Con la vacuna, termina la pandemia

Ya está comenzando la vacunación a mayores de 70 años.

Por Pablo C.(*)

No sabemos cuándo terminará la pandemia. Pero sí sabemos cómo: con la vacunación masiva. Por eso, mientras sostenemos las medidas de distanciamiento social, necesitamos acompañar la campaña de vacunación lanzada desde el gobierno nacional. En la provincia de Buenos Aires ya hay más de dos millones de inscriptos, evidenciando la derrota de la campaña antivacuna o anti-Sputnik promovida desde la oposición y algunos medios como Clarín, La Nación o Infobae.

A esta altura es evidente que la distribución de las vacunas ha pasado a ser parte de la disputa geopolítica entre países imperialistas. En Argentina ha habido 15 mil voluntarios para la prueba de Fase 3 de la vacuna yanqui del laboratorio Pfizer y se ha aprobado una ley especial para su adquisición. Pero EEUU nos ha negado –al menos por ahora– su distribución masiva en nuestro país, aunque sí lo ha garantizado para sus socios Gran Bretaña e Israel. Los cuestionadores de la Sputnik rusa pero defensores del laboratorio yanqui Pfizer no hacen más que ubicarse en un lugar de esta disputa, en contra del interés nacional y popular. En cambio, es correcta la política del gobierno de negociar con todos los productores de vacunas. Más allá de las demoras en sus envíos, la compra de millones de vacunas Sputnik-V ha sido un enorme logro que, además, nos deja en mejores condiciones para la adquisición de otras vacunas.

La campaña de vacunación no es simplemente vacunar a quienes lo deseen. La eficacia de las vacunas, su seguridad y la necesidad de que sea masiva es un debate social en el cual todxs estamos involucradxs, por acción u omisión. Para cortar la transmisión del Covid, se necesita una inmunidad adquirida (con la vacunación) de aproximadamente un 80% de la población. Por eso también desde Liberación Popular, y especialmente en nuestro trabajo barrial, nos hemos sumado activamente a esta campaña.

¿Por qué vacunarse?

Hay fundamentalmente dos motivos por los cuales debemos vacunarnos: Por un lado, para nuestro propio cuidado individual y no jugar con las probabilidades de padecer la forma grave del Covid. Por el otro, para lograr la inmunidad colectiva adquirida y evitar ser portador o transmisor del Covid. Esto puede ayudar a aquellas personas que, por deficiencias inmunológicas u otros motivos, no pueden vacunarse. Un caso es el de las embarazadas, cuya vacunación sólo ha sido aprobada por ahora para algunas vacunas. Nos vacunamos por cada unx y por todxs.

Hoy ya ha quedado demostrado lo equivocado de intentar alcanzar una inmunidad de manada por contagio masivo de Covid: esto no sólo implica un alto costo de vidas, sino que incluso no avizora un final cierto debido a las posibilidades de nuevas mutaciones (que ya se están registrando). Esto es lo que evidencia la segunda ola que arrasa Europa. En el caso de EEUU, que ya lleva casi 500 mil muertes registradas por coronavirus, se estima apenas entre un 10% o 12% de inmunidad poblacional. A esto debemos sumar también la incerteza que existe sobre cuánto dura realmente la inmunidad de un paciente recuperado (que por ahora se estima en tres meses). En nuestro país, esta campaña de “que mueran los que tengan que morir” ha sido encarnada por el macrismo.

¿Son eficaces y seguras las vacunas?

Más allá de la irracional denuncia judicial por “envenenamiento” por parte de la ex diputada Elisa Carrió –mientras promovían la ingesta de un producto de limpieza como el dióxido de cloro–, la argumentación fundamental contra la vacuna Sputnik-V pasaba por la forma en que fue aprobada y la supuesta “falta de información”. A partir de allí, terminaban cuestionando la capacidad de nuestro ANMAT para analizar la información técnica que fue a buscar directamente a Rusia. La reciente publicación sobre esta vacuna en la revista científica inglesa The Lancet terminó de desbaratar los argumentos de esta campaña de terrorismo antivacuna.

