Chispas en Oriente y el Báltico: alianzas imperialistas que se van delineando

En el Oriente, Corea del Norte volvió a desafiar el jueves 14 a Japón y a Estados Unidos disparando por segunda vez un misil balístico que sobrevoló la isla japonesa de Hokkaido y cayó en aguas del océano Pacífico. El mismo día muy lejos de allí, en las heladas aguas del Báltico en el norte de Europa, fuerzas navales de Rusia y de China los dos imperialismos que respaldan a Norcorea frente a las provocaciones belicistas de Estados Unidos iniciaron maniobras militares conjuntas con la participación de al menos 20.000 soldados, aviones, helicópteros, buques y tanques, en clara señal de advertencia frente a los avances de la OTAN en el este europeo.

El imperialismo yanqui, que en la década de 1950 llevó a cabo una guerra criminal contra Corea, invadiendo y dividiendo el país para impedir el triunfo de la guerra popular anticolonialista y liberadora, volvió en estos últimos años a agitar el espantajo del «peligro norcoreano». El control de esa península del nordeste asiático es clave para la estrategia que Washington viene tejiendo desde la presidencia de Barack Obama y ahora con el fascista Donald Trump frente a sus rivales Rusia y China: por el este a través de pactos militares con sus aliados en Asia y por el oeste con el «escudo» de la OTAN en Europa.

Zonas calientes de la disputa imperialista

Las maniobras ruso-chinas en el mar Báltico que incluyen una decena de buques, entre ellos un moderno destructor construido por China son claramente una respuesta a la creciente presencia militar de la OTAN en países del este de Europa como Polonia, Rumania y Letonia. Los ejercicios conjuntos se llevan a cabo en Kaliningrado (la antigua Prusia Oriental alemana, incorporada a la URSS tras la 2ª Guerra Mundial), un enclave ruso inserto entre dos Estados de la OTAN (Polonia y Lituania): una clara advertencia dirigida a los miembros de esa organización liderada por Washington.

En enero de 2017, tras la anexión rusa de Crimea y de su apoyo a las provincias separatistas de Ucrania, Washington ya había desplegado más de 4.000 militares en Europa del Este. Batallones de infantería yanquis fueron posicionados en Polonia, Lituania, Estonia, Letonia, Rumania y Bulgaria, como parte de una «misión» militar de la OTAN para reforzar el flanco oriental de Europa ante un potencial avance ruso.

En los últimos años Rusia y China vienen profundizando su alianza. En abril pasado Moscú comenzó a proveer a Pekín equipos antiaéreos S-400 por 3.000 millones de dólares.
El presidente ruso Putin apoya el faraónico proyecto de la «nueva Ruta de la Seda» del chino Xi Jinping para conectar Europa y Asia mediante una gigantesca red ferroviaria, aérea y de navegación. Pekín por su parte apoya la Unión Económica Euroasiática impulsada por Putin, que encabeza Rusia e integran Kazajstán, Bielorrusia, Kirguizistán y Armenia. Moscú y Pekín coordinan sus posiciones y acciones frente a conflictos internacionales como los de Siria y Corea del Norte. Y juntos lideran algunos foros multilaterales como la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS).

Resulta muy significativa la presencia militar china en una región tan alejada de sus fronteras como el Báltico. Pekín busca impulsar las rutas comerciales a lo largo del litoral ruso sobre el Ártico, y en los últimos años reforzó extraordinariamente su poderío naval. Hace pocos meses los imperialistas chinos enviaron sus primeros efectivos a Yibuti, en el estratégico cuerno de África a las puertas del Mar Rojo, donde inauguraron la primera base militar china en el extranjero. Y hace poco presentaron su segundo portaviones de fabricación íntegramente china.