Un poroto para la penetración yanqui

El 25 de setiembre, el mismo día en que el presidente chino Xi Jinping finalizó su visita a Estados Unidos, los capos de Washington hacían pública la firma de la Asociación Trans-Pacífico (TPP), un acuerdo de libre comercio de Estados Unidos con once países del Pacífico: Japón, Chile, Perú, México, Australia, Brunei, Canadá, Malasia, Nueva Zelanda, Singapur y Vietnam. Después de siete años de negociaciones en el secreto más absoluto, y cada vez más necesitados de mercados para apuntalar su economía, los imperialistas norteamericanos apuntan a reforzar –por ahora principalmente en el plano económico– la estrategia de “contención” de la influencia del imperialismo chino.
El acuerdo prevé la eliminación de las barreras arancelarias y no arancelarias y la adaptación de las normas comerciales de todos los países miembros. Así, ésta se constituiría en la mayor zona de libre comercio del mundo, representando el 40% de la economía global y un mercado de 800 millones de personas.
Obama afirmó desembozadamente que “con más del 95% de nuestros clientes potenciales viviendo fuera de nuestras fronteras, no podemos dejar que países como China escriban las reglas de la economía global”. “Nosotros deberíamos escribir esas reglas, abriendo nuevos mercados para los productos estadounidenses”, agregó, resumiendo sin rodeos las aspiraciones de la burguesía monopolista yanqui. La iniciativa coincidió con la noticia de que China se convirtió en la mayor economía del mundo (aunque por ahora en términos de paridad de poder adquisitivo –PPP–, no en PBI nominal ni en PBI per cápita), desplazando de ese lugar a la superpotencia occidental, Estados Unidos.
Por su parte, el ministro de Agricultura de Chile, Carlos Furche, sostuvo: “No se trata de una iniciativa políticamente neutral. La incorporación al TPP supone sumarse a una estrategia más global de contención y balance de la influencia de China en la región asiática, impulsada por Estados Unidos”. El vocero kirchnerista Página/12, con preocupación, directamente tituló su nota: “Un tratado que disputa el poderchino”.
Ciertamente, EEUU se anotó un poroto en su disputa interimperialista y en fortalecer su influencia en la región. Pero frente los imperialismos, la liberación de los pueblos no será posible tomando partido en las rivalidades interimperialistas, sino forjando un camino independiente con la unidad de los trabajadores y los pueblos oprimidos mundo.