Exportación de carne porcina a China: ¿Quién se beneficia?

En 2019 se produjo el primer envío de carne porcina argentina a China.

La Cancillería argentina hizo pública la reunión que mantuvo el pasado 6 de julio con el ministro de Comercio de China, Zhong Shan, en la que conversaron sobre el proyecto para multiplicar la exportación de carne porcina y volvieron a hablar de “asociación estratégica”. El canciller argentino Felipe Solá manifestó que “fue bien recibido por el ministro Shan el avance en un proyecto (…) sobre producción de carne porcina de inversión mixta entre las empresas chinas y las argentinas”. Según el comunicado oficial, nuestro país “alcanzará 900 mil toneladas en cuatro años y en un proceso prudente, supervisando las buenas prácticas e incorporando tecnología de punta para reducir el impacto medioambiental”. Otras versiones plantearon la posibilidad de que Argentina pase a producir 9 millones de toneladas de carne porcina y que para eso ya habría un acuerdo entre la Asociación China para la Promoción Industrial y la Asociación Argentina de Productores Porcinos (AAPP).

La noticia generó gran revuelo por varios motivos. Primero, porque podría llegar a representar una exportación extra que va desde el 4% a un tercio de nuestras exportaciones actuales (dependiendo del acuerdo que se concrete). Segundo, por las repercusiones sanitarias que podría tener este tipo de producción concentrada (al igual que la aviar o los feedlots vacunos). Y no menos importante es el hecho que esto ocurre en el contexto de una creciente tensión entre China y EEUU.

El primer cuestionamiento importante al proyecto vino por parte de más de 150 intelectuales y de organizaciones académicas y ambientalistas en una declaración titulada: “No queremos transformarnos en una factoría de cerdos para China, ni en una fábrica de nuevas pandemias”. Por otra parte, esta producción es aplaudida por entidades agropecuarias. Además de la AAPP, ha explicitado su apoyo la Federación Agraria Argentina, aunque expresando la preocupación de que este aumento de la producción beneficie a los pequeños y medianos productores porcinos (en lugar de hundirlos). A la vez, la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) realizó el pasado viernes 31 un acto ante la Cancillería reclamando ser escuchada y logró ser recibida ese mismo día. Rechazan el modelo de agrotóxicos y de hacinamiento de cerdos. La UTT es integrada por pequeños productores de verduras pero también producen cerdos.


Reclamo de la UTT ante Cancillería argentina.

Producción y mercado

Hoy Argentina produce aproximadamente 627 mil toneladas de carne porcina por año, de lo cual ha exportado 28 mil toneladas en 2019. Recién el año pasado se produjo el primer envío de carne porcina argentina a China, incentivada por su fuerte caída en esta producción debido particularmente a la gripe porcina africana. China produjo en 2017 unas 55 millones de toneladas de carne porcina; y es desde que se tiene registro el primer productor y consumidor mundial de cerdo. Un aumento de 900 mil toneladas ubicaría a la Argentina al nivel de producción de Filipinas o Dinamarca (actualmente en los puestos 11º y 12º de productores mundiales de cerdo). Si Argentina llegara a producir 9 millones más de carne porcina, podría pasar a ser el tercer productor mundial, detrás de EEUU y China. A nivel mundial, la carne porcina es la más consumida representando el 42% del total de carnes rojas (secundada por la carne de pollo, con un 33% del mercado).

El principal insumo de esta producción es el maíz, del cual Argentina es uno de los principales productores mundiales junto con EEUU, China y Brasil. Sin embargo, mientras que en esos países se industrializa el 80% de la producción, en nuestro país sólo el 23%. El resto se exporta como grano, sin valor agregado. Y los cerdos también consumen soja, que fue en las dos últimas décadas el principal cultivo en Argentina y el cual apenas se consume internamente. El valor promedio por tonelada de grano ronda los 240 dólares, mientras que la tonelada de carne porcina, en cambio, llega a los 2.600. Esto evidencia lo que se abaratan los fletes con este procesamiento local. Así, este procesamiento agregado podría resultar en un beneficio no sólo para los productores porcinos, sino también para los productores de maíz y de soja que no tendrían que depender del tradicional transporte por mar de sus granos para que lleguen a destino.

