Elecciones en Brasil: Masivo abstencionismo, blancos y nulos

La derrota masiva del PT dio aire a Temer y su ajuste. Pero las elecciones también evidenciaron un fuerte descontento social que no logró ser encauzado.

La segunda vuelta de las elecciones municipales brasileñas –domingo 30 de octubre– confirmó las tendencias de la primera vuelta del 2 de octubre: una masividad sin precedentes de la abstención (gente habilitada que no vota), el voto en blanco y el voto nulo, y resultados catastróficos para el PT de Lula y Dilma Rousseff.

En varias de las principales capitales estaduales el total de las abstenciones y votos blancos y nulos fue mayor que los votos que obtuvieron los candidatos triunfantes. Así sucedió en Belo Horizonte (capital de Minas Gerais), Porto Alegre (Rio Grande do Sul) y Rio de Janeiro (estado de Rio de Janeiro). En San Pablo resultó electo en primera vuelta João Doria del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), pero obteniendo 10.000 votos menos que el total de blancos, nulos y abstenciones.

Los votos en blanco y nulos y la abstención no son un efecto posterior a la destitución de Dilma a fines de agosto último, sino que vienen creciendo desde las últimas elecciones con el PT en el gobierno, en 2014 y 2016, reflejando el profundo descontento popular con las políticas ajustadoras, pro-imperialistas y pro-oligárquicas que desde entonces aplicó el propio PT descargando la crisis económica sobre el pueblo y sobre la producción nacional. La insatisfacción popular ya se había expresado en las masivas manifestaciones de 2013; la consigna de entonces “¡Fuera todos!” puso sobre la mesa la lejanía de la política burguesa, electoral, parlamentaria, respecto de las necesidades populares. Y encima, el carácter fraudulento del sistema político-electoral se puso en evidencia –igual que en la Argentina– en que en los resultados de las votaciones sólo se computan los votos “válidos” (es decir en favor de alguno de los candidatos ofrecidos), sin tener en cuenta los blancos y nulos, con lo cual se “truchan” los porcentajes reales obtenidos por los distintos candidatos.

Hartazgo y decepción

Sobre ese telón de fondo, el PT perdió el 60% de las alcaldías (intendencias) que había ganado en 2012 y triunfó sólo en una capital provincial: Rio Branco (estado de Acre). Pero la principal expresión política de su descalabro fue la derrota en el llamado “ABC” de San Pablo, el mayor centro de concentración obrera del Brasil, donde nació el PT en 1980 en medio de grandes huelgas y donde creció, como dirigente sindical de los obreros metalúrgicos, la figura de Lula, después presidente de Brasil durante ocho años (2003-2011), y hoy el dirigente que el PT intenta proyectar para las presidenciales de 2018. De esta forma quedó en evidencia cuan desprestigiado quedó el PT, cada vez más lejos de los sectores populares por sus políticas de ajuste que agravaron la desocupación, la inflación y la recesión, por su alianza con el oligárquico PMDB, y por haber hecho de la “corrupción” un método de gobierno (especialmente a través de Petrobrás).

La caída del PT se amplió con el retroceso también de otras fuerzas de la izquierda socialdemócrata como el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), que no logró ganar en Rio de Janeiro, donde su candidato Marcel Freixo perdió por lejos contra el obispo Marcelo Crivella de la Iglesia Universal del Reino de Dios (un emprendimiento religioso-financiero fundado en 1977).

Y la tendencia se agrandó con el avance del liberal Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), que reconquistó San Pablo –la capital estadual más grande del país, hasta ahora en manos del PT–, triunfó por primera vez en Porto Alegre, y avanzó incluso en el ABC paulista, que era el bastión petista. Es tan profundo el desprestigio del PT que el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB, el partido de los latifundistas del nordeste al que pertenece Michel Temer) avanzó en la cantidad de intendencias obtenidas, a pesar del masivo repudio popular al golpe institucional que el propio Temer encabezó siendo aliado y vicepresidente de Dilma y que lo instaló en el sillón presidencial.

En suma, el PT quedó fuera de los gobiernos de los tres principales estados del Brasil: Rio, Sao Paulo y Belo Horizonte. Paga así el hartazgo y la decepción de millones de trabajadores y campesinos que creyeron que con Lula y Dilma daban un paso fundamental para liberarse de la opresión oligárquica e imperialista. El PT se alió precisamente con los partidos oligárquicos, que son los que finalmente votaron el juicio político a Dilma. Durante más de 13 años gobernó aliado con el corrupto PMDB, favoreció la penetración de productos y capitales imperialistas (principalmente chinos), benefició a las grandes constructoras y a los monopolios del agro-negocio, de la industria y de los bancos extranjeros y brasileños; y fue cómplice y responsable de la represión y el asesinato de muchos jóvenes pobres de las favelas por la policía, y de originarios y campesinos por las bandas armadas de los latifundistas.