Regulacionismo, abolicionismo y prohibicionismo en Argentina

En Argentina hubo un período reglamentario en que la prostitución era considerada un trabajo más y el Estado era el proxeneta legal, a través de las comisarías que recaudaban el pago del carnet en los registros, las revisaciones médicas (para garantizar la salud de los “clientes”) y las enormes multas cuando una prostituta rompía las leyes. No podían salir solas y en determinados horarios, siempre acompañadas de la regenta, etc. Siempre estaban endeudadas.

Esto funcionó hasta 1930. Luego, Argentina se inscribió en lo que se conoce como “sistema abolicionista”. O sea, un sistema donde la prostitución no es ni legal ni ilegal, se asume que existe como realidad pero el objetivo de fondo sí es erradicarla en un proceso con políticas públicas en lo laboral, lo educativo, y lo social. En lo inmediato no se penaliza a la persona que ejerce prostitución, que puede ejercerla en el marco de ser una práctica de subsistencia. En cambio, se penaliza a la persona que explote la prostitución ajena (proxenetas), además de condenar la trata. Cumplir el abolicionismo implicaría generar, por un lado, otras opciones laborales y por el otro, ir erradicando esta costumbre desde la formación educativa y campañas gubernamentales donde se desaliente el consumo de prostitución. Pero donde hay poco laburo, ¿dónde reinsertamos a las personas en situación de prostitución? Y encima a la vez que se gastaría mucha plata en campañas se deja de recaudar de uno de los negocios millonarios a nivel mundial, que está en el ranking junto con el narcotráfico y la venta de armas.

La realidad es que la Argentina mantuvo políticas prohibicionistas con códigos contravencionales en todas las provincias, que penalizaban el ejercicio de la prostitución y siempre terminaban condenadas las mujeres y no sus proxenetas, como es esperable. Porque, además prohibir, no resuelve de fondo, solo invisibiliza el tema y lo clandestiniza en los prostíbulos, donde a las mujeres les sacan más de la mitad de la ganancia y luego pasa el comisario a cobrar la coima.

A partir de la lucha de muchas mujeres en situación de prostitución y el abolicionismo en Argentina, se lograron derogar los códigos contravencionales en algunas provincias, como en CABA y Gran Buenos Aires. Además, algunas organizaciones como AMADH (Asociación de Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos) han logrado que el Estado genere políticas públicas para centros educativos y de formación en oficios, para que las personas en situación de prostitución puedan recibir un aporte económico a cambio de formarse (como electricista, computación, peluquería, etc) y el día de mañana poder salir de ese circuito. Pueden inscribirse en el monotributo social a $600, con obra social y aportes jubilatorios. Eso sí, con otro rótulo que no es “prostitución” ni “trabajo sexual”.

Pero esto no es lo que rige en la mayoría del territorio Argentino. Entonces el gran problema hoy es que el abolicionismo en realidad no se cumple. Se sigue condenando a las personas en situación de prostitución y no a los proxenetas ni las redes de trata, que funcionan de la mano de los grandes empresarios, la policía, la Justicia, los gobiernos provinciales, o sea el Estado.

¿Qué hacer con la prostitución?

Está claro que no hay que criminalizar a ninguna persona en situación de prostitución que garantiza su existencia y la de su familia de esta forma. No se puede avalar la estigmatización ni la discriminación como si esas personas no fueran “dignas”. Ni tampoco hay que caer en el embellecimiento de las demás ocupaciones, cuando sabemos que gran parte de la clase obrera no se siente realizada y le cuesta llegar a fin de mes en el oficio que realiza o necesita múltiples trabajos para llegar. Pero no por eso la solución es regular la prostitución como trabajo. ¿Puede ser que un sector del abolicionismo caiga en el moralismo? Sí, pero no es la mayoría ni es su base fundamente. El tema es que sigue habiendo gente en esta situación y hay que tomar una posición sobre qué camino y modelo social se impulsa para mejorar las condiciones de existencia de esas personas, ahora y en un futuro.

En general en “la academia” y sobre todo en los últimos cuatro años de macrismo, avanzó más el discurso y la moral liberal e individualista que cualquier otra cosa. Y tiene sentido, en momentos donde la crisis económica se tensa al rojo vivo. ¿Para qué vamos a estudiar o formarnos profesionalmente si después no hay laburo o hay pero muy precarizado? En momentos de crisis, la salida individual puede parecer más prometedora para un sector que “elije” ejercer la prostitución, quizá hasta momentáneamente, esperando vientos mejores. El tema es que no podemos avalar que por unas pocas, el resto sean y seamos condenadas, porque si se regula la prostitución va a ser una “opción” promovida para todas.

Luchamos por una sociedad sin explotación ni opresión, donde los trabajos que hoy encierran explotación se resuelvan colectivamente. Es una necesidad social de todxs. ¿Pero cuál es la necesidad social de la prostitución?

Justificar la prostitución: ¿no es en realidad aceptar los discursos que impusieron que es el trabajo más viejo del mundo porque los hombres tienen una necesidad sexual fisiológica insaciable? ¿No es ese mismo enfoque el que termina justificando el “crimen pasional” en vez de condenar el femicidio? ¿El mismo enfoque que quiere imponer el lugar de opresión de la mujer, porque no quiere perder privilegios y porque así nos sacan mayor rentabilidad? ¿La sexualidad de cualquier persona, no debería ser una libertad en vez de un bien mercantilizable? ¿“Mi cuerpo-mi decisión” implica vendernos como mercancía? ¿Eso no es en realidad el derecho de otros a consumirnos como tales? ¿El empoderamiento no es en realidad del que paga?

¿Qué tipo de sociedad necesitamos? ¿No convendría unir fuerzas entre todas, todos y todes para luchar por transformar esa realidad? ¿Por qué discutimos todos los privilegios de los varones pero este es intocable? ¿Por qué tenemos que reivindicar el encierro a cuatro paredes, sea con un marido, un proxeneta o un cliente-prostituyente? ¿Ese es el lugar que nos merecemos las mujeres, travestis y trans en la sociedad?

Desde ya que esto implica no solo trabajar desde las mujeres sino también tiene que haber un rol activo de los varones, rechazando la costumbre patriarcal de comprar la sexualidad de otra persona. Porque en una relación igualitaria hay que negociar, conceder, llegar a acuerdos comunes y no siempre puede prevalecer el deseo individual únicamente, porque se conjuga con el deseo de la otra persona. ¿No es contradictorio luchar por relaciones igualitarias pero a la vez mantenerle a un sector de la sociedad el privilegio de pagar por relaciones desiguales?

La prostitución es una práctica social muy arraigada. Pero no desde el principio del desarrollo humano ni tampoco eterna, como tampoco lo fue ni lo es la opresión de género. Esto es lo que demostró Federico Engels en su libro “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” (1884); o Alexandra Kollontai (1872-1952), entre tantos otros. Y por eso luchamos con el optimismo revolucionario con la certeza de que un día será posible esa sociedad sin opresión de clases ni de género, donde tampoco habrá prostitución porque las relaciones humanas tendrán las condiciones para ser verdaderamente libres, consensuadas y disfrutadas. Pero para llegar a ese futuro el esfuerzo en este presente es por construir relaciones cada vez más libres e igualitarias.