar. No bajar los brazos”.
El Acta no fue homologada por el Smata (José Rodríguez), ni por el Ministerio de Trabajo. Smata no sólo la boicoteó, sino que no había movido un dedo contra la ola de despidos (Deutz, Massey Ferguson, El Detalle, Dunlit, Merets, etc.), que avaló. A pesar de la tregua de la mayoría de las direcciones sindicales, se desarrollaban en ese momento algunas luchas, la mayoría arrancadas desde abajo y por asambleas: Ingenio Las Palmas, Chaco; Piedra del Águila en Neuquén; Barrio Illia, construcción; conductores ferroviarios; empleados judiciales; “El Formidable”, construcción de Córdoba en Caucete, San Juan; Mina Concordia en Salta; Yelmo San Justo; trabajadores del diario La Razón; Viplastic. La mayoría era con medidas duras, cortes, paros por tiempo indeterminado, ocupaciones, pero lograban aislarlas. Eran ocultadas o minimizadas por los medios de difusión masivos, que saturaban con el tema del Plan Austral “antiinflacionario”.
Ford monta la trampa
El 25 de junio, confiando en la situación creada por el lanzamiento del Plan Austral, Ford violó el Acta y envió telegramas de despido a 33 obreros, por “ausentismo elevado crónico y falta de contracción a sus tareas”, por lo que los consideraba sin derecho a indemnización (lo que constaba en los correspondientes telegramas). La trampa estaba montada.
Junto a la decisión del momento, la empresa imperialista yanqui había elegido un número reducido de despidos iniciales, que hiciera creíble ante la opinión pública su mentirosa fundamentación de que eran “disciplinarios” (la propia empresa en lo más álgido de la lucha llegó a reconocer que había obreros excelentes entre los 33 despedidos, con parte de enfermos, etc., y que podía haber “algunos” “por equivocación”). Por otro lado el pequeño número de 33 y la calificación de “vagos”, podía hacer vacilar a una parte de los obreros, que no los conocían; y permitía jugar activamente sobre ellos a los que trabajaban como “topos” para Ford, el Smata o el gobierno dentro de la empresa, argumentando que era una “locura” contestar a la “provocación”: “para no pisar el palito, lo mejor era no hacer nada”.
Ford subestimó a la dirección obrera. Aun conociendo la decisión de Abril, pensó que en esas circunstancias impulsarían a lo sumo un quite de colaboración o una medida parcial por el estilo para “cubrirse”, sin arriesgar en tan difíciles circunstancias los cargos de dirección, y abandonar a su suerte a los despedidos; ésta era la modalidad ampliamente dominante en el movimiento obrero, incluyendo a sus sectores autodenominados “combativos”: “Cuidar la dirección”.
Ford esperaba esta respuesta tibia para realizar una escalada de despidos hasta llegar a su objetivo de “racionalizar a fondo”. De haber vacilado frente a los objetivos y la ofensiva de la empresa, la Comisión Interna y el Cuerpo de Delegados habrían iniciado inevitablemente un camino de desgaste y división ante sus compañeros. Y si esa dirección hubiera pisado la trampa, intentando reaccionar después ante los despidos masivos, le habría sido muy difícil luchar. Su excesiva “prudencia”, su vacilación, habrían facilitado su descabezamiento. Liquidarían por fin sin pena ni gloria a esa dirección, cuya línea de defensa inclaudicable de los derechos obreros y populares, y de consecuente antiimperialismo, la había ido convirtiendo desde enero del ’84 en un ejemplo peligroso.
La tarde del 25, la Comisión Interna se reunió inmediatamente de serle anunciados los 33 despidos. Y decidió llevar al día siguiente la propuesta de efectivizar la toma. Miguel Delfini, elegido coordinador de la Comisión Interna desde su conformación (miembro del CC del PCR, a cuyo derrotero posterior nos referimos en la primera nota), y otro grupo de delegados quedaron a cargo de su preparación, para el caso de que se aprobara. Se encontraban presentes en esa reunión Lanza y Giménez, miembros de la Directiva del Smata, delegación Zona Norte, quienes se comprometieron a hacer ese mismo día 25 la denuncia ante el Ministerio de Trabajo.
