Mercedes Benz acusada por crímenes de lesa humanidad

Testimonios que evidencian la responsabilidad de la empresa en el secuestro de trabajadores.

–Nos aprobaron todos los puntos –contó Esteban a su esposa María Luján, con una mezcla de satisfacción y desconcierto, cuando volvió de la negociación con la empresa. Eran las 6 de la tarde de un 4 de enero de 1977.

–¿En serio? ¡No puede ser que después de tanta lucha hayan aprobado todo! –respondió.

–A todo nos dijeron que sí –precisó–. Nos quisieron dar a firmar, como que estábamos de acuerdo. Pero yo no firmé– agregó.

María Luján lo miró pidiendo más detalles. Pero Esteban, uno de los delegados de Mercedes Benz, estaba muy cansado y sólo agregó que sintieron que era una trampa, que había otras cuestiones más que luego le contaría. El misterio se develaría, dramáticamente, horas más tardes, a eso de la 1 AM de esa misma noche, cuando un grupo de tareas del Batallón 601 del Ejército irrumpió en su hogar en Cañuelas, secuestrando y desapareciendo a Esteban Alfredo Reimar.

La escena fue descripta por María Luján Ramos, el pasado 12 de junio, en la causa que cursa en el Tribunal Federal Oral 1º de San Martín y que investiga, entre otros casos, la desaparición de los obreros de Mercedes Benz en la última dictadura. Cuarenta y dos años después, ella sigue exigiendo “que se haga justicia”.

El Grupo de los nueve

Los testimonios de familiares y sobrevivientes dan cuenta del conflicto entre trabajadores y patronal, que se fueron profundizando especialmente desde la década del ‘70. Los reclamos no eran sólo salario, sino también las elevadísimas temperaturas de trabajo, el saturnismo producido por el plomo, problemas de columna, etc. Todo esto agravado por el insistente intento de Mercedes Benz Argentina de aumentar los ritmos de producción, para lo cual buscaron imponer durante ese período horas extras, premios y otros mecanismos que evitaran tomar más operarios.

En ese proceso de lucha, en septiembre de 1974 triunfó en la elección de Comisión Interna una lista opositora a la conducción nacional de SMATA, que tenía a José Rodríguez como secretario general (Lista Verde). En Mercedes Benz ganó un agrupamiento con mayoría de la Juventud Trabajadora Peronista y conformada también por militantes de varias fuerzas de izquierda. Pero la empresa despidió a la mayoría de la comisión electa, mientras que el SMATA impugnó la elección e intervino la Interna.

Sin representación legítima, el conflicto fue levantando presión ante una empresa que seguía intentando aumentar la productividad por operario. La resistencia persistía. “Hicieron como un trabajo a reglamento –describió María Luján ante el Tribunal–, después de haberse encontrado en una asamblea, convocada espontáneamente a la entrada de la fábrica. Ante SMATA decidieron reunirse por sección y cada sector eligió democráticamente un trabajador representante. Como había nueve secciones, quedó armado el grupo de los nueve. Es decir que de pronto, a la distancia, queda como una organización paralela a la convocatoria de SMATA.” Ocurrió un 8 de octubre de 1975. La gota que rebalsó el vaso fue un descuento impuesto por el SMATA. Pero ese día se paró la producción y la empresa debió reconocerlos.

El conflicto no cerró allí. La conducción nacional de SMATA, que calificaba a la Interna como “ajena al gremio y prohijada por la subversión”, denunció a la empresa frente al Ministerio de Trabajo por reconocer a este “grupo de los nueve” y le exigió que despida a 400 operarios. La empresa comenzó con 117. “Los cuatro mil adentro o los cuatro mil afuera”, fue la consigna levantada en la asamblea. El paro duró 22 días y Mercedes Benz debió ceder. No sólo debió reincorporarlos sino que el “grupo de los nueve” debió ser reconocido por la empresa y el SMATA. Esos meses que siguieron fue un período donde se consiguieron conquistas y se logró evitar la intensificación de tiempos y ritmos de trabajo.

