Brasil: un fascista a 4% de la presidencia

En Brasil habrá segunda vuelta pero el resultado de la primera es muy preocupante. Jair Bolsonaro, un fascista empedernido, obtuvo el 46% del total de votos válidos. Unos 49 millones de votos. Defensor del dictador chileno Augusto Pinochet, como diputado dedicó su voto de destitución de Dilma Rousseff a la memoria del coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, que la había torturado cuando ella tenía 19 años. Años atrás, en 1999, había dicho que cerraría el Congreso si fuera electo presidente: “Daría un golpe el mismo día. No funciona y tengo la certeza de que por lo menos el 90 por ciento de la población lo celebraría. El Congreso no sirve para nada”, afirmó entonces. Ahora, su posible elección como presidente sería otro retroceso democrático aún para el sistema republicano representativo (ya de por sí bastante limitado). Pero esta vez, podría ser acompañado por el voto popular.

Es inocultable que, en el resultado de la primera vuelta, mucho tuvo que ver la proscripción de Ignacio Lula Da Silva resuelta por la Justicia. Proscripción que incluso los jueces hicieron extensiva hasta prohibir la consigna “Haddad es Lula”. Así, el candidato elegido por Lula, Fernando Haddad, obtuvo un 29% y hubo un 20% de abstención.

Sin embargo, no todo puede explicarse por la proscripción (que ha tenido largas décadas de historia también en nuestro país). El PT de conjunto ha tenido importantes retrocesos, al punto que la ex presidenta Dilma Rousseff ha quedado en cuarto lugar como candidata a senadora en Minas Gerais, aun cuando las encuestas la daban como favorita.
Como ha pasado otras veces con candidatos tan explícitamente de derecha, las encuestadoras no lo previeron. Tal vez haya sido un voto vergonzoso en una parte. Y probablemente Bolsonaro no aparezca como responsable de la tremenda crisis social que está sufriendo Brasil. El presidente interino Michel Temer, en cambio, terminará su mandato repudiado a tal punto que su candidato Henrique Meirelles obtuvo apenas un 1,2%.
Jair Bolsonaro ofrece orden con mano dura y fin de la corrupción, en un país donde mueren más de 60 mil personas por año en hechos violentos o de inseguridad. Desde ese lugar hace ostentación de su origen militar, habiendo comenzado su incursión en la política mientras era capitán paracaidista reclamando mejoras salariales. “Para un mejor Brasil, quiero paz, seguridad y alguien que nos da alegría de nuevo”, expresó el futbolista Ronaldinho en su apoyo. Tiene el apoyo de influyentes iglesias evangelistas, cuyos creyentes son cerca del 29% de la población y que han realizado una decidida campaña. Naturalmente que tiene el respaldo de las Fuerzas Armadas y, lo más importante, de poderosos sectores de clases dominantes como los terratenientes nucleados en Aprosoja.
Brasil es un país donde los militares mantienen un peso en la política que en nuestro país ya no existe. “El Ejército brasileño juzga compartir el anhelo de todos los ciudadanos de bien de repudio a la impunidad…”, había afirmado en abril el comandante del Ejército, general Eduardo Villas Boas, en vísperas del juicio que definió la cárcel al ex presidente Lula en su twitter que tiene 130.000 seguidores. Evidente amenaza a la propia Corte Suprema, que fue permitida.

La dictadura brasilera de 1964 a 1985 no tuvo juicios como los que conquistamos en nuestro país, sino que se valió de su propia Ley de Amnistía de 1979, que sigue vigente. Recién en 2011, durante el mandato de Rousseff, el Congreso aprobó la creación de una Comisión de la Verdad. Muy resistida en las Fuerzas Armadas, su informe de 2014 describió graves violaciones a derechos humanos como parte de una acción sistemática del Estado brasileño y las consideró crímenes de lesa humanidad (y que no prescriben). Poco antes, el primer militar condenado por tortura había sido el coronel Brilhante Ustra, torturador de Dilma homenajeado por Bolsonaro. Ahora el Ejército tiene presencia dentro de las favelas. Allí donde fue ejecutada Marielle Franco de cuatro tiros en la cabeza. Crimen aún impune que, esperablemente, no fue repudiado por Bolsonaro. “El error de la dictadura fue torturar y no matar”, había dicho en 2016. Con sus antecedentes, no se puede descartar ninguna hipótesis en relación a su curioso atentado.

Por su parte, el gobierno argentino probablemente no olvide su pesadilla del 2×1 y ensayó un incómodo apoyo a través del canciller Jorge Fauri, que evaluó el resultado como que “Brasil mira al futuro y no al pasado”. En Brasil quedan 20 días. Haddad y Bolsonaro se enfrentarían en ese lapso en seis debates presidenciales. Ya se viven momentos tormentosos.