Sobre el documento de apertura del Encuentro

35º Encuentro Plurinacional de Mujeres y Diversidades

El documento de apertura del Encuentro incluye una serie de definiciones que exponen por un lado los debates que llevaron a la ruptura de la Comisión Organizadora de San Luis; y a la vez, también otras que son parte de una postura integral política que permiten entender, por ejemplo, el contenido y la organización de la estructura temática de ejes y talleres presentado para este Encuentro.

Desde ya, el protagonismo de miles de mujeres y diversidades, con sus voces, planteos, debates, unidades, confrontaciones, preocupaciones y anhelos, son lo que hace principalmente el Encuentro. Pero también ese protagonismo en parte se da bajo la estructura temática de talleres que define la Comisión Organizadora bajo su criterio.

Desde Liberación Popular y el Comunismo Revolucionario hemos sido críticas puntualmente en la secundarización de la temática “trabajo” en la estructura de Ejes y Talleres. El trabajo es el eje central desde el que las mujeres y las diversidades nos hemos venimos haciendo más fuertes. Además, rechazamos que se haya incluido “trabajo sexual” dentro de ese eje, siendo que es abiertamente una polémica antagónica que atraviesa nuestros movimientos.

Debería haberse incluido en todo caso con los talleres de postura abolicionista en el eje específico de prostitución.

La otra cuestión que planteamos es la incorrecta y riesgosa suplantación del concepto de país por el de territorio. Llamativamente, la lucha por que el Estado Argentino se defina plurinacional, como ya lo ha hecho Bolivia, no figura en las nueve páginas del documento.

No porque la plurinacionalidad no esté abordada permanentemente, sino porque el enfoque integral que determina al conjunto del documento no apunta a esa reivindicación política.

Presumiblemente, porque ese enfoque apunta a la extinción de los Estados Nación actuales de Latinoamérica por concebirlos producto del colonialismo, desconociendo el proceso revolucionario que encabezaron San Martín, Bolívar, Juana Azurduy, María Remedios del Valle y Martí. Y también la realidad política concreta a transformar.

Identificamos la raíz del racismo en el antagonismo de clase de las sociedades impuestas históricamente en los últimos ocho mil años; misma raíz histórica que posee la violencia de género. Caracterizamos la colonización de América como un acto de dominación, sojuzgamiento, saqueo y genocidio. Pero no nos imponemos la idealización de las sociedades originarias, muchas de ellas ya divididas en clases o castas, u obligadas a tributar a otras sociedades que las dominaban. Y menos aún vamos a revisar la historia para negar la Revolución de Mayo. A la vez que identificamos y repudiamos los genocidios en que se fundó el Estado Nacional Argentino: contra los caudillos y pueblos del interior, contra el Paraguay y contra los pueblos originarios en la mal llamada “Campaña del Desierto”.

Poco podremos los pueblos enfrentar el carácter oligárquico-imperialista que en general tienen los Estados de la región, desconociendo y negando los procesos revolucionarios anticoloniales. De lo que se trata es de identificar la etapa revolucionaria actual y particular en cada uno de nuestros países. Porque, como parte de esos procesos liberadores, avanzaremos las mujeres y las diversidades en nuestra liberación. Pero también un grave déficit del documento es no mencionar ni una sola vez la palabra “imperialismo”, tras aseverar, discutiblemente, reiteradas veces que “lo que no se nombra no existe”. Lo mismo ocurre con la palabra “Argentina”.

A lo largo de los párrafos del documento de apertura se reivindican un conjunto de reclamos y condenas que compartimos, como por ejemplo: el rechazo al acuerdo del FMI, el repudio al intento de asesinato a Cristina, a la represión del gobierno a los mapuches, el saqueo extractivista sojero, minero, petrolero, contaminante, la denuncia de los monopolios, la condena a los femicidios y los crímenes de odio contra la comunidad LGBTTI+, por la abolición del chineo, la defensa de las niñeces y muchas más.


El concepto de “disidencia” bajo el enfoque del documento es claramente un concepto político; no está planteado como un sinónimo de diversidad sexo-genérica. Las “disidencias” pasan a ser el sujeto político transformador de la sociedad, dejando de ser el conjunto del pueblo. Aquí es donde radica el carácter sectario de este enfoque que se impone a lo largo del texto del documento de apertura del Encuentro de San Luis. También es la raíz de por qué se corre la cuestión del trabajo y las trabajadoras como eje central. La enumeración de feminismos no alcanza para hacer amplia la convocatoria en la medida que se preside de definiciones que sectarizan.