Cuando el ANMAT recomendó la aprobación de emergencia, había analizado la información técnica brindada por el Instituto Gamaleya que aseguraban seguridad y una eficacia del 92%. Esto es precisamente lo que luego publicó la revista científica inglesa. Parte de esta información ya había sido publicada por el instituto ruso, y otra parte se mantiene como información confidencial. Esto es así con todos los estudios clínicos.

Lo único imprescindible para la distribución de una vacuna en nuestro país es que sea analizada y aprobada por el ANMAT y el Ministerio de Salud. Esto es así con todas las vacunas y medicamentos en Argentina. Ninguna editorial, por más prestigiosa que sea, tiene como función aprobar la distribución de vacunas en ningún país. Tampoco es función de la OMS (como suele sugerir Clarín), ni la FDA yanqui, ni la EMA europea. La FDA se encarga exclusivamente de dar la aprobación para EEUU; e incluso la FDA aprobó la aplicación de la vacuna Moderna para EEUU sin ninguna publicación previa en revista científica alguna. En nuestro país, la mayor garantía que tenemos sobre la seguridad y la eficacia de una vacuna –o de cualquier medicamento– es el estudio que hacen nuestros profesionales del ANMAT. Esto vale para los datos preliminares como así también para el seguimiento que ya está realizando el Ministerio de Salud.

La campaña

La aprobación del ANMAT es condición necesaria pero no suficiente para una exitosa vacunación. Además, es necesaria una distribución eficiente desde el Estado y, especialmente, una amplia campaña de promoción y convencimiento que debe hacer cada gobierno: nacional, provincial y municipal.

Desde este punto de vista, el ANMAT –o incluso una editorial prestigiosa– puede dar respaldo en el ámbito científico. Pero para el pueblo en general, lo más importante es el mensaje de los gobernantes (y también de los ídolos populares, de la cultura y del deporte). La vacunación del presidente Alberto Fernández, la vice Cristina Fernández de Kirchner y del gobernador bonaerense Axel Kicillof da un mensaje claro. ¿Se vacunarían si no fuera segura y eficaz? Y de paso evitan cualquier remota posibilidad de una problemática acefalía.

Distinta es la vacunación sin promoción del gobierno porteño. Por una parte, aplica la vacuna Sputnik porque sabe bien que es una solución real. Pero, por la otra, ha tratado de complacer a sus socios antivacunas insistiendo con que necesitaba la “información técnica” –aun cuando el ANMAT ya la había analizado– y Horacio Rodríguez Larreta no ha querido vacunarse aún. Es una campaña de vacunación ambigua cuyo éxito, en los hechos, depende de la promoción que hacen los gobiernos nacional y bonaerense. El gobernador correntino Gustavo Valdés, de Juntos por el Cambio, sí se sacó la foto aplicándose la Sputnik V como «una muestra de que la gente tiene que confiar en la vacuna», según afirmó.

Todo esto, desde ya, tiene como premisa que se resuelvan los retrasos en las partidas, problema que tienen todas las vacunas en el mundo. Hoy se está cumpliendo exitosamente la vacunación del personal de salud, reduciéndose así la posibilidad de colapso del sistema sanitario. El otro gran paso será cuando se complete la vacunación de los grupos de riesgo, que rondan los 8 millones de personas. Esto logrará bajar drásticamente la letalidad de este virus –que hoy es de aproximadamente un 1% sobre el total de casos estimados epidemiológicamente– y permitiría entonces flexibilizar o retomar nuevas actividades.

De normalizarse los envíos según lo estipulado por los contratos firmados, hacia fin de año podríamos alcanzar la inmunidad colectiva adquirida. Esto no necesariamente implique que esté todo resuelto porque, mientras persista el Covid en algún país, pueden surgir nuevas mutaciones que afecten en la eficiencia de las vacunas. Por eso es tan importante también los desarrollos nacionales en vacunas. Pero ya estamos en el principio del fin de la pandemia.

(*) médico.