Desbordado, Estados Unidos se retiró de Afganistán

En agosto, los medios del mundo mostraron azorados la caída de Kabul, capital de Afganistán, en manos de los talibanes y la salida abrupta y desbotdada del personal diplomático y militar de EEUU, que incluyó un atentado con once marines muertos. La retirada norteamericana de Afganistán fue el signo de una derrota: tras más de 20 años de guerra, con 2400 soldados propios muertos y más de 20.000 heridos, EEUU nunca logró estabilizar un régimen adicto. El propio Joe Biden reconoció que tenían dos opciones: “ratificar el acuerdo que ya se había aprobado en el Gobierno anterior, o rechazarlo y mandar nuevas decenas de miles de militares para frenar el avance de los talibanes” (31/8). En otra ocasión agregó que “esta decisión sobre [retirarse de] Afganistán no se trata solo de Afganistán. Se trata de poner fin a una era de importantes operaciones militares para rehacer otros países” (13/9). Es decir: Estados Unidos intentó “rehacer” a Afganistán –obviamente acorde a las necesidades del imperialismo estadounidense– pero no pudo; entonces ahora no le queda más opción que retirarse. Tras 20 años de ocupación, triunfó la resistencia talibán que con una veloz ofensiva tomó el control de las principales ciudades de Afganistán.

Junto a la imposibilidad de afirmar un gobierno estable, la retirada norteamericana fue acelerada por la reorientación estratégica hacia el Pacífico, pensando en la disputa con China y en zonas calientes como Taiwán, entre otras. En el marco de ese cambio de prioridades, ya no era posible sostener el nivel de gasto y despliegue que implicaba seguir en Afganistán, aún considerando una retirada muy poco decorosa. En este sentido, Biden no hizo más que continuar la línea iniciada por Trump que ya había proyectado la salida de Afganistán y había tensado la relación con China, relajando relativamente la histórica disputa con Rusia, eje que hoy Biden profundiza con sus matices.

Cabe destacar el nefasto balance de EEUU en el país asiático. Miles de afganos y afganas murieron y la pobreza en el país se multiplicó. También creció la exportación de opio y, a partir de la invasión, el país llegó a representar el 90% del mercado mundial de heroína. No se han publicado cifras fiables sobre la industria de la prostitución que creció para servir a los ejércitos ocupantes. Tampoco hay estadísticas creíbles sobre violaciones. Es decir que la ocupación tampoco estaba para garantizar los derechos de las mujeres. No es posible democracia ni derechos con una ocupación imperialista. Ahora, la nación afgana podrá encontrar su propio camino.