Caso D’Alessio: Justicia extorsionadora y espionajes ilegales

El falso abogado Marcelo D'Alessio, el fiscal Carlos Stornelli y el intendente de Salta Gustavo Sáenz, este verano en Pinamar.

El 2019 arrancó con el destape de una nueva olla de corrupción y operaciones de inteligencia que tiene como protagonista a Marcelo D’Alessio e involucra nada más y nada menos que a Carlos Stornelli, el fiscal de la causa de los “cuadernos de Centeno” y hombre de confianza de Macri a partir de su participación activa en el club Boca Juniors.

El empresario agropecuario Pedro Etchebest denunció ante el Juzgado Federal de Dolores, a cargo del juez Alejo Ramos Padilla, que había sido extorsionado por Marcelo D’Alessio en nombre de Stornelli. Este mediático abogado, que alegaba ser especialista en narcotráfico y terrorismo y trabajar para la DEA (Administración para el Control de Drogas) norteamericana, contactó a Etchebest para decirle que iba a ser mencionado en la “Causa de los cuadernos”, pero que él era íntimo de Stornelli y podía ayudarlo. Renglón seguido, le solicitó 300.000 dólares en nombre del juez y viajaron a Pinamar para hacer la entrega del dinero, donde D’Alessio se reunió durante tres horas con Stornelli. Etchebest sacó fotos y registró todo.

La denuncia, hecha pública por Horacio Verbitsky en El cohete a la luna, desató una madeja que aún está en curso. Ramos Padilla procesó a D’Alessio y ordenó detenerlo, alegando que las pruebas recabadas “permiten concluir acerca de la realización de actividades de espionaje ilegal en nuestro país por parte de Marcelo Sebastián D’Alessio como posible agente de la Drug Enforcement Administration o de otra agencia de inteligencia de los Estados Unidos de Norteamérica en posible connivencia con agentes y/o ex agentes orgánicos o inorgánicos de la AFI”, la agencia Federal de Inteligencia de Argentina.

Como alma que lleva el diablo, Stornelli, Clarín, La Nación y los medios pro-macristas comenzaron a acusar a D’Alessio de enfermo psiquiátrico y extorsionador serial. El Colegio de Abogados lo denunció por usurpación de título y la Embajada de EEUU negó su pertenencia a la DEA. Stornelli a su vez le abrió una denuncia en el juzgado de Julián Ercolini. Y Carrió jugó su papel de denunciadora, sosteniendo que todo se trata de una operación kirchnerista para bajar a Stornelli de la causa de los cuadernos.

Pero nada de esto aclara aún para quién trabajaba D’Alessio, y cómo es que este personaje mantenía relaciones fluidas con jueces y fiscales de la Nación, políticos y periodistas de primera línea. Tampoco explica las cosas que fueron encontradas en los allanamientos de las propiedades de D’Alessio: armas de alta tecnología, remeras del FBI, manuales de inteligencia, drones con cámaras, chalecos antibalas, equipamiento tecnológico de espionaje, autos de alta gama y hasta un yate. En su declaración, el propio D’Alessio sostuvo que la operación contra Etchebest la había hecho contratado por dos agentes de la AFI, Ricardo Bogolliuk y Aníbal de Gastaldi.

Y tampoco explica cuál era la relación que tenían Stornelli y D’Alessio. Para colmo, una nueva denuncia llevada adelante por Pablo Barreiro, hijo de un jardinero de los Kirchner imputado en la “Causa de los cuadernos”, sostiene que a fines del año pasado el mismo D’Alessio le pidió 250.000 dólares en nombre de Stornelli para no involucrarlo en la causa. Barreiro se contactó con el estudio de abogados Vila y Archimbal, que lo llevaron a declarar frente al propio Stornelli y terminaron pidiéndole los mismos 250.000 dólares para Stornelli y Bonadio. O sea que, al menos desde octubre del año pasado, Stornelli estaba al tanto de que D’Alessio pedía dinero en su nombre. Ramos Padilla imputó a Stornelli, argumentando que “con anuencia del Sr. Fiscal, se llevaron adelante operaciones de inteligencia y de acción psicológica para el ‘éxito’ de sus investigaciones judiciales” y lo cita a declarar el 7 de marzo.

Mientras tanto, todos siguen intentando despegarse de D’Alessio, argumentando que fueron engañados y son víctimas de este. El problema es que en la escena hay demasiadas huellas.