Cientos de miles en las calles contra la política anti-educativa de Bolsonaro

El miércoles 15 de mayo, cientos de miles de estudiantes, docentes y no-docentes universitarios y secundarios paralizaron los centros de estudios y se volcaron a las calles de Brasil contra las medidas de asfixia presupuestaria y de intervención ideológica del fascista Bolsonaro a las universidades federales. Con consignas como “Saquen las manos de la educación”, “Libros sí, armas no”, y “O paran los recortes o paramos Brasil”, 15 mil manifestantes marcharon en la capital Brasilia, 70 mil en Bahía (nordeste) y 20 mil en Belem (norte), además de otras ciudades.

La movilización apuntó también contra la reaccionaria reforma del sistema jubilatorio, parte del ajustazo antipopular con que Bolsonaro dice querer corregir las cuentas públicas, y contra la reciente ordenanza que facilita la portación de armas.

Oscurantismo bolsonarista

Por simple decreto, y acelerando el paso en el rumbo de fascistización de toda la política brasileña, el gobierno de Jair Bolsonaro liquidó de un plumazo la autonomía universitaria y en su lugar inventó un “sistema” por el que la designación de las autoridades de universidades públicas queda en manos del gobierno. Es decir, una intervención de hecho que además, a través del Sistema Integrado de Nombramientos y Consultas (SINC), se atribuye la facultad de manejar las comisiones de “ética” para “depurar” ideológicamente a los docentes universitarios.

Desde la larga dictadura cívico-militar brasileña de 1964-1985 no se veía una ofensiva reaccionaria de este calibre contra la educación pública. Ahora, el dominio de los grandes terratenientes y la gran burguesía en el ámbito educativo se expresa prácticamente sin mediaciones a través del propio Bolsonaro y su flamante ministro de “Educación”, Abraham Weintraub, asumido a principios de abril después que el anterior Vélez Rodrigues fue echado de un simple manotazo. En nombre de achicar el déficit fiscal -pero apuntando a chantajear a las dirigencias universitarias- Weintraub bloqueó el presupuesto de todas las universidades federales, empezando por las tradicionalmente más combativas: la de Brasilia (UnB), la Federal Fluminense (UFF) y la Federal de Bahía (UFBA). Con la medida peligran no sólo las becas estudiantiles, sino el pago de las cuentas de luz, agua, limpieza y seguridad de las facultades.

La catadura fascista de la conducción política y “educativa” que padece el pueblo brasileño desde el 1º de enero se mostró en el anuncio de que las carreras humanísticas como las de filosofía y sociología pueden simplemente desaparecer. Con mentalidad de mercachifle del Fondo Monetario, el energúmeno de Bolsonaro opina que ese tipo de carreras son superfluas y que las universidades (y el presupuesto) deberían concentrarse en áreas “que generen retorno inmediato al contribuyente, como veterinaria, ingeniería o medicina”. Y mientras tanto va imponiendo un clima de terrorismo ideológico sugiriendo a los estudiantes brasileños que filmen las clases de sus profesores y los denuncien si estuvieran haciendo lo que él llama “adoctrinamiento en las aulas”.

Su ministro-vocero Weintraub usó abiertamente la asignación presupuestaria como arma de domesticación ideológica: “Universidades que, en lugar de buscar mejorar sus resultados académicos, estén montando desórdenes, verán sus presupuestos reducidos”. Y justificó el ingreso de la policía a los campus y facultades con el pretexto de que éstos son “centros de consumo generalizado de drogas” y que “autonomía no es soberanía”. La caterva de Bolsonaro, además, chantajea a los partidos parlamentarios haciendo correr la voz de que “se podrían” anular los cortes presupuestarios a las universidades si el Congreso aprueba la “reforma” de la seguridad social que se está debatiendo.

Las grandes movilizaciones estudiantiles y docentes, y la convocatoria al primer paro general contra Bolsonaro el viernes 14 de junio, pueden estar indicando el comienzo del fin del reflujo popular que significó el triunfo electoral bolsonarista.