El “grupo de los nueve” contaba con gran representatividad. “Las asambleas eran mayoritarias, y no entraba nadie a trabajar hasta que no se terminaba la asamblea por voluntad de los trabajadores”, precisó María Luján. Pero el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 cambió la situación y comenzó la represión abierta contra la organización obrera. Aunque no fue sin resistencia. Días después, el 29 de aquel marzo negro, el “grupo de los nueve” recibió una citación del Estado Mayor del Ejército en el edificio Libertador. Esteban Reimar fue uno de los que participó de dicha reunión.(1)

“Es por la fábrica”

Ante el Tribunal, María Luján describió el contexto previo a esa oscura noche del secuestro de su compañero, en enero de 1977. “En esos tiempos llegó el comentario del terror, de que algunos compañeros habían sido secuestrados en su casa. La palabra ‘secuestro’ no entraba en la inteligencia de ninguno. Para un fin de año, cuando se sabe que son momentos de festejo en una familia, se llega con la noticia a mi casa de que había sido secuestrado en la suya el Tano Vizzini”, contó. José Antonio Vizzini había sido desaparecido el 14 de diciembre de 1976, junto a otros dos trabajadores ese mismo día.

No habían sido las primeras desapariciones. Ya el 29 de abril de 1976 había sido secuestrado desde adentro de la fábrica Juan José Martín. Pero los obreros se dirigieron al regimiento de La Tablada para exigir su aparición y, tras tres días de permanencia, Martín fue liberado. Y luego pudo testificar en los Juicios por la Verdad. Sin embargo, para fines de 1976, la respuesta obrera a los secuestros ya no pudo ser la misma.

Aún en ese período dictatorial, la resistencia obrera continuaba. Hasta que “el grupo de los nueve” es citado a un encuentro el día 4 de enero de 1977. “Van convocados por la empresa. La reunión la hicieron con los nueve representantes, que la empresa les había dado entidad como para discutir unos cuantos puntos que habían surgido de una asamblea de trabajadores en la planta”, explicó María Luján.

Luego siguen los momentos ya relatados. “Estaba cortada la luz en un momento en mi casa. Él quiere tomar a la chiquita a upa. Vamos a cenar. Estaba tan cansado que la nena se había dormido sobre su pecho”, recordó. Es allí cuando golpean la puerta, entran intempestivamente, revuelven la casa y se suceden diálogos entre María Luján y los secuestradores.

–¿Quiénes son ustedes? –preguntó María Luján.

–Venimos del Batallón 601– respondió uno de los militares.

–¿Por qué lo detienen?

–Es por la fábrica.

Estaban todos vestidos de civil. Llegaron en dos Peugeot’s y se fueron a toda velocidad. A los militares les molestó un dibujo que Esteban y María Luján, ambos integrantes de la Juventud Peronista, tenían de Eva Perón. “Quedate tranquila, no me sigas”, fue lo último que Esteban le dijo a su compañera.

Responsabilidad empresarial

Esa madrugada del 5 de enero de 1977 comenzó la búsqueda incasable de María Luján Ramos. Y, junto con ella, la de otros familiares y sobrevivientes. Entonces fue saliendo a la luz las conexiones directas entre los secuestros y la empresa. No sólo explicado desde los evidentes intereses económicos, sino también confirmado en acciones concretas de directivos. Por ejemplo: la empresa le daba al Ejército los legajos de sus obreros con sus direcciones. Así lo supo María Luján en el caso de su marido, de boca de un empleado de personal que también era su vecino. Y así testificó también Héctor Ratto, otro operario secuestrado dentro de la fábrica que estuvo desaparecido hasta marzo de 1979 y que vio cómo directivos de Mercedes Benz pedían el legajo de otro obrero para dárselo a los militares.