La forma en cómo se vaya a ampliar esta producción determinará si se logra abordar adecuadamente la cuestión sanitaria y, fundamentalmente, si este desarrollo puede efectivamente beneficiar a la producción nacional. Y si garantizará el mercado interno a precios populares.

Proyectos

De las diversas declaraciones se trasluce que la intención del gobierno chino es invertir para construir sus propias factorías “Made in China” de cerdos en el país, repitiendo el clásico mecanismo de exportación de capitales como vienen haciendo los imperialismos desde hace más de un siglo. Más allá de si se tratan de 27.000 millones de dólares en ocho años o de 3.500 en tres, este tipo de inversiones es algo más que una venta de terrenos: el maíz se ahorraría su viaje por mar y se sumarían puestos de trabajo, pero las mayores ganancias se las llevarían por lejos estas empresas chinas que monopolizarían la exportación y que priorizarían su tasa de ganancia antes que la seguridad ambiental y sanitaria. Desde el punto de vista del imperialismo chino, obtendrían dos soluciones de un problema: lograrían su abastecimiento y ampliarían el peso de sus empresas en nuestros territorios. Pero desde interés de la nación argentina, este tipo de producción monopólica puede terminar aplastando a la producción nacional ya existente en el país. Y de este modo pone en riesgo también el abastecimiento interno. En nuestra historia reciente, el menemismo nos ha dejado una vasta experiencia de inversiones extranjeras que han logrado enormes utilidades –que son remitidas a sus casas matrices– mientras ha crecido como nunca la desocupación.

En este contexto, el secretario de Relaciones Económicas Internacionales, Jorge Neme, ha insistido con que los inversores chinos deban asociarse con productores locales: “así como cuando va un empresario argentino a China y te indican que tenés que tener un socio chino, nosotros estamos planteando que tienen que haber socios, productores y cooperativas argentinas”. No se han publicado mayores detalles. A su vez, la vicepresidenta CFK se reunió el jueves 30 con representantes del Consejo Agroindustrial Argentino y recibió una propuesta que plantea “como objetivo consolidar a la Argentina como líder en el comercio internacional de alimentos de origen animal y vegetal”, entre otros rubros, para aumentar un 50% las exportaciones en 10 años.

Para que estas exportaciones puedan ser aprovechadas efectivamente para el desarrollo de la producción nacional, deben basarse en nuestros productores y profesionales. Esto ayudaría al desarrollo productivo y tecnológico nacional, y a un adecuado manejo ambiental y sanitario. En nuestro país no hay una única forma de producción porcina. Según datos oficiales, casi el 69% de los productores porcinos poseen entre 1 y 50 madres; el 19% entre 50 y 100; el 10% restante hasta 500; y un 1,5% representa las granjas-factorías con más de 500 madres.

Para contrarrestar la concentración, prevenir la contaminación y dado que, a todas luces, Argentina y China no están en igualdad de condiciones, la regulación y la intervención del estado es fundamental (cuestión que por otra parte China tiene muy claro a la hora de darle impulso a sus propias empresas). Como parte de esto, es necesario un flexible y amplio plan de créditos a productores agropecuarios. Éste es precisamente uno de los reclamos que la UTT hizo frente a Cancillería junto con democratizar el acceso a la tierra. También se vuelve a poner sobre la mesa la necesidad de retomar experiencias como la Junta Nacional de Granos y de Carnes (o directamente una Junta Nacional de Alimentos). Este organismo podría también promover la necesaria diversificación agropecuaria; y nos puede prevenir de aumentos de precios internos debido al desabastecimiento por la exportación, como suele pasar con la producción de trigo y el precio del pan. Otro gran problema a revertir es recuperar nuestra flota nacional mercante, especialmente castigada en los 90´s con la derogación de la Ley de Reserva de Carga y los cierres de astilleros nacionales.

Quedan aún muchos interrogantes y mucho por definirse. Lo único seguro es el alto impacto de lo que está en discusión y que no cualquier acuerdo con China beneficiará a la Nación y el pueblo argentino.