Trump tuvo su acto despedida

El final de Donald Trump como presidente de EEUU no podía ser menos grotesco que su propio mandato. Tras proponer inyectarse lavandina para combatir al Covid, no debería sorprender tanto que el presidente de piel naranja simplemente desconozca el sistema electoral por el cual él mismo había sido electo y que el Capitolio termine presidido por el hombre-cuernos-de-bisonte. Sorpresa, en todo caso, para quienes idolatran esa “democracia americana” (durante la cual, recordemos, ha habido cuatro presidentes asesinados en ejercicio de su mandato).

El asalto del Capitolio con que se despide Trump es un emergente de las dificultades crecientes del imperialismo yanqui. Como hemos señalado, EEUU lleva ya 45 años de déficit comercial –que viene superando el 4% de su PBI en su última década– y un endeudamiento creciente que ya alcanzó al 100% de su PBI. Junto con esto, persiste la desocupación y hay cierto estancamiento del nivel de vida de los sectores medios y bajos. No son problemas coyunturales sino que son el resultado del entramado económico internacional –bautizado como “globalización”– que EEUU viene sosteniendo desde la década de los 90’s. Parte de ese entramado ha sido el acuerdo con China, donde EEUU localizó gran cantidad de empresas para aprovechar sus bajos salarios y que representa la mayor parte del déficit comercial yanqui. Personajes como Trump han surgido también en otros países, especialmente a partir de la crisis económica mundial de 2008-2009 que evidenció que el esquema noventista no es eterno.

Trump había logrado ser electo presidente apareciendo como rupturista con esa realidad decadente. Eso buscó expresar con sus consignas “Make America Great Again” (Haz a EEUU grande de nuevo) y “America first” (Primero EEUU), apuntando especialmente a China. Esperablemente, estos cuatro años de gobierno fueron de escalada de conflictos comerciales con China, que incluyó denuncias por el espionaje industrial de ese país con las empresas yanquis localizadas allí. A la par, Trump aflojó tensiones con Rusia y estrechó vínculos con el primer ministro inglés Boris Johnson –que conduce el Brexit–. Los exabruptos de Trump en realidad expresan la preocupación de una parte de las clases dominantes yanquis que ven cuestionado su predominio mundial. Entonces no es ilógico que Trump haya alimentado en todo su mandato un “sentido común” que simplemente no tiene problemas en recurrir al racismo y la xenofobia para la defensa del “modo de vida americano”, tal como expresa el rebrote de los supremacistas blancos que se nutre del empobrecimiento de esta población.

Con sus medidas proteccionistas Trump había logrado cierta reactivación económica, que parecía asegurarle la reelección. Pero entonces llegó el Covid y su liberalismo económico lo llevó a un brutal desprecio por implementar políticas sanitarias adecuadas. El resultado: EEUU superó los 350 mil muertos por Covid y el Partido Demócrata ganó las elecciones.

Tras el acto-despedida trumpista, que incluyó cinco muertos y algunos detenidos, finalmente Joe Biden fue certificado como nuevo presidente (65 días después de la elección), con el aval del vicepresidente republicano Mike Pence aunque con la persistente denuncia de fraude por parte de Trump. Los senadores y representantes rechazaron en general sus objeciones: por 93 a 6 en el Senado y por 303 a 121 en la Cámara de Representantes. Es decir, aún después del escándalo, Trump mantuvo apoyo de una parte importante de los republicanos. La crisis ahora se traslada al interior del Partido Republicano yanqui, donde habrá que ver si Trump se mantiene dentro o constituye un partido nuevo. Luego Trump terminó condenando el asalto al Capitolio y reconociendo por primera vez a Biden como presidente electo. Pero no asistirá a su asunción.