Otro dato llamativo es que la empresa siguió pagando los salarios de los operarios desaparecidos a sus familias, al menos por varios meses. Una o dos veces María Luján entró a la fábrica a recibir el salario de su marido y aprovechaba para pedirle explicaciones a la empresa, que no respondía. Hasta que no la dejaron entrar más. “Porque yo lo que quería era hablar con los muchachos que estaban en los distintos sectores. Tenía que atravesar distintas secciones hasta ir a la oficina de este señor que me pagaba. Andaban practicando con los camiones y yo les decía quería que pararan la fábrica por los compañeros que faltaban. Era así lo que sentía y creía que estaba en el derecho a hacerlo, por más miedo que tuviera”, explicó.

El Ejército tenía especial interés en Mercedes Benz, que lo proveía de los vehículos unimog. Desde el golpe, pasó a ser parte de la guardia estable de la planta. “Nadie podía entrar o salir si no tenía el visto bueno del custodio de la fábrica, refrendado por la actitud represiva de los militares”, precisó María Luján.

¿Cómo los funcionarios de una empresa terminan involucrados en el secuestro de sus operarios? Esta pregunta buscó responder Victoria Basualdo ante el Tribunal de San Martín. Basualdo es historiadora, investigadora de Conicet y una de las autoras del informe de “Responsabilidad empresarial en delitos de lesa humanidad contra trabajadores”(1). Testificó ese mismo día luego de María Luján Ramos. En su respuesta recordó la relación de Mercedes Benz con el nazismo. No sólo en Alemania, donde produjo vehículos y hasta aprovechó la mano de obra esclava, sino también en Argentina, donde contrató a Adolf Eichman ya terminada la guerra. También se refirió a la contratación como jefe de seguridad de la planta del subcomisario de la Brigada de Investigaciones de San Justo, Rubén Lavallén, condenado más tarde por apropiación de menores.

Por otra parte, Basualdo precisó cómo, tras quebrar la resistencia obrera, la empresa logra imponer las condiciones de trabajo. “A lo largo del ‘77 es donde efectivamente puede imponerse la noción de premios por productividad y de trabajo por fuera de la jornada de trabajo establecida. Cuestión que había sido muy fuertemente resistida antes. Y esto se introduce en el momento en el cual los trabajadores dejan, forzadamente, de hacer algo que le había salvado la vida a Juan José Martín en abril de 1976, que había sido una gigante movilización frente a su lugar de detención y había logrado que fuera liberado. (…) Esto es lo que se termina de la mano de los secuestros de diciembre del ‘76 y de enero del ‘77”, explicó.

La causa

La causa que ahora llegó a juicio oral incluye a delitos de lesa humanidad cometidos contra catorce obreros de Mercedes Benz. Se juzga a 17 represores acusados. Es parte de la megacausa Campo de Mayo, que reúne 169 expedientes. Uno de los acusados es Santiago Omar Riveros, ya condenado previamente en el caso Ford. Entre las víctimas obreras se encuentran Alberto Francisco Arenas, Juan José Mosquera, Jorge Alberto Leichner Quilodrán, Alberto Gigena, Diego Eustaquio Nuñez, Fernando Omar Del Conte y Héctor Aníbal Ratto, este último sobrevivió. Si bien hay numerosos militares imputados, en esta causa aún no hay gerentes acusados, como sí hubo en la causa Ford y que fueron condenados en primera instancia. Los testimonios acechan sobre Mercedes Benz, al punto que los directivos de la casa matriz en Alemania decidieron responder y obviamente negar toda responsabilidad.(2) Sin embargo, en el desarrollo de este juicio se va mostrando claramente el rol de directivos y funcionarios de Mercedes Benz Argentina en la represión ilegal.


(1) Ver: Programa Verdad y Justicia, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, Flacso, CELS, Infojus, “Responsabilidad empresarial en delitos de lesa humanidad contra trabajadores”, 2015, pág. 501.
(2) Ver: El cohete a la luna, “La instigación de Mercedes Benz”, 2019.