Nuestra polémica sobre el enfoque y contenido no está precedida de otra cosa que no sea la lucha política que hoy se presenta con total claridad frente a los Milei, los Macri, las Bullrich y la reacción en general, que se ensañan particularmente con el movimiento de mujeres y diversidades. La disputa y los debates dentro de nuestros movimientos es la línea para enfrentarlos y derrotarlos, como lo hemos venido haciendo en las últimas décadas. Para eso es necesario tomar conciencia que alguna de las líneas y posiciones no ayudan a que ganemos: les facilitan a ellos su ataque. Por ejemplo, es un grave error que el documento de apertura no reivindique la creación del Ministerio de Mujeres, Género y Diversidades, cuando es lo primero que plantean eliminar esos personajes de la reacción si llegan al gobierno en 2023.

La identidad política del documento y su concepción de disidencia

El primer párrafo toma la consigna de la anarquista Virginia Volten planteando la triple opresión de las mujeres: “Ni dios, ni patrón, ni marido”. Pero en la medida que no hace referencia a la doble opresión que sufrimos las mujeres trabajadoras (como mujeres por el machismo de origen patriarcal que también sustenta el actual sistema social en el que vivimos y por la explotación que sufrimos como trabajadoras), introduce un cambio de definición política en relación a otros encuentros.

También, en los primeros párrafos el documento de apertura señala: “Nombrarnos plurinacionales y disidentes significa romper las fronteras que nos impone el colonialismo, y con las fronteras de los cuerpos que nos impone un biologicismo que define una supuesta normalidad a partir de la supremacía blanca, el régimen heterosexual y el binarismo varón-mujer en el que se nos encasilla. En este espacio compartimos ideas, acciones y experiencias, donde nos planteamos los nuevos desafíos del movimiento, y a través del cual se ubican en agenda las luchas feministas, transfeministas por nuestra definitiva liberación contra la opresión que históricamente nos impone este sistema capitalista, patriarcal, racista y colonial.”

Para empezar, la heterosexualidad no es un régimen: es una orientación sexual hoy practicada por una mayoría social. Y millones de mujeres, incluso la mayoría de las que participamos del encuentro, no “somos encasilladas”: simplemente somos mujeres y lo reivindicamos. Luchamos contra los estereotipos en general que nos pretenden imponer, contra la heteronormatividad o la sumisión de la mujer, porque en definitiva enfrentamos la doble opresión. Defendemos y reivindicamos el derecho a la diversidad sexo-genérica desde una concepción materialista y dialéctica como parte del desarrollo de la humanidad.
El concepto de “disidencia” bajo el enfoque del documento es claramente un concepto político; no está planteado como un sinónimo de diversidad sexo-genérica. Las “disidencias” pasan a ser el sujeto político transformador de la sociedad, dejando de ser el conjunto del pueblo. Aquí es donde radica el carácter sectario de este enfoque que se impone a lo largo del texto del documento de apertura del Encuentro de San Luis. También es la raíz de por qué se corre la cuestión del trabajo y las trabajadoras como eje central. La enumeración de feminismos no alcanza para hacer amplia la convocatoria en la medida que se preside de definiciones que sectarizan.

El feminismo popular y la liberación de las mujeres y las diversidades

El feminismo popular concibe a la opresión de las mujeres y su liberación, como una cuestión histórica y social que atraviesa a toda la sociedad, no un aspecto aparte que pueda resolverse escíncidamente. Son erróneos los enfoques que solo ubican la opresión de las mujeres de forma unilateral como un problema de raíz cultural, jurídica y/o sexual, etc. Por eso el feminismo popular integra la lucha de las mujeres y las diversidades sexo-genéricas oprimidas a la lucha general del pueblo contra la reacción. El motor principal de este movimiento en la Argentina somos las mujeres trabajadoras.

El feminismo popular ubica al pueblo como el actor de las grandes trasformaciones de la sociedad y a la lucha popular necesariamente como el camino para avanzar en la liberación nacional y social y contra nuestra opresión como mujeres y diversidades.