ARA San Juan: soberanía sumergida

Al momento de escribir estas líneas, la Armada acababa de reconocer que el miércoles que desapareció el submarino se había producido un “evento compatible con una explosión”. Y, según trascendió, los familiares eran notificados de que sus 44 tripulantes yacían en el fondo del mar. El peor final.

Las tareas del ARA San Juan no tenían que ver con una defensa abstracta o hipotética de nuestra soberanía. Se ocupaba de cuidar en este presente nuestros mares frente a los pesqueros piratas que nos roban nuestros recursos naturales. Su pérdida es entonces también una derrota para nuestra soberanía. Los tripulantes, que han arriesgado –y entregado– sus vidas en este cometido, merecen nuestro homenaje.

Aún resta encontrar lo que quede de la tripulación y la embarcación. Como ha ocurrido en otros casos, este final es apenas un comienzo de un difícil camino: saber qué pasó. ¿Fueron las baterías? ¿Estaba bien mantenido? ¿Cómo se podría haber evitado? Desde un inicio se ha ocultado. El gobierno ha evitado poner la cara ante las malas noticias, mientras el ministro Aguad se apresuraba a twittear sobre algún llamado incierto.  Párrafo aparte merece el hecho de que las mayores precisiones parecieran haber venido de Austria y EEUU, mostrando hasta qué punto nos mantienen bajo observación permanente. (¿Deberíamos agradecer también a los usurpadores de nuestras islas por surcar nuestras aguas en uno de sus barcos?)

Es cierto que no somos el único país con tragedias de estas características. Pero también tuvimos años atrás el incendio en el rompehielos Irizar. Es evidente que hay una crisis en la Armada. Y no es porque un país como el nuestro no pueda sostener embarcaciones aptas para navegar nuestros mares atlánticos. Es porque nuestros gobiernos han estado más preocupados en asignarle a las fuerzas armadas y de seguridad tareas internas antes que la defensa nacional. Tal es el caso también de la Gendarmería, convertida en una policía federal bis. El acto más reciente lo ha dado el gobierno macrista, invirtiendo miles de millones en equipar y modernizar las fuerzas represivas, y mientras tanto prepara más ajuste en la Marina.

Los reproches de los familiares al presidente Macri fueron elocuentes. “¿Por qué en vez de gastar en otras cuestiones no gastan en algo verdaderamente importante como es la vida de todos nuestros familiares y reparan el submarino? Es prácticamente un suicidio viajar en algo que es viejísimo”, remarcó la mujer de uno de los marinos. “¿Tiene que morir alguien para cambiar?”, concluyó.

Comparando no con países del primer mundo sino con el resto de Latinoamérica, corroboramos que Argentina es uno de los países que menos invierte en Defensa: un 0,95% del PBI. Chile y Uruguay, por ejemplo, invierten el doble: 1,9% y 2,0% respectivamente. Colombia un 3,4% (datos en La Nación). Esta política tiene estas consecuencias.