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Con su tono habitual, Milei afirmó que resolvería el déficit, e incluso reduciría impuestos y retenciones, con su “Plan Motosierra”. Y lo detalló:
• Sacaría los subsidios al transporte, energía y demás servicios públicos. A modo comparativo, hoy en Santiago de Chile el boleto de colectivo está entre U$S 0,95 y U$S 1,20. Según el valor de 480 pesos que Milei le hubiera asignado hoy al dólar, cada viaje costaría entre 450 y 576 pesos. Pero sabemos que el dólar podría incluso terminar siendo mucho más (ver “El engaño dolarizador…”).
• Implementaría un sistema de vouchers y quitaría la obligatoriedad en la educación. Este sistema –ideado por Milton Friedman, que funciona en Chile y casi ningún otro país– establece que el presupuesto del Estado no va a las escuelas públicas sino a esos “vouchers”, que serían distribuidos a quien “quiera estudiar”. Este mecanismo promueve la privatización de la educación y la transferencia de recursos a las privadas. Así Milei pone el problema la forma de asignación y niega de hecho la falta de presupuesto educativo. Más allá de la burocracia que implica solicitar y conseguir esos vouchers, en verdad la obligatoriedad que se eliminaría así es la del Estado en el financiamiento.
• Privatizaría la obra pública, tal como rutas o hospitales, promoviendo que las empresas se cobren con el uso de la infraestructura. Es decir: más peajes en las rutas y aranceles en los hospitales que hoy son públicos. Esto suponiendo que las obras igual se hicieran.
• Se desprendería de Aerolíneas Argentinas y la entregaría como “cooperativa” a sus trabajadores: una forma cobarde de cerrar las rutas poco rentables económicamente pero necesarias para el federalismo y la promoción del turismo.