La empresa, el sindicato y todos conocían bien los métodos democráticos que había impulsado y hecho constantes la línea predominante en la Comisión Interna y el Cuerpo de Delegados, y su mecanismo habitual. Pero la dirección obrera también conocía perfectamente a la empresa y sus amigos. Y sabía que el factor sorpresa les permitiría ganar un tiempo precioso frente a las diversas maniobras de afuera y de adentro.
Cómo se decidió la toma
El 26, muy temprano, entraron a la fábrica y anunciaron que se haría una asamblea. La Comisión Interna se reunió con el Cuerpo de Delegados en pleno (los dos turnos), con la presencia de Lanza y Giménez del Smata. Delfini pidió que, uno por uno, cada delegado ratificara o rectificara el mandato de abril, informándoles la posición de la Interna. Salvo los dos del Smata, todos los delegados votaron ratificar la decisión de toma.
En forma inmediata se llamó a asamblea general. Pero paralelamente se desplazaban los piquetes de delegados hacia las cuatro puertas de la inmensa planta de casi 160 hectáreas, las cerraban, y la planta era tomada. Eran las ocho y cuarto de la mañana y en su interior se encontraban ya a esa hora todos los directivos y empleados, salvo Robert Sparvero, su presidente. Mientras tanto, se llevaba a cabo la asamblea general con los casi 4.500 obreros del turno mañana. Delfini informó a la asamblea la situación y pidió que ésta ratificara o rectificara la decisión de abril (en este último caso se procedería a abrir las puertas). La asamblea, por unanimidad, decidió mantenerla, afirmando su posición anterior.
Decidida la ocupación hasta que se reincorporara a los despedidos, se procedió a completar su dispositivo. Se tomaron los comedores (donde días antes se habían realizado asambleas previendo lo que podía pasar), con la colaboración de parte de sus empleados y de aquellos delegados de Comedor que habían impulsado sumarse a la lucha. Teniendo en cuenta experiencias de anteriores luchas obreras, se procedió a la eliminación de toda bebida alcohólica existente en los cinco comedores. Delfini con otros delegados se dirigieron al Comedor de Gerencia y le pidieron al encargado las llaves donde se encontraban comestibles y bebidas. Luego de resistirse, se las entregó. Y vio con espanto cómo rompían y vaciaban los costosos whiskys importados, champagnes, cognacs, vinos finos, hasta que no quedó ni una gota.
Se organizaron también las guardias de vigilancia en el extenso perímetro, así como el cuidado de los delicados equipos de la fábrica. Para poder conectarse entre las diferentes plantas se tomaron una cantidad de vehículos de la empresa, así como los surtidores de nafta. Todo bajo la dirección del Cuerpo de Delegados y la Interna. Se resolvió también hacer salir a todas las trabajadoras mujeres (Administración y Comedor), a los alumnos de la escuela secundaria y a los enfermos.
Desde el mediodía comenzaba la campaña de los principales directivos de Smata, tendiente a aislar la lucha para derrotarla. El ataque periodístico se concentró particularmente en la existencia de “rehenes” (los directivos), haciendo un paralelo con la situación producida en esos días en el Líbano, con el secuestro de un avión, llegándose al asesinato de uno de los rehenes. Y también hacían aparecer a la dirección obrera obligando a la inmensa mayoría de los ocupantes a permanecer en la planta.
Esa noche se decidió que para simplificar se habilitaran sólo tres comedores, y que empleados, directivos y obreros hicieran una única cola para cenar, lo que se llevó a cabo sin mayores problemas. Una parte de los empleados, y aún algunos del personal jerárquico, expresaban su apoyo o su simpatía por la lucha contra los despidos (por los que se sentían también amenazados).
Una delegación de la Comisión Interna permanecía en el Ministerio de Trabajo donde participaba en las tratativas de partes con Ford. Así terminaba el primero de esos intensos y heroicos 18 días de ocupación, que estimularon a su vez una gran oleada de luchas y una inmensa solidaridad. Había comenzado un extraordinario combate que pasaría a ocupar el centro de la escena política nacional, llegando los obreros a poner en marcha la producción en esa compleja fábrica. 18 días que constituyeron un verdadero hito en la historia del movimiento obrero argentino.
NdE: Se publicarán próximas notas sobre esta histórica ocupación en nuestro blog y se compilarán todas las notas en un folleto.