Trump arrojó la “Madre de todas las bombas” en Afganistán y se recalienta la situación mundial. Sigue la guerra en Siria. Peligro de conflicto bélico nuclear con Corea del Norte.
El lanzamiento ordenado por Donald Trump el jueves 13 de abril de la mayor bomba convencional (no-nuclear) de su historia –la propagandizada “Madre de todas las bombas”– contra una supuesta base del Estado Islámico en la provincia afgana de Nangarhar, no sólo puso al rojo la situación de una de las zonas calientes de la disputa imperialista sino que subió la temperatura de todo el escenario mundial y especialmente en otra de esas zonas, el Este asiático.
La acción del jefe imperialista yanqui se sumó al ataque del jueves anterior (6/4) con casi 60 misiles Tomahawk a la base aérea siria de Shayrat (provincia de Homs), en represalia al ataque con gas químico –del que se responsabilizó al gobierno sirio de Bashar Al Assad, respaldado por Moscú– a población civil en la ciudad de Jan Shaijun en la provincia de Idlib, controlada por los rebeldes locales respaldados por EEUU. Siria se evidencia como un tablero decisivo en el “gran juego” en el que las grandes potencias mundiales pretenden repartirse el Oriente Medio.
El miércoles 12 la aviación de la coalición encabezada por Washington también hizo volar lo que dijeron ser un depósito de armas químicas en Deir ez Zor –provincia siria casi enteramente controlada por Estado Islámico–, causando la muerte de cientos de personas.
Un mundo convulsionado
El uso sobre Afganistán de la superbomba GBU-43 (un gigantesco proyectil diseñado para destruir túneles y búnkers subterráneos) mostró la decisión del fascista Trump de no permitir más retrocesos en las debilitadas posiciones estratégicas del imperialismo yanqui en el mundo frente a sus rivales rusos y chinos, especialmente en el Oriente Medio y en el este de Asia.
El ataque con decenas de misiles a la base siria de Shayrat reabrió el conflicto con Moscú, principal sostenedor del régimen de Assad. Pero también fue una advertencia clara a Irán y Corea del Norte por sus desarrollos nucleares, y un mensaje nada disimulado a la ascendente potencia China, amiga de los regímenes de Teherán y Pyongyang y con crecientes intereses en Siria.
El presidente ruso Vladimir Putin consideró el bombardeo estadounidense a Shayrat una agresión contra un Estado soberano basada en pretextos inventados, suspendió el acuerdo establecido con Washington un año atrás para evitar choques entre sus respectivas fuerzas aéreas sobre suelo sirio, y ordenó el traslado de una fragata de guerra hacia la base militar rusa de Tartús, precisamente en la costa mediterránea de Siria. Y dejó saber que si EEUU tiene la “Madre de todas las bombas”, Rusia tiene el “Padre”: la AVBPM, con un poder destructivo que –según los medios rusos– cuadruplica el de la bomba yanqui.
Por su parte, inmediatamente después del ataque a Shayrat, Trump envió un portaaviones, submarinos y otras naves de guerra a la península coreana como amenaza directa a Corea del Norte. Fuentes de inteligencia estadounidenses afirmaron que Washington atacaría “preventivamente” si Pyongyang hiciera un nuevo ensayo nuclear. Estados Unidos, la mayor potencia nuclear del planeta y la única que usó armas atómicas asesinando masivamente a las poblaciones de Hiroshima y Nagasaki en 1945, se arroga el derecho de prohibir a otros que desarrollen sus propias investigaciones y armas. La ONU recordó sus resoluciones que prohiben a Norcorea el desarrollo de tecnología misilística, pero no dijo una palabra de la superbomba yanqui. Corea del Norte denunció la nuclearización de la península coreana por EEUU y anunció que se defendería militarmente, atacando incluso en territorio de EEUU. China, que antes acordó con Trump redoblar las sanciones económicas y otras presiones contra Norcorea, preocupada por un posible conflicto armado en su flanco nor-oriental y por el cerco yanqui que incluye el sistema antimisilístico THAAD instalado en Corea del Sur, ahora advirtió que “la guerra podría estallar en cualquier momento” y que “nadie saldría vencedor”.
Lo de Trump en relación a China merece un párrafo aparte. El jefe yanqui descerrajó decenas de misiles sobre Siria exactamente en las mismas horas en que el presidente chino Xi Jinping –que vota en favor de Siria en la ONU– visitaba a su par norteamericano en su country privado en Palm Beach (EEUU). Con su bombardeo Trump reafirmó ante el chino el poderío militar de EEUU, y su disposición a usarlo.
China viene avanzando posiciones en Medio Oriente y el Golfo Pérsico: tiene acuerdos económicos y políticos con aliados de Rusia como Irán y Siria. Sus intereses petroleros ya habían aprovechado la invasión yanqui de 2003 a Irak para apropiarse de pozos, y han hecho pie en Arabia Saudita. No en vano se estimó hace pocos meses que China podría sentar posición en ese tablero estratégico enviando su único portaaviones o tropas aerotransportadas a la base rusa de Tartus en Siria, cuando Moscú inició en ese país la vertiginosa ofensiva contra los grupos “terroristas” que amenazaban a Assad. China finalmente no envió esas fuerzas porque aún privilegia la búsqueda de hegemonía por medios económicos y no militares.
Hasta ahora la opción principal de Washington sobre Corea del Norte venía siendo lograr un acuerdo con China para que Pekín le impusiera a su aliado norcoreano el abandono de sus pruebas nucleares. Pero Trump podría alegar que el gobierno de Pyongyang es una “amenaza a la seguridad nacional” de EEUU y –como acaba de hacerlo en Siria– descargar sus misiles sobre objetivos militares norcoreanos (en una zona limítrofe con China). Los medios imperialistas ya baten el parche sobre supuestos nuevos preparativos de ensayos atómicos de Corea del Norte, en desafío abierto a Trump y al envío de su flota de guerra a aguas coreanas.
Los factores de guerra vuelven a crecer. Los imperialismos pretenden aterrorizarse unos a otros y aterrorizar a los pueblos con el horror armamentístico. Los pueblos necesitan luchar contra la opresión imperialista y prepararse para la nueva etapa en curso en las rivalidades de las grandes potencias.
Y sirve recordar que en Vietnam, en los años ‘60 el imperialismo yanqui ya utilizó la BLU-82B, antecesora de la GBU-43, pero igual fue derrotado por la heroica guerra popular del Vietcong y de Vietnam del Norte.