No todos somos Charlie Hebdo

El 7 de enero se produjo en Francia el ataque a la revista Charlie Hebdo, en el que fueron asesinados su director y sus principales redactores. Días más tarde otro hecho se produjo en un comercio de comida judía, donde terminaron muertos, según la policía francesa, otro de los presuntos atacantes que habría ultimado a cuatro clientes del local. La autoría de atentado se lo atribuye supuestamente Al Qaeda de Yemen, en represalia por las constantes provocaciones que la revista francesa producía contra el culto musulmán, dibujando a Mahoma y haciéndolo protagonizar prácticas homosexuales. El hecho de gran repercusión mundial conmocionó Francia. Se desató una gran campaña de repudio, que llevó incluso a la reivindicación de la publicación, en nombre de la libertad, bajo el lema: “Yo soy Charlie”.

Mas allá de no acordar y rechazar el atentado a la revista Charlie Hebdo, estamos obligados a hacer un análisis más general de la situación y el marco del hecho.

Como contrapartida del atentado, el imperialismo Francés –que es la segunda fuerza militar en Irak, encabezó el ataque a Libia y tiene presencia en Siria– pudo cohesionar a gran parte de su población contra los musulmanes bajo el eje del antiterrorismo. El 11 de enero encabezó la masiva movilización en París el presidente francés Hollande, acompañado por el primer ministro israelí Netanyahu, el presidente palestino Abbas, la canciller alemana Angela Merkel , el británico David Cameron, el español Mariano Rajoy y otros líderes de los países europeos.

A la vez, y particularmente luego de que la revista francesa volviese a ilustrar su tapa con Mahoma, se desataron gigantescas movilizaciones musulmanas en decenas de países contra las ofensas a su culto.

A nuestro país llegó también la campaña “yo soy Charlie Hebdo”, aunque también en las redes sociales muchos se despegaron y salieron a decir “Yo no soy Charlie Hebdo”.

Pero en el caso de Francia la campaña anti musulmana no solo tiene una connotación internacional sino también nacional, dado el peso de la creciente inmigración árabe y el aumento de la proporción musulmana que ya llega a 4 millones, el 7% de su población. Hay que recordar además que la nacionalidad francesa no se adquiere territorialmente, por el hecho de nacer en su territorio, sino por descendencia sanguínea. Por esto muchos descendientes de musulmanes nacidos en Francia no son franceses y además las condiciones de vida de esta comunidad son de superexplotación y segregación. De este modo miles de sus jóvenes son empujados al delito común y llenan las cárceles francesas. Esta situación es tan alevosa que hasta el primer ministro de Francia, Manuel Valls admitió la existencia de un “apartheid social y étnico” en el país.

Previo a la movilización del 11 de enero en París se realizó una reunión internacional de lucha contra el terrorismo entre los ministros de Interior y Justicia de doce países, entre ellos España y Estados Unidos, junto a representantes de la Comisión Europea.

En este contexto europeo sorprendieron las declaraciones del Papa Francisco, tras registrarse movilizaciones musulmanas, también de cientos de miles, pero en repudio a la revista que volvió a dibujar provocativamente a Mahoma en su tapa. El Papa Francisco dijo: “Matar en nombre de Dios es una aberración. Pero tampoco se puede provocar ni insultar la fe de los demás”. “Tenemos la obligación de hablar abiertamente, de tener esta libertad, pero sin ofender”. “Es verdad que no se puede reaccionar violentamente, pero si Gasbarri [el Papa aludió a uno de sus colaboradores junto a él en el avión], gran amigo, dice una mala palabra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo. ¬¡Es normal!”, aseguró. “No se pude provocar –añadió–, no se puede insultar la fe de los demás. No puede burlarse de la fe. No se puede”.

Desde un punto de vista político, exento de religiosidad, algunos representantes como la canciller sueca Margot Wallstroem sugirieron que una respuesta real sería ayudar a poner fin a la guerra en Irak y Siria. En realidad, el mejor aporte de Europa en este sentido sería que retiren todas sus tropas de esos conflictos.

Verdaderamente es muy cínico que los campeones mundiales de la explotación, la opresión, la segregación y el terrorismo, como son EEUU, Francia, Inglaterra, Alemania, Israel y demás imperialistas, encabecen nuevamente la campaña “antiterrorista”. Son los que bombardean en Irak, Libia, Siria y Palestina, con cientos de miles de muertos. Los que atacan militarmente donde se les da la gana, todos los días. Los que tienen montado un sistema que con satélites y drones producen ataques comandados a miles de kilómetros de distancia, violando la territorialidad de otros países cotidianamente. Los que tienen cárceles como Guantánamo y legalizan la tortura. ¡Y nos hablan de “antiterrorismo” y “libertad”!

Como leninistas y antiimperialistas analizamos el terrorismo, como forma, y a sus protagonistas. Pero no al margen de su sello